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El número tres del Vaticano recuerda: “Dios interviene siempre en nuestras vidas, también en los contratiempos”

El sustituto de la Secretaría de Estado invita a vivir con “alegría y serenidad” el servicio en el Vaticano, como José y María esperaban al Mesías

Edgar Peña Parra

A menos de una semana de Navidad, el arzobispo Edgar Peña Parra presidió esta mañana en la basílica de San Pedro la tradicional Misa navideña para los empleados del Vaticano. Desde el altar de la Cátedra, el número tres de la Secretaría de Estado pidió “intensificar el amor por Cristo” en la oración y mantener una “visión espiritual” en el trabajo diario, con la certeza de que cada tarea contribuye a los “proyectos amorosos y salvíficos de Dios”.



Tal como recoge Vatican News, Peña Parra citó a san Agustín para abrir su homilía: “Despierta, hombre, porque por ti Dios se ha hecho hombre”. Un mensaje que, desde la “silenciosa gruta de Belén”, resuena en todo el mundo como una invitación “a renacer para vivir eternamente”.

Frente al contraste entre la concepción del Bautista —anunciada en un templo lleno de incienso— y el nacimiento de Cristo —en la pobreza de una casa en Nazaret—, Peña Parra subrayó que “la Navidad marca un giro, un cambio radical de mentalidad y de encuentro”, porque “el Santo ha sacralizado cada lugar” y ya no se necesita un espacio sagrado para encontrarse con Dios.

A partir del Evangelio del día, el prelado recordó que Zacarías, sacerdote justo pero con “una fe débil”, duda del anuncio del ángel y queda mudo hasta el nacimiento de su hijo. Aun así, “Dios interviene siempre en nuestras vidas”, dijo Peña Parra, y lo hace para “hacerlas fecundas”. Aunque esta fecundidad, matizó, no sea solo biológica, sino “generar esperanza” incluso en la prueba.

Edgar Peña Parra preside la misa del 19 de diciembre en la basílica de San Pedro

Edgar Peña Parra preside la misa del 19 de diciembre en la basílica de San Pedro

Descubrir a Dios en lo bueno y en lo malo

“La vida es siempre don de Dios”, insistió, y muchas veces Él se sirve incluso “de lo aparentemente malo” para conducirnos a su plenitud. A diferencia de la incredulidad de Zacarías, “la fe firme y grande” de María y de José ante el anuncio de Jesús debe ser modelo para el creyente: “Es la fe que hoy debemos pedir al Señor, confiando en Él y descubriéndolo tanto en las cosas buenas como en las aparentemente malas”.

El arzobispo venezolano animó a los trabajadores del Vaticano a afrontar su labor “con alegría y con serenidad”, incluso “en medio de los problemas y las fatigas”. Invitó a cada uno a dejarse encontrar “por el Ángel del Señor”, como José y María, y a rechazar la tentación de una fe estéril. “Dios está presente también en los contratiempos”, recordó, y eso permite recorrer la vida “con una esperanza gozosa”.

A la consagración se acercaron al altar, entre otros, el cardenal Mauro Gambetti, el arzobispo Emilio Nappa y el secretario del Dicasterio para la Comunicación, monseñor Lucio Adrián Ruiz. Participaron también la hermana Raffaella Petrini, secretaria general del Governatorato, y el revisor general Alessandro Cassinis Righini.

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