En medio de una situación política y social muy frágil, este viaje del papa León XIV al Líbano despierta esperanza entre los cristianos del país de los cedros. El arzobispo greco-católico de Beirut y Jbeil, Georges Bacouni, comparte con ‘Vida Nueva’ sus reflexiones sobre los desafíos del Líbano –la crisis económica, la emigración, el desarme de Hezbolá– y reafirma la vocación del país como símbolo de convivencia entre religiones.
PREGUNTA.- Desde la visita de Benedicto XVI al Líbano en 2012, la región ha vivido la irrupción del Daesh, la guerra en Siria, el conflicto desatado tras el 7 de octubre de 2023 en Gaza y en el sur del Líbano, sin olvidar la grave crisis económica y política que ha golpeado a su país…
RESPUESTA.- Ha sido como un gran terremoto, una cadena de cambios profundos, pero debemos mantenernos firmes, atravesar esta prueba con fe. La Providencia no nos ha abandonado.
P.- ¿Cómo se explica que no haya habido hambrunas ni epidemias?
R.- Dios nos protege. Hemos recibido ayuda y hemos sobrevivido contra todo pronóstico. Lo esencial es seguir resistiendo y vivir lo más normalmente posible.
P.- ¿Cómo está el ánimo del pueblo, en especial de los cristianos, tras la guerra del otoño de 2024 y ante el desarme de la milicia de Hezbolá promovido por el Gobierno?
R.- La inmensa mayoría, sobre todo los cristianos, quiere pasar página. Desean un verdadero Estado, en el que solo el ejército libanés posea las armas. La gente está cansada y es necesario poner fin a esta situación excepcional que impide avanzar.
P.- ¿Por qué cree que León XIV ha elegido el Líbano, además de la visita ya prevista a Turquía, para realizar su primer viaje internacional?
R.- Por las mismas razones que movían al papa Francisco a querer venir. El Líbano es esencial para la presencia cristiana árabe en Oriente Medio. Aquí sufrimos no solamente las crisis económicas y políticas, sino también la emigración masiva. Los jóvenes se van constantemente a Europa, a Estados Unidos, a los países del Golfo… Esto vacía nuestras parroquias y seminarios. Por ejemplo, hace veinte años nuestro seminario greco-católico tenía 45 seminaristas; hoy está cerrado, y solo cuatro o cinco jóvenes siguen su formación con comunidades religiosas. La crisis de vocaciones se combina aquí con la emigración.