Al concluir el coloquio ‘Migración y teología’, Eugenio Lira, comparte a Vida Nueva que llevaron a cabo un discernimiento de “la manera en la que academia y pastoral pueden contribuir a que la sociedad tenga una visión objetiva de los migrantes”
Migrantes. Foto: EFE
El obispo de Matamoros-Reynosa, responsable de la Dimensión de Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Eugenio Lira Rugarcía, pidió ver a los migrantes no solo como “sujetos de necesidades, sino también generadores de cultura, de espiritualidad y de crecimiento económico y social”.
Al concluir el coloquio ‘Migración y teología’, efectuado del 9 al 11 de octubre en la universidad IBERO de la ciudad de Tijuana, el obispo Lira compartió con Vida Nueva que en el encuentro reflexionaron sobre la política migratoria en México y Estados Unidos, además de llevar a cabo un discernimiento de “la manera en la que academia y la pastoral pueden contribuir a que la sociedad tenga una visión objetiva de los migrantes”.
De esta forma -añadió el obispo- “haciendo sinergia con los migrantes, construyamos comunidades que, reconociendo, respetando, promoviendo y defendiendo los derechos y los deberes que todos los seres humanos tenemos, afronten, de manera subsidiaria y solidaria, las causas estructurales y culturales de la exclusión, la inseguridad, la pobreza y la violencia, cuidando la tierra, nuestra casa común. Así, la migración será una elección y no una necesidad. Y cuando se elija, se dé en condiciones dignas y seguras”.
PREGUNTA.- ¿Cuál es la relevancia del coloquio ‘Migración y teología’, titulado ‘Retos de la movilidad humana ante los nuevos horizontes políticos de México y Estados Unidos desde la perspectiva cristiana’?
RESPUESTA.- Fuimos convocados por Catholic Theological Ethics y con el apoyo de generosos bienhechores, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicas y laicos comprometidos con la causa de los migrantes, nos reunimos representantes de ocho países, algunos de manera digital, dialogamos sobre la migración, escuchando y hablando con migrantes. Lo valioso de esta experiencia es que se logró un encuentro entre la academia, la pastoral, la experiencia de quienes atienden a los migrantes, así como de aquellos que han vivido en carne propia la migración en condiciones de pobreza.
Participantes del coloquio ‘Migración y teología’, de visita al muro en la frontera entre México y Estados Unidos. Foto: obispo Eugenio Lira
Esto nos permitió mirar mejor la realidad, y, en un ambiente de oración, comprometernos a unir esfuerzos entre la academia y la pastoral para contribuir a la formación de los agentes de pastoral; la atención directa a los migrantes, especialmente de aquellos que están sufriendo por la política de deportación masiva; a favorecer una información veraz; y a promover la participación de la sociedad en la toma de decisiones de tal manera que siempre se respete la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales.
P.- ¿Considera que las drásticas medidas de la política migratoria del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han contribuido en la disminución en el número de migrantes que quieren llegar a ese país?
R.- Aunque todavía algunos migrantes indocumentados llegan a cruzar la frontera, la cantidad de los que lo intentan ha disminuido drásticamente. Y esto no solamente se da en la frontera norte de México, sino también en la frontera sur.
Los migrantes pobres viven una terrible vulnerabilidad al verse obligados a migrar de manera irregular. Al salir de su casa y de su tierra, experimentan dolor e incertidumbre. Al ir de camino, enfrentan diversos peligros. Al llegar a su destino, se convierten en personas sin derechos sociales y sin posibilidad de exigir justicia. Y cuando son detenidos y deportados, sufren la separación de su familia, la interrupción abrupta de su vida laboral y social -lo que también afecta en muchos aspectos a su comunidad de origen y aquella en la que estaban-, y padecen dificultades para adaptarse al retornar después de varios años.
Esta es la realidad que debemos enfrentar como sociedad buscando una respuesta adecuada. Y esto, como enseña la Doctrina Social de la Iglesia, implica una regulación de los flujos migratorios según criterios de equidad y de equilibrio para que se realice con las garantías que exige la dignidad humana.