El Papa propone a san Benito José Labre, el “vagabundo de Dios”, “como patrono de todos los pobres sin hogar”
El papa León XIV ha presidido, con motivo del Jubileo de los Pobres –y la 9ª edición de jornada mundial dedicada a ellos desde que la instauró Francisco en el Jubileo de la Misericordia– la eucaristía en la Basílica de San Pedro ante 6.000 pobres y agentes de pastoral de entidades caritativas. Un buen grupo, unos 12.000 peregrinos, siguió la liturgia desde las pantallas de la Plaza. Con 1.300 de ellos, el pontífice comerá en el Aula Pablo VI.
En la homilía, a partir de las lecturas de la misa, invitó a “anclarse” en la esperanza de Jesús “incluso en medio de los acontecimientos no siempre alegres de la vida”, en el “el Reino que se acerca a cada persona en la venida del Hijo de Dios”. “Allí donde todas las esperanzas humanas parecen agotarse, se vuelve aún más firme la única certeza, más estable que el cielo y la tierra, de que el Señor no permitirá que ni un cabello de nuestra cabeza perezca”, añadió.
“En medio de las persecuciones, los sufrimientos, las dificultades y las opresiones de la vida y la sociedad, Dios no nos abandona”, reiteró el Papa. Dios, añadió, “se presenta como Aquel que aboga en favor nuestro” porque “siempre está del lado de los más pequeños, del huérfano, del extranjero y de la viuda” a lo largo de toda la Escritura. Para León XIV, “la presencia y la palabra de Cristo se convierten en un júbilo y un jubileo para los más pobres, ya que Él vino a anunciarles la Buena Nueva y a proclamar el año de gracia del Señor”.
Haciéndose eco de la exhortación ‘Dilexi te’, el Papa repitió a los destinatario de la Jornada estas palabras de Jesús: “Te he amado”. “Sí, a pesar de nuestra pequeñez y pobreza, Dios nos mira como nadie más y nos ama con un amor eterno. Y su Iglesia, aún hoy, quizá especialmente en nuestro tiempo, todavía herida por pobrezas ―antiguas y nuevas―, desea ser ‘madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia’”.
“¡Cuántas pobrezas oprimen nuestro mundo! Ante todo, son pobrezas materiales, pero también existen muchas situaciones morales y espirituales, que a menudo afectan sobre todo a los más jóvenes”, lamentó destacando un “drama que las atraviesa a todas de manera transversal, es la soledad”. “Debemos desarrollar es una cultura de la atención, precisamente para romper el muro de la soledad”, instó.
Ante la guerra y los grandes problemas, el pontífice invitó a superar “la globalización de la impotencia” que “nace de una mentira, de creer que esta historia siempre ha sido así y no podrá cambiar”. Y es que “el Evangelio, en cambio, nos dice que precisamente en las agitaciones de la historia, el Señor viene a salvarnos. Y nosotros, comunidad cristiana, debemos ser hoy, en medio de los pobres, signo vivo de esta salvación”. “La pobreza interpela a los cristianos, pero interpela también a todos aquellos que en la sociedad tienen roles de responsabilidad”, clamó haciendo un llamamiento a los líderes políticos ya que “no podrá haber paz sin justicia, y los pobres nos lo recuerdan de muchas maneras, con su migración, así como con su grito tantas veces sofocado por el mito del bienestar y del progreso que no tiene en cuenta a todos, y que incluso olvida a muchas criaturas abandonándolas a su propio destino”.
Tras agradecer el trabajo de los agentes de pastoral social y de los voluntarios, invitó a “buscar el Reino de Dios” que “implica el deseo de transformar la convivencia humana en un espacio de fraternidad y de dignidad para todos, sin excluir a nadie”; y a dejarse “inspirar por el testimonio de los santos y santas que han servido a Cristo en los más necesitados y lo han seguido en la vía de la pequeñez y de entrega” como san Benito José Labre el conocido como “vagabundo de Dios”, que añadió, “podría ser considerado como patrono de todos los pobres sin hogar”. Este santo francés del siglo XIX fue canonizado por León XIII.