Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Entrevista a san Óscar Romero: la democracia es sin miedo a represiones


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Durante estos meses se recuerda el testimonio valiente y heroico del obispo Óscar Romero, por el día de su martirio el 27 de marzo; el día de su ordenación sacerdotal, el 4 de abril; y el día de su consagración episcopal, el 21 de abril. Por eso, una manera de honrarlo y celebrarlo es recordar su legado a través de su sencillo pero desafiante magisterio.



Se advierte al lector, que la forma de esta nota se encuentra descrita como entrevista imaginaria, de entre los géneros periodísticos. Un coloquio con el prelado que no ocurrió, pero que a través de sus escritos, el mártir responde a las interrogantes de ayer y hoy.

Preguntas sobre su continente, ése que sigue con las venas abiertas por la corrupción, la desigualdad, la falta de libertad, la migración, el hambre, pero sobre todo, por las dictaduras. Un ejercicio tan imaginario como real sobre la persecución contra la Iglesia, con los verdugos de siempre, incluso, con la intención de que nos absuelva por la imprudencia de ponerlo a decir estas cosas.

Entrevista imaginaria

Sin ánimo de poner nombres, ni países, ¿qué podría decirle el obispo mártir de América a su continente zarandeado por tantos problemas y conflictos, convulsionado por tantos mesías artificiales de cartón?

— Los pobres siguen siendo utilizados por los populistas, según cifras de la Cepal son más de 180 millones en el año 2023 en todo el continente, ¿qué decirles, qué mensaje brota del evangelio, cómo iluminar una situación tan difícil?

— Muchos quisieran que el pobre siempre dijera, es ‘voluntad de Dios’ que así viva. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices.

[Por eso diría] La pobreza es una fuerza de liberación porque, además de ser una denuncia contra el pecado (…) es una fuerza de espiritualidad cristiana.

— Sin embargo, la Iglesia puede meterse en dificultad por decir estas cosas, en más de un país, los obispos son vilipendiados por la casta de poder de turno al denunciar la pobreza y la desigualdad, ¿están predicando sus hermanos obispos la violencia?

— Jamás hemos predicado violencia. Solamente la violencia del amor, la que dejó Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros. Esa violencia no es la de la espada, la del odio. Es la violencia del amor, la de la fraternidad, la que quiere convertir las armas en hoces para el trabajo.

— Pero se les acusa de hacer política. A muchos de ustedes los silencian, los adormecen, hasta los domestican desde el poder, otros han corrido con peor suerte, exiliados, apartados de su pueblo y olvidados por la opinión pública, ¿cómo entender la causa y los motivos de violar el derecho a la libertad religiosa, y en el fondo, pisotear los Derechos Humanos?

— No nos pueden entender los que no entienden la trascendencia. Cuando hablamos de la injusticia aquí abajo y la denunciamos, piensan que ya estamos haciendo política. Es en nombre de ese Reino justo de Dios que denunciamos las injusticias de la tierra.

— ¿Qué decirle a los que ostentan el poder, que son la autoridad, que lastimosamente no han comprendido otra forma de estar en el poder que no sea sometiendo a su propio pueblo, a sus propios hermanos?

— Perdonen ustedes que son fieles, [lectores de Vida Nueva] que me escuchan con amor, con devoción, que les diga que me da más gusto que me escuchen los enemigos. Me están escuchando porque sé que les llevo una palabra de amor. No los odio, no deseo venganza, no les deseo males. Les pido que se conviertan, que vengan a ser felices con esta felicidad.

— ¿Qué decir ante toda esta violencia entre hermanos, por la delincuencia, el crimen organizado, producidas tambiénpor los mismos gobiernos?

— Ojalá que tantas manos manchadas de sangre en nuestra patria se levantaran al Señor, horrorizadas de su mancha, para pedir que las limpie él.

— Alguno le recomendaría que se someta únicamente a hablar del evangelio, o a sus rezos de cura en la sacristía, que no hable de libertad, ¿no sería eso mejor?

— [La] defensa de los derechos, y de la igualdad, y de la libertad de los hombres, no es un asunto de política solamente. Es asunto de política, pero enraizada en el evangelio. El evangelio es el gran defensor, el proclamador de todos los grandes derechos fundamentales del hombre.

— Las dictaduras se creían superadas al final del siglo XX, usted mismo fue víctima de una, pero el siglo XXI no parece muy distinto, ¿cómo enseñar qué es la democracia?

— Un verdadero bienestar para todos será el verdadero bien común en que se abren los cauces legítimos de una verdadera democracia para que sin miedo a represiones, todos sin excepción, puedan aportar su granito de arena para lograr que (…) realicen en sí mismos ese tipo de hombre culto, pacífico y benévolo respecto de los demás para provecho de toda la familia humana.

— Para terminar, un mensaje a su herido continente, pues cuando lo canonizaron se viralizó su nombre como San Romero de América, Romero de los pobres, por tanto, ya usted nos pertenece a todos, y su magisterio es para todos, ¿qué dice al respecto?

 — Hay una frase en el saludo de Puebla a los pueblos de América Latina que me parece que da la pauta para aquellos que creen que, cuando la Iglesia se proclama Iglesia de los pobres, como que se parcializa y desprecia a los ricos. De ninguna manera. El mensaje es universal. Dios quiere salvar a los ricos también. Pero, precisamente porque los quiere salvar, les dice que no se pueden salvar mientras no se conviertan al Cristo que vive precisamente entre los pobres.


Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.

Los textos de Mons. Romero fueron tomados de la publicación:
Romero, O. (2007). La violencia del amor. Nueva York: Plough Publishing House.