España

50 años sin Franco: ¿se cayó en el “espejismo” de “un régimen cristiano eterno”?

| 20/11/2025 - 05:01

  • Los claretianos sufrieron una fuerte persecución por su fe en la Guerra Civil, con más de 270 víctimas
  • Dos de sus religiosos, Antonio Bellella (61 años) y Adrián de Prado (39), analizan el eco del franquismo
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Los claretianos fueron una de las congregaciones que más sufrieron la persecución por su fe en la Guerra Civil, con más de 270 víctimas (de las que 184 han sido ya beatificadas como “mártires”). Solo en la diócesis aragonesa de Barbastro vieron cómo, entre el 2 y el 15 de agosto de 1936, se arrebataba la vida a 51 de sus religiosos y seminaristas.



Desde entonces han pasado casi nueve décadas y, desde este 20 de noviembre, 50 años exactos de la muerte de Francisco Franco, el dictador que lideró la victoria del ejército en la contienda nacional y que impuso su régimen entre 1939 y 1975, cuando falleció. ¿Qué memoria queda de todos estos acontecimientos entre los claretianos de hoy? A ello tratan de responder dos de sus miembros, pertenecientes además a dos generaciones diferentes: Antonio Bellella, director del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) y, a sus 61 años, especialista en la historia de la vida consagrada en la época contemporánea; y Adrián de Prado, de 39 años, subdirector de la revista Vida Religiosa y profesor de Historia de la Iglesia antigua y Patrología en Comillas.

Desconocimiento

Reunidos en la sede del ITVR para este encuentro con Vida Nueva, Bellella admite sin ambages que una mayoría social “no conoce bien la historia reciente de España ni es consciente del significado de las transformaciones que experimentó nuestro país en la segunda mitad del siglo XX”.

Algo que obedece a “la falta de consideración actual de la historia”, cuyo estudio “no interesa mayormente”. Y es que, “paradójicamente, hay una abundante bibliografía sobre el tema”. El problema de fondo es que esta “no logra superar dos derivas netamente antihistóricas: la de convertir el conocimiento de la historia en una mera herramienta informativa, susceptible de ser manipulada en virtud de intereses particulares; y la de utilizarla como un arma arrojadiza, agazapada en la recámara de todo debate. A menudo se olvida que la historia no da saltos y que las verdaderas transformaciones son las silenciosas”.

Antonio Bellella, claretiano

En cuanto al “ámbito de la vida religiosa”, observa que en él “no se ignora mayormente qué fue la dictadura, qué supuso la Transición y qué transcendencia adquiere la responsabilidad de defender y cuidar la democracia”. Eso sí, “el problema estriba en una cierta incapacidad de sacar lecciones equilibradas y maduras de los casi 40 años de franquismo”.

Sin nostalgia

Por su conocimiento directo de la vida consagrada en España, Bellella sostiene que, “en general, no creo que entre los religiosos haya nostalgia de aquel tiempo, pero sí la tentación de buscar referencias en un período que nunca volverá. El recurso perezoso a las supuestas viejas glorias y el ánimo restauracionista, presente en ciertos grupos y personalidades eclesiales, ofusca la lectura correcta de la realidad eclesial actual y compromete su relación con la sociedad”.

Por ello, “no vendría mal conocer en profundidad, serenamente, el daño que hace todavía hoy a la Iglesia española la persistencia del integrismo decimonónico con su identificación acrítica de patria y fe católica. El franquismo se apoyó en esta identificación y me pregunto en qué medida sigue presente”.

“En lugar de buscar fuera de nosotros o de cargar la culpa de la situación actual de las comunidades de fe a los cambios culturales y políticos de los últimos años”, el director del ITVR plantea “abrir un debate constructivo” en torno a una gran cuestión: “¿Por qué, en 40 años de dictadura, en los que Iglesia y régimen político se apoyaron recíprocamente, no se logró crear un laicado responsable, bien formado, que en la Transición fuera capaz de proponer una presencia cristiana madura y políticamente responsable?”. Y un aldabonazo final: “¿Acaso la Iglesia cayó en el espejismo de la posibilidad de seguir viviendo eternamente en un régimen cristiano, desatendiendo las demandas sociales y descuidando su conciencia de misión?”.

No es un tema recurrente

Por su parte, De Prado recalca que “no tengo la sensación de que este haya sido un tema para la vida consagrada de estas últimas décadas, como sí lo ha sido, por buscar un paralelo, la memoria del Concilio Vaticano II y su recepción, sobre las que se vuelve con mayor frecuencia, hondura y matices”.

Así, admite que “habría que hacer un esfuerzo muy grande para que se recuerden las cosas tal y como fueron, y no creo que estemos dispuestos a ello (al menos, no forma parte de nuestras grandes preocupaciones). Lo digo con pesar, pues estoy convencido de que, sin un anhelo sincero y humilde de verdad (también en esto), la fe pierde raíz y mordiente”.

Adrián de Prado, claretiano

En consecuencia, “sería hermoso y fecundo, no solo volver a los datos y las historias que saltan a la vista, sino también preguntarse por la Iglesia inadvertida. Y reconocer en ella, además de su pecado, sus lecciones y frutos. Siempre he pensado que, aunque nunca se podrá saber a ciencia cierta por pertenecer al río de la intrahistoria unamuniana, mucho del espíritu de reconciliación y magnanimidad que se manifestó en la Transición debió de tejerse durante décadas a través de las obras de la fe”.

Protagonizadas todas ellas por “compatriotas en el trabajo, madres en la familia, religiosas en las aulas y curas en los confesionarios que, en ese lado oculto de la vida, fueron poniendo una mirada de fe para ayudar a restaurar, si no las quiebras del pasado, sí al menos las posibilidades del futuro”.

Fotos: Jesús G. Feria / Vida Nueva.

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