Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Hacer cola


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Vivamos o no en Madrid, todos hemos visto en estos días las imágenes de enormes colas durante la jornada electoral para la Comunidad de Madrid. Enormes colas para votar y prácticamente desde primera hora de la mañana hasta el final del día. La consecuencia no es sólo que la participación haya subido hasta el 80,73%, más de 16 puntos por encima de 2019. Ver que tantas personas son capaces de esperar hasta una hora y media para votar implica mucho interés y mucha confianza en que esto merece la pena. ¡Salud democrática!



También hemos visto últimamente otras “colas” llenas de gente que esperaba ser vacunada. También ahí eran personas capaces de esperar lo que fuera necesario porque les interesaba lo suficiente (¡estaba en juego la vida, la propia salud!) y porque se fiaban de lo que iban a recibir (¡hasta los que dudan de los efectos secundarios o sospechan de los intereses ocultos de las farmacéuticas!).

Y me vienen a la cabeza otras colas que, por desgracia, han sido noticia en esta pandemia. Las llamadas “colas del hambre” donde gente con perfiles de lo más variopinto esperaban pacientemente para recibir ayuda en forma de alimentos. Una vez más: personas que no sólo “gastan” su tiempo, sino que incluso ponen en juego su propia imagen –y dignidad– porque les merece la pena lo que esperan y se fían de los que allí están.

Tres colas distintas

Seguro que hay otras cosas comunes a destacar, pero esta vez me quedo con el propio interés y la confianza en aquello que esperamos, a pesar de todo. Y, quizá porque a mí no me gusta nada hacer cola, me parece muy significativo. Vamos a ver: ¿cuántas cosas hay en la vida por las que me merece la pena esperar una cola, de pie, al sol o con lluvia, con mis impaciencias y deseando acabar?

¿Por qué o por quién harías cola? Mejor aún: ¿por qué o por quién “haces cola”, esperas y no desesperas a pesar de todo? No deja de ser una pena que llegue un momento en que solo nos quedemos con lo inmediato, lo que no nos pide tiempo ni esfuerzo por mínimo que sea. Porque esperar, en cierto sentido, también pide un esfuerzo de voluntad, pide tu entrega, pide anteponer aquello que vas a recibir cuando llegue el momento a tu propio deseo o estado de ánimo actual.

Y si podemos nombrar a aquello o aquellos que bien nos merecen hacer cola en esta vida, sin duda tendremos el nombre de algo o alguien que nos vertebra y moviliza; algo o alguien que nos dice, en cierto sentido, no sólo cuál es nuestra esperanza sino quién somos y quién queremos llegar a ser.