Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Una senda de cuarenta días


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El modo en que funciona nuestra memoria es un verdadero misterio, al menos para mí. Una no acaba de entender por qué me acuerdo de cosas que son absolutamente absurdas y bastante inútiles y, a la vez, no soy capaz de recordar otros datos mucho más interesantes y que, en algún momento, me sacarían de situaciones apuradas. Supongo que tiene mucho que ver con qué cosas me llaman la atención y cuáles no, lo que también se escabulle de cualquier tipo de control por mi parte. Solo a modo de ejemplo, el otro día alguien me habló de sus pies, de lo feos que le resultaban pero cómo, de algún modo, la experiencia de hacer el Camino de Santiago le había permitido “hacer las paces” con ellos.

Mientras era testigo de cómo muchos peregrinos que se topaba por el camino tenían serios problemas con los suyos, mi amiga había hecho todo el trayecto sin sufrir siquiera una ampolla. Me contaba que, ante esto, le brotaba hablarles a sus pies y decirles que siguieran así, que lo estaban haciendo muy bien y que ella estaba muy contenta. Puede ser que la escena de alguien dirigiéndose a sus extremidades como si tuvieran vida propia tenga cierto elemento cómico, pero a mí me ha hecho pensar mucho. Quien más y quien menos, todos tenemos partes de nosotros con las que tenemos pendiente una charla y, sobre todo, una reconciliación. No me refiero solo a alguna parte del cuerpo, sino también a rasgos de personalidad, a heridas psicológicas o a experiencias del pasado que siguen demasiado presentes, haciendo difícil vivir el hoy con soltura.

Ceniza

Esta semana empezamos, como cada año, el tiempo de cuaresma. Se trata de una nueva oportunidad para, como a veces se nos recuerda con el gesto de imposición de ceniza, tener claro que “somos polvo”. Una vez más, recibiremos la invitación a recorrer una senda de cuarenta días para acoger nuestro límite, abrazar la fragilidad que nos caracteriza como seres humanos y ponerla ante Aquel que la mira con misericordia y saca de nosotros la mejor versión. Como cada miércoles de ceniza, vamos a escuchar la lectura de Pablo que nos insiste tanto en reconocer en el ahora el tiempo favorable, la oportunidad por aprovechar, como en dejarnos reconciliar con Dios (cf. 2Cor 5,20–6,2). Quizá podría ser también buena ocasión para disponernos a que Él también restablezca los vínculos rotos con todo aquello en nosotros que, como los pies de mi amiga, podemos considerar “feo”.