Atentado antisemita en Australia
En la noche de ayer, 14 de diciembre, la comunidad judía de Sídney, la capital de Australia, celebraba el inicio de la fiesta de Janucá. Cientos de personas compartían un momento de encuentro en un ambiente alegre en la playa de Bondi cuando, de pronto, irrumpieron dos francotiradores (la policía ha confirmado que se trababa de un padre, que fue abatido, y su hijo, que permanece en estado crítico) y dispararon contra los presentes, dejando 16 muertos y 38 heridos. Entre las víctimas hubo un superviviente del Holocausto, dos rabinos o un niño de 10 años.
La conmoción nacional fue total ante una matanza de tales características, a sangre fría. Por ahora, mientras se desarrolla la investigación, solo ha trascendido que se considera una acción “terrorista” y “antisemita”. A las muestras de pésame de las autoridades civiles se sumaron las eclesiales, encabezadas por el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Australia, Timothy Costelloe.
En un comunicado oficial, el arzobispo salesiano lamentó que “la violencia y el horror que se abatieron sobre Bondi el domingo por la noche han sacudido a los australianos hasta sus cimientos”. Y es que “la pérdida de vidas inocentes es una tragedia inconmensurable. Las familias y seres queridos de quienes han fallecido han visto su mundo destrozado”
Sin ambages, Costelloe deploró que “los retorcidos motivos detrás de quienes perpetraron estos terribles actos están ahora claramente vinculados con el flagelo del antisemitismo”. Una “realidad impactante y profundamente angustiosa” que “pone en tela de juicio nuestra propia comprensión de nosotros mismos como australianos”.
Y más “en un país que se enorgullece de su tolerancia y su hospitalidad sincera”. Por ello, “este prejuicio ciego y este odio apuntan a una mancha oscura y destructiva en nuestra sociedad, que amenaza, no solo a nuestros hermanos y hermanas judíos, sino, de hecho, a todos nosotros”.
Como animó el prelado, “debemos redescubrir nuestra convicción de que nada puede justificar esta violencia destructiva”. Para ello, además, hay que apelar a la fraternidad que impera en la inmensa mayoría del pueblo australiano y evitar revanchas: “Debemos trabajar duro para garantizar que la ira justificable que sentimos no genere aún más violencia y odio”.
En esa senda humanista puede ser muy útil el aporte de “las oraciones de todas las personas de fe” que “acompañarán a quienes, en los próximos días, semanas y meses, lucharán con las consecuencias físicas, psicológicas y espirituales de los terribles acontecimientos del domingo por la noche”. Finalmente, a los creyentes les corresponde “ser pacificadores en nuestras familias, entre nuestros amigos y en nuestra sociedad en general”.
Costelloe ha ido más allá de este comunicado y, en la misa que ha presidido esta mañana en la Catedral de Santa María, en Perth, ha dedicado su homilía a abrazar a “nuestros hermanos y hermanas judíos”, golpeados cruelmente mientras celebraban Janucá. Precisamente, una fiesta “que recuerda el regreso del Pueblo Elegido a Jerusalén y la rededicación del Templo”. Además de que “también se conoce como la Fiesta de las Luces”, recordando, “mediante el encendido diario de una vela nueva durante nueve días, el milagro del aceite”.
Para el presidente del Episcopado, “hay mucho en común entre el encendido judío de las nueve velas y el cristiano de nuestras cuatro velas de Adviento”. Este, para los creyentes en Jesús de Nazaret, es “una invitación para que reavivemos nuestra esperanza en la fidelidad de Dios, que para nosotros se hace visible en la venida de Cristo, que anhelamos aún más después del horror ocurrido ayer en Bondi”.
Desde una sincera cercanía, el religioso salesiano ha compartido con los fieles su certeza de que, como han compartido “todos los papas recientes”, los judíos son “nuestros hermanos y hermanas mayores en la fe”. Algo a celebrar en comparación con los tiempos precedentes, en los que, “quienes decían ser discípulos de Cristo”, incurrían en actitudes condenables contra el pueblo hebreo, como “la sospecha, la hostilidad y la violencia”.
Así, “nuestra historia puede ser difícil y confrontativa, pero nuestra teología básica no lo es. En un día como hoy, es vital recordar que la misma eucaristía que celebramos hoy aquí deriva de la última cena pascual judía que Jesús, judío fiel, celebró con sus discípulos, también judíos fieles”. Sin olvidar que “la última oración que Jesús pronunció mientras agonizaba, ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, fue tomada de uno de los salmos judíos”.
Algo que se ha mantenido a lo largo de estos dos milenios, no debiendo obviarse que “los salmos judíos siguen siendo la columna vertebral de la oración diaria de la Iglesia” y que “Jesús mismo insistió en que no había venido a abolir los mandamientos de la ley judía, sino a llevarlos a la perfección”.
Por todo, “la única respuesta verdaderamente cristiana al pueblo judío es reconocer que sigue siendo el pueblo amado y elegido de Dios”. Desde esa certeza, los cristianos “estamos llamados a honrarlos como nuestros venerados antepasados en la fe y a respetarlos, apoyarlos y amarlos, especialmente en este momento en que se sienten abandonados, aislados y temerosos en el mismo país en el que muchos de ellos han establecido su hogar, creyendo que, al hacerlo, estarían seguros y libres de los horrores del antisemitismo”.
En esta hora oscura, la única actitud posible, desde el Evangelio, es “suplicar al Señor que rompa los corazones endurecidos de todos los que albergan cualquier rastro de antisemitismo o cualquier inclinación a la violencia”.
Como recoge la agencia SIR, también ha mostrado su dolor el arzobispo de Sídney, Anthony Fisher, que ha recalcado que “amamos a nuestros vecinos y amigos judíos, y debemos hacer todo lo posible para protegerlos”. En consecuencia, “la comunidad católica redoblará sus esfuerzos para combatir el antisemitismo mediante la educación y la predicación”.
Lo que pasa por gestos concretos, como “ofrecer nuestros servicios educativos y de consejería a nuestros vecinos judíos mientras los suyos están bloqueados o abarrotados”. De ahí que “celebraremos numerosos servicios religiosos por los fallecidos, los heridos y los traumatizados”.
Para Fisher, “el descarado e insensible desprecio por la vida humana y el odio de algunas personas hacia todos los judíos es un mal indescriptible que todos los australianos deben repudiar. Cualquier ataque contra judíos es un ataque contra toda la comunidad judía, y cualquier ataque contra la comunidad judía es una afrenta a nuestra forma de vida como australianos. Debe ser condenado sin ambages, y debe hacerse justicia con prontitud a las víctimas”.
En este punto, el pastor ha rechazado cómo, desde hace dos años, cuando se iniciara la última crisis humanitaria en Gaza, “el clima de antisemitismo público se ha agravado, provocando intimidación, división y la normalización del lenguaje incendiario”.
Lo que, entre otras cosas, le duele en lo personal, ya que “mi bisabuela era judía y, por lo tanto, tengo raíces judías en mi familia. Jesús era judío, nació de madre judía y nació bajo la ley judía. María y José eran judíos. Al igual que nuestro padre Abraham y todos los profetas. Al igual que los doce apóstoles. Los cristianos son hijos de judíos. Y, por lo tanto, un ataque contra los judíos es un ataque contra todos nosotros”.
Con la mirada puesta en todo lo compartido entre judíos y cristianos, Fisher reza “para que el Dios de la luz conceda sabiduría a nuestros líderes y derrame sanación y esperanza sobre nuestra comunidad en este momento”.