Doctrina de la Fe refuerza el modelo de “una sola carne” en un nuevo documento
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El Dicasterio para la Doctrina de la Fe publica una nota doctrinal –impulsada bajo el pontificado de León XIV y gestada en diálogo con obispos de África– para reivindicar el matrimonio como alianza monógama, exclusiva e indisoluble. De esta manera, el nuevo documento refuerza la visión cristiana del matrimonio como una unión ‘Una caro’ (una sola carne, como se titula el documento) entre un hombre y una mujer, especialmente en contextos donde este ideal no es mayoritario, como en algunos países africanos donde pervive la poligamia.
De hecho, durante el pasado Sínodo de la Sinodalidad, algunas voces europeas reclamaban una mayor acogida para divorciados y homosexuales, mientras que desde África se pedían directrices sobre cómo debe acompañar la Iglesia a aquellos hombres musulmanes casados con varias mujeres que se convierten al catolicismo.
La iniciativa, continuadora de las prioridades pastorales del papa Francisco en favor de la familia, busca destacar la belleza, la libertad y la plenitud de un amor conyugal monógamo frente a los desafíos culturales actuales, especialmente en el actual “universo de las redes sociales, donde la modestia se desvanece y proliferan la violencia simbólica y sexual, muestra la urgencia de una nueva pedagogía”.
Sin embargo, este documento no es una mera condena de la poligamia, Roma propone un “elogio” de la monogamia, poniendo el acento en el acompañamiento pastoral y el testimonio positivo de la fidelidad y la reciprocidad matrimonial, más que en el castigo o la imposición normativa.
El nuevo documento arranca reivindicando que la monogamia no es simplemente lo opuesto a la poligamia, sino un valor en sí misma que enriquece plenamente el ideal matrimonial cristiano. Como señala la Nota, “la monogamia no es simplemente lo opuesto de la poligamia. Es mucho más, y profundizar en ella permite concebir el matrimonio en toda su riqueza y fecundidad”.
De esta manera, la exclusividad del amor conyugal, elegido libremente, conlleva renuncias y compromisos que ennoblecen a la persona. La Nota advierte cómo en la cultura actual a veces se difumina “el valor de un amor exclusivo, reservado a una sola persona, algo que de por sí implica la renuncia libre a muchas otras posibilidades”. De este modo, el Vaticano pone de relieve que amar de forma exclusiva supone una entrega voluntaria y liberadora: la elección de “nosotros dos” implica dejar atrás otras opciones por propia voluntad, lejos de vivirse como una pérdida, se entiende como una expresión madura de libertad en el amor.
No es casual que este nuevo texto doctrinal nazca, en parte, del diálogo con pastores de comunidades donde la poligamia sigue presente. En él también se constata que la monogamia enfrenta desafíos globales: desde la práctica polígama en ciertas culturas hasta nuevas corrientes relacionales en Occidente. De esta manera, la Santa Sede responde enfatizando la validez universal del modelo monógamo cristiano, surgido tanto de la experiencia pastoral africana como de la necesidad de iluminar tendencias actuales que relativizan la exclusividad.
La Iglesia recuerda además que la exclusividad no es un añadido opcional, sino parte esencial del matrimonio. De hecho, el Código de Derecho Canónico define que “las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad”. Y profundiza señalando que el matrimonio es por su propia naturaleza “un vínculo de naturaleza perpetua y exclusiva”.
“Esta propiedad (la unidad exclusiva) es tan esencial y primaria que el matrimonio se define a menudo simplemente como ‘unión’”, continúa Doctrina de la Fe. Así, frente a la poligamia o relaciones múltiples, la Iglesia propone redescubrir la belleza de esa unión exclusiva. El documento denuncia que prácticas como la poligamia, el adulterio o el poliamor se basan en una premisa engañosa: buscar la intensidad del amor multiplicando las relaciones, cuando eso en realidad rompe la unidad del corazón.
“La poligamia, el adulterio o el poliamor se fundan en la ilusión de que la intensidad de la relación puede hallarse en la sucesión de rostros. Como ilustra el mito de Don Juan, el número disuelve el nombre: dispersa la unidad del impulso amoroso”, subraya la Santa Sede, señalando que, en contraposición, el ideal monógamo propone un amor con nombre propio, un “tú” único e irremplazable al que entregarse plenamente.
La fidelidad matrimonial es presentada en el documento como un valor central, que tiene un profundo reflejo teológico. En la Biblia, la relación exclusiva entre los cónyuges sirve para expresar la alianza fiel de Dios con su pueblo. No es casualidad que la idolatría –dar culto a otros dioses– se compare con la infidelidad conyugal. “La adoración de otro dios constituye un adulterio”, advierte la Nota.
Asimismo, acude a la reflexión de Juan Pablo II acerca de la teología de la monogamia, precisamente por esta riqueza que encierra. “San Juan Pablo II, hablando de la monogamia, sostuvo que ‘merece ser cada vez más profundizada’”, subraya.
Finalmente, el documento cita una frase del Concilio Vaticano II: “en la íntima unión conyugal, por la cual dos personas se convierten en un solo corazón, un alma, una carne, [está] el primer significado originario del matrimonio”. Esta afirmación –inspirada en la tradición patrística y asumida por el Concilio– indica que, desde el principio de la creación, el matrimonio se concibió como esa unidad integral de los esposos (corporal y espiritual), antes incluso de ser un contrato social o un instrumento para la procreación.
En el documento, lejos de oponerse a la libertad, la monogamia cristiana se basa en una elección libre y amorosa, en la que tanto el hombre como la mujer afirman su dignidad. El Vaticano subraya que defender la unión monógama es también defender a la mujer frente a prácticas que la rebajan. Retomando una reflexión de León XIII, el documento subraya que “la defensa de la monogamia constituye igualmente una defensa de la dignidad de las mujeres, que no puede ser negada ni deshonrada ni siquiera por deseo de procreación”. De esta manera, “la unidad del matrimonio implica entonces una elección libre por parte de la mujer, quien tiene el derecho de exigir una reciprocidad exclusiva”.
La libertad juega un papel fundamental en todo esto. Y es que el documento resalta que la unión matrimonial auténtica surge de un consentimiento libre y maduro, por el cual dos personas deciden donarse mutuamente sin reservas. De esta manera, subraya que “el amor es abandono, pero el abandono solo es posible saliendo yo de mí mismo”. Esta idea, tomada del filósofo Søren Kierkegaard, indica que amar de verdad implica un acto de libertad: salir de la propia comodidad y egoísmo para entregarse a otro.
Por otro lado, el documento insiste en la reciprocidad y la igualdad de los esposos dentro de la unidad matrimonial. En el Génesis, la mujer es creada de la costilla del varón para indicar que no es una sierva a sus pies ni una dueña sobre su cabeza, sino una compañera “al lado”, de igual a igual. En esta línea, la Nota afirma que “estas dos personas constituyen una pareja, iguales en su dignidad radical, pero diferentes en su identidad individual. La plenitud de la unión está en esta igualdad hecha de reciprocidad necesaria, dialógica y complementaria”.
La monogamia, según este documento vaticano, no es sólo un ideal ético o social, sino también una vocación espiritual y un camino de santidad. Al ser sacramento, el matrimonio monógamo participa del amor mismo de Dios, que es Trinidad de Personas unidas en comunión. Esta comprensión sacramental eleva la exigencia y la dignidad del vínculo monógamo. “Esta realidad de ser ‘una sola carne’ adquiere con Cristo una motivación nueva y preciosa, y llega a su plenitud en el Sacramento del matrimonio”.
Finalmente, la Nota doctrinal insiste en que el amor monógamo no es estático, sino un camino de crecimiento permanente. En contra de la idea de que la rutina apaga el amor, la Iglesia propone que el matrimonio es una vocación en la cual la unidad y la fidelidad se fortalecen con los años, volviéndose cada vez más sólidas y profundas, pero que necesitan alimentarse. Así, lejos de hablar de “la indisolubilidad como obligación”, el Vaticano señala que debe fortalecerse “gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia”.
“El amor que no crece empieza a correr riesgos, y sólo podemos crecer correspondiendo a la gracia divina mediante más actos de amor, con gestos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres”, asevera. “La unidad matrimonial no es sólo una realidad a comprender en su sentido más bello, sino también una realidad dinámica, llamada a un desarrollo continuo”, apunta.
“El tiempo consagra la elección recíproca, refuerza el vínculo, profundiza la satisfacción de pertenecerse el uno al otro, embellece ese ‘nosotros’ que llega a sentirse indestructible”, insiste el documento. De esta manera, en un mundo de relaciones líquidas y efímeras, la Iglesia alza de nuevo la luz de aquella alianza conyugal “una y única”, reflejo del amor eterno y fiel de Dios por nosotros.
Al concluir el documento, la Santa Sede lanza un mensaje de esperanza especialmente a las iglesias locales de África, donde tantos matrimonios enfrentan la presión cultural de la poligamia. De esta manera, la Nota recuerda que incluso en las culturas africanas existen semillas del ideal monógamo en línea con el Evangelio. “Muchas tradiciones promueven de hecho el modelo monógamo como el ideal de matrimonio que corresponde a los designios divinos”.
Es decir, más allá de la tolerancia a la poligamia por razones sociales o económicas, en numerosos pueblos africanos se reconoce y valora la primera unión exclusiva entre un hombre y una mujer como la forma más elevada de matrimonio: aquella “dada por Dios”, según la sabiduría de la tradición.