Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

Y ahora qué. ¡Llega la Pascua!


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Somos lo que somos entre cosas muy sencillas. Ahora llega la Pascua. Todo está, según decimos, transido ya por la resurrección y, en cierto modo, reconciliado con Dios. Ireneo, el doctor de la unidad, avisaba de una “heterodoxia” común en los inicios del cristianismo: los que se creían resucitados y, por lo tanto, ya podían vivir de cualquier modo. Nada les hacía daño. Eran estoicos a la enésima potencia.



Recientemente, el profesor Samuel Fernández ha publicado un libro titulado ‘El descubrimiento de Jesús’. Allí, haciendo un repaso de las controversias de los primeros libros, se esfuerza por hacernos ver que siguen muy presentes. La primera de todas, para quien no lo sepa, no cuestionaba la divinidad y el Señorío de Jesús de Nazaret, sino su humanidad. Otro gran profesor, Gabino Uríbarri, una y otra vez apela a la singular humanidad de Jesús para, como el mismo papa Benedicto y ahora Francisco insistían, no inventarse un Jesús a nuestro modo, teñido de pelagianismos, redondeado con gnosticismos varios o parafraseado sincréticamente junto con otras modas pasajeras.

Llega la Pascua en lo más común

Llega la Pascua, el tiempo de convivir con el Señor, el tiempo de la convivencia entre hermanos, tal y como deseamos que sea la Iglesia, con todas sus limitaciones y heridas. Llega la Pascua estemos de camino a los sepulcros varios que atendemos diariamente o estemos juntos y encerrados. Llega la Pascua en lo más común, en la cercanía con tantas y tantas personas. Llega la Pascua, cuando la Iglesia medita el libro de los Hechos de los Apóstoles, una auténtica escuela para la novedad que se abre paso, con sus tensiones, con sus aventuras, con sus salidas.

Estos días se invita a volver a Galilea, donde empieza todo. Pero no para hacer memoria vacía, sino para nacer de nuevo. ¡Cuántas personas desean esto a lo largo de su vida y se ven incapaces de ello! ¡Cuántas ataduras, prisiones y esclavitudes nos atrapan y no nos dejan volver! ¡Cuántos amores a medio gas y pasiones torcidas nos impiden la entrega plena de la vida! ¡Cuánto y cuánto! ¡Pues ello grita también, como las piedras, la Resurrección!

Pascua_SMX_2021

Cantalamessa, en la homilía de Viernes Santo, uniéndose ya a la Pascua de la Resurrección citaba a Kierkegaard y a Tolkein. El segundo como apelación y defensa de la credibilidad de las palabras imposibles que se dicen de Jesús, que llenan de Vida. Y al primero por su insistencia en la convivencia con Jesús, en ser sus contemporáneos por la fe. Mejor dicho, en la Resurrección que hace Jesús contemporáneo de cada persona en cada momento. De modo que, efectivamente, cabe vivir “ante Dios” de un modo radical, ante la plenitud y la Vida. ¿No es esto verdad para cada uno de los creyentes, aunque sea en germen?

La frase más famosa de Ortega continúa con algo que se olvida comúnmente y que me permito señalar en esta Pascua: “Yo soy yo y mis circunstancias; si no se salvan mis circunstancias, yo no me salvo”. ¿No ha comenzado la Resurrección ya a nuestro alrededor, en el otro al que cabe ver como hermano, en el trabajo vivido como misión y vocación, en la paz que somos y en la esperanza que comunicamos? ¿No ha comenzado ya la salvación en la comunidad alegre y de carne y hueso, que comparte sin perfecciones su caminar, en la familia que ama tanto la vida que se abre a la fecundidad de un nuevo hijo? ¿No ha comenzado ya? ¿No notáis que el Señor, ante nuestros ojos, hace nuevas todas las cosas?