La Declaración ‘Nostra Aetate’ sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas del Vaticano II, cumple 60 años y en el Vaticano se ha celebrado por todo lo alto en un acto en el que han participado representantes de las religiones del mundo, los miembros del cuerpo diplomático y un buen grupo de católicos comprometidos con el diálogo interreligioso. El Dicasterio para el Diálogo Interreligioso y de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo organizaron una velada “para celebrar seis décadas de diálogo, amistad y cooperación entre los seguidores de las religiones del mundo, inspirados en la Declaración ‘Nostra Aetate’, uno de los documentos más innovadores del Concilio Vaticano II”.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En el Aula Pablo VI del Vaticano se han congregado líderes y representantes del judaísmo, el islam, el hinduismo, el jainismo, el sijismo, el budismo, el zoroastrismo, confucianismo, taoísmo, sintoísmo y religiones tradicionales africanas que han podido saludar al papa León XIV que ha pronunciado un discurso al que ha seguido de una oración silenciosa por la paz. Para el pontífice, “hace 60 años se plantó una semilla de esperanza para el diálogo interreligioso”.
El diálogo como forma de fida
“Hoy, su presencia atestigua que esta semilla ha crecido hasta convertirse en un árbol poderoso, cuyas ramas se extienden a lo largo y ancho, ofreciendo cobijo y dando los ricos frutos de la comprensión, la amistad, la cooperación y la paz”, proclamó el pontífice precisamente ante un árbol situado para la ocasión en el escenario de la sala de audiencias. Este texto, para el Papa, “nos abrió los ojos a un principio simple pero profundo: el diálogo no es una táctica o una herramienta, sino una forma de vida, un viaje del corazón que transforma a todos los implicados, al que escucha y al que habla”.
Y es que, prosiguió, el diálogo auténtico “no comienza en el compromiso sino en la convicción, en las raíces profundas de nuestra propia creencia que nos da la fuerza para llegar a los demás en el amor”. En este sentido recordó a quienes han trabajado en esta clave y han sido incluso “mártires por el diálogo, que se opusieron a la violencia y al odio”. Pero recalcó que este mensaje sigue siendo “de gran actualidad” ya que las religiones siguen intentando responder a “la inquietud del corazón humano”; y por ello la Iglesia católica “no rechaza nada de lo que hay de verdadero y santo en estas religiones.”
Para León XIV “no podemos invocar verdaderamente a Dios, Padre de todos, si nos negamos a tratar fraternalmente a cualquier hombre o mujer creados a imagen de Dios”. Así, manifestó su deseo de abrir “una nueva relación entre la Iglesia y el judaísmo” puesto que todos los líderes religiosos “comparten una responsabilidad sagrada: ayudar a nuestros pueblos a liberarse de las cadenas de los prejuicios, la ira y el odio; ayudarles a elevarse por encima del egoísmo y el egocentrismo; ayudarles a superar la codicia que destruye tanto el espíritu humano como la tierra”. Para ello invitó a desarrollar la profecía siendo “voces que denuncien la violencia y la injusticia, sanen la división y proclamen la paz para todos nuestros hermanos y hermanas”, llevando “esperanza a una humanidad que a menudo se ve tentada por la desesperación”.