El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, renueva el Voto de la Villa
El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, ha celebrado, un año más, la misa con motivo del Día de la Almudena, patrona de la capital. En la plaza de la catedral, el purpurado ha pedido a los políticos “cultivar la amistad y la cordialidad”, al mismo tiempo que ha recordado a los fieles, principalmente a los más jóvenes, que “la alegría no es una foto de Instagram”.
Durante la celebración, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha renovado el Voto de la Villa a la Virgen, pidiendo a la Almudena alejarse de “disputas estériles” y que Madrid preserve su “variedad y unidad”. En la celebración también ha estado la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, quien se ha marchado en ambulancia por una indisposición, así como representantes del resto de partidos políticos.
José Cobo, en la misa de la Almudena
Al comienzo de su homilía, Cobo ha señalado que “el Evangelio nos presenta a María al pie de la cruz, en la hora del mayor dolor. Extraña tensión esta entre la alegría y la pena, entre el júbilo de unos momentos y la devastación de otros. Entre la gloria y el duelo, la bendición y la perplejidad ante lo que no conseguimos entender”.
“¿No es esto algo que forma parte de todas nuestras vidas?”, se ha preguntado, para luego continuar: “La confluencia entre el júbilo y otras circunstancias que nos dejan doblegados, inseguros y confundidos. Miremos a donde miremos, seríamos injustos si nos quedásemos tan solo con los motivos para el desaliento, pese a lo mucho que nos pesan y cómo amenazan a la convivencia y al bien común”.
Pero “seríamos igualmente ingenuos si solo nos quedásemos con palabras bonitas o vagas declaraciones de optimismo. Lejos y cerca hay motivos para la esperanza, pero también los hay -y no pocos- para el temor y el desasosiego”, ha aseverado.
Y lo mismo ocurre, ha dicho el cardenal, si pensamos en lo personal. “¿Quién no tiene alegrías íntimas y, al mismo tiempo, duelos profundos? ¿Quién no pasa por etapas de confianza, pero también por momentos de vértigo en los que los problemas o hasta la muerte irrumpe a destiempo, derribando seguridades y removiendo cimientos?”, se ha cuestionado.
Como ha indicado Cobo, “Ella puede dar lo que tantos anhelan a nuestro alrededor: ayudar a encontrar sentido a la vida e iluminarnos en nuestro caminar compartido desde la escuela de la alegría verdadera, sin maquillajes ni rebajas”.
“Y sí, digo con toda intensidad ‘alegría verdadera’, porque muchas veces nos conformamos con versiones edulcoradas e insuficientes del gozo más profundo. Pensamos que estar alegre consiste en vivir de manera risueña los días amables, esos en que todo va bien, cuando todo parece salir de acuerdo con nuestras expectativas”, ha proseguido.
Al mismo tiempo, ha subrayado: “Otras veces nos dejamos llevar por esa ficción de la alegría, tan frecuente en las redes sociales y en tantos otros escaparates, en las que todo es sonrisa forzada, belleza retocada, falso entusiasmo, fortaleza y jovialidad trivial. En este caso alegría sería entonces la cara bonita de la vida”.
Para el arzobispo madrileño, “si afirmamos que María es Madre de la alegría, si creemos en el valor de las profecías y en la verdad de las promesas de Dios, entonces no podremos conformarnos con una alegría superficial, temporal y efímera, que dura lo que duran los ‘días buenos'”.
Sin embargo, “‘la alegría verdadera’ es la capacidad de encontrar un sentido que nos permita avanzar en los días amables, pero también en las horas de la tormenta y de la cruz”, ha asegurado.
“¿Es posible que María, al pie de la cruz, conserve la alegría?”, se ha preguntado. Y ha completado: “Si consideramos la alegría como un estado de ánimo, exultante y eufórico, la respuesta es rotundamente ‘no’. Ni es posible, ni es humano. ¿Cómo puede una madre, transida de dolor por el suplicio de su hijo, estar de otro modo más que doblegada?”.
“Lo que hay, y así lo dice Jesús desde la Cruz, es la conciencia de que la vida es más que el momento de dificultad. La vida sigue, pero con la victoria de Dios. María espera que la muerte de su Hijo no es la última palabra de Dios. Esa es la convicción que la sostiene”, ha añadido.
Según sus palabras, “María no deja de creer en las promesas de Dios, aunque no las entienda del todo. Solo ve la oscuridad de la cruz, pero intuye algo más. Por eso, aunque el momento presente sea sombrío, ella será capaz de mirar al futuro como el espacio de realización de las promesas, de esas cosas que iba guardando en su corazón, y que pone ante Dios”.
Al mismo respecto, ha exclamado: “Necesitamos esa mirada esperanzadora al futuro”. “No, amigos, la alegría no es un bienestar barato, ni un júbilo pasajero, ni una foto de Instagram. No es llevar una vida sin problemas, rehuyendo los conflictos o volviéndose ciegos ante la realidad. Tampoco consiste en ser invulnerables o pasar por la existencia sin heridas”, ha afirmado.
Y ha rematado: “La alegría es algo mucho más profundo, y María nos lo anuncia: es que haya en tu horizonte promesas capaces de tirar de ti. Y nosotros los cristianos las tenemos. La promesa de una vida que vence a la muerte. De una misericordia que nos hace mejores. De una justicia que es inmortal y no permite que el verdugo prevalezca sobre la víctima, ni la mentira sobre la verdad de Dios”.
En la segunda parte de su homilía, Cobo ha destacado que la “esperanza no se camina en solitario. Es una esperanza compartida”. “Y es que María nos ayuda a entender que la vida siempre se comparte si se vive en verdad. Se comparte en los momentos de gozo y también en los de desolación”, ha señalado.
Como ha dicho Cobo, “María nos convoca a compartir la vida a los pies de la cruz, de cada cruz, que es una llamada a estar ahí como ella, con ella”. “María y Juan, la madre y el discípulo -que somos nosotros- se convierten en modelos de una historia fecunda que se forja entre el dolor y la esperanza entrelazada y compartida”, ha añadido.
Para el cardenal, “en nuestro Madrid hay muchas cruces que nos convocan, nos llaman a estar allí juntos, como la Madre y el discípulo. Nos llaman a la Iglesia y a quienes quieran con nosotros estar y mirar”.
Y ha enumerado esas cruces: “Es el sufrimiento de las nuevas formas de pobreza que aumentan, el incremento de la pobreza infantil y la ampliación de la brecha social, la pérdida de sentido de la vida en los jóvenes, la dificultad para acceder a una vivienda digna incluso contando con trabajo, o las crecientes trabas a los migrantes que mayoritariamente producen riqueza y bienestar en nuestra sociedad”.
“Con María, la que tira muros y aparece cuando las murallas se derriban, aprendemos a estar al pie de cada cruz como Iglesia en Madrid. No para solucionar lo que nos desborda, sino para compartir y buscar entre todos las soluciones capaces de sostener la dignidad inviolable de cada ser humano”, ha subrayado.
A este respecto, Cobo ha insistido en que “no valen los gritos, ni los reproches, ni la demonización de quien tiene otra forma de ver las cosas. Tan solo se pide mirar de cara a las cruces y a los ojos de los crucificados, conmoverse y aprender. Es la actitud del humilde que aspira aprender de la realidad”.
Por eso, “necesitamos hoy imperiosamente, cada uno desde nuestra responsabilidad, cultivar la amistad y la cordialidad como actitudes básicas para la convivencia. Amistad y cordialidad como las que median entre la Madre y el discípulo, que aprenden a esperar y a estar ante cada cruz de una forma creativa y diferente”.
Así, ha apuntado que “necesitamos esa amabilidad elemental en nuestras comunidades, en la Iglesia, en las instituciones vecinales y en la política y entre nuestros políticos. También en nuestros medios de comunicación y redes”.
Al término de su homilía, Cobo ha indicado que “hoy nos presentamos ante Nuestra Señora de la Almudena, muy distintos y a veces distantes, pero todos le pedimos ser protegidos bajo su mismo manto maternal que nos abraza si miramos juntos a cada cruz como rostro de Cristo”.
Y ha concluido: “Hoy venimos a los pies de la Madre. Aquí siempre tendremos un hogar, una casa, una escuela de fe, confianza y afecto, con las puertas bien abiertas de par en par a todos, para que siempre encontremos a una madre que, cada día, nos acerca a su Hijo, Jesús, nuestra alegría”.