La escritora Luz Gabás
La autora de ‘Palmeras en la nieve’ nos transporta a la California de 1849 con ‘Corazón de oro’, una novela de aventuras, emociones y fronteras. En un territorio que cambia de manos y de alma –de los nativos a los españoles, de los mexicanos a los estadounidenses–, hombres y mujeres sin patria ni certezas buscan su lugar en el mundo. Hay caballos, polvo, codicia y esperanza, pero no es un wéstern: es la historia de un amor que resiste al desarraigo, del duelo entre dos mundos, y de la fe en lo humano cuando todo se tambalea.
PREGUNTA.- Su nueva novela nos transporta a la California de 1849. ¿Por qué esa época?
RESPUESTA.- Porque conozco California. Viví allí de joven y fue mi propio viaje iniciático. Además, al preparar ‘Lejos de Luisiana’, aprendí mucho sobre la presencia española en el corazón de Estados Unidos. Cuando esa historia termina, en 1803, justo cuando empieza la expansión hacia el Oeste, pensé: yo también tengo que ir hacia el Oeste. 1849 es un período de cambio: el fin del mundo hispano-mexicano y el inicio del estadounidense.
P.- ¿A qué sería equiparable hoy aquella fiebre del oro del siglo XIX?
R.- A las grandes migraciones hacia Occidente: jóvenes que buscan una vida mejor, una promesa de prosperidad. En el fondo, las mejores historias siempre son de amor. Hay una frase del equipo de marketing que lo resume: “Cuando el oro desató la locura, el amor marcó el rumbo”. Cuando todo se tambalea, el amor –romántico, familiar o por la tierra– es lo que te sostiene.
P.- ¿Cree que su novela acabará en serie o película?
R.- Todas mis novelas podrían ser películas. ‘Corazón de oro’ es muy visual, con la estética del wéstern: caballos, ganado, libertad, decisiones propias… No es un wéstern clásico, pero sí comparte su espíritu. Sería una película muy bonita. (…)
P.- En sus novelas se percibe fe en el ser humano y mucha compasión.
R.- Soy una persona muy empática, y esa empatía lleva a la compasión. Y sí, los seres humanos somos un derroche de pasión, a veces contenida, pero eso es vida.
P.- ¿Es una mujer de fe?
R.- Sí, soy católica practicante. Voy a misa todos los domingos y me sienta bien. Pero, más allá de la religión, todas las personas deberían cultivar su parte espiritual –salvo las religiones que infravaloran a las mujeres–. Es necesario desarrollar esa dimensión, porque quizás exista algo más allá de lo tangible.