Una voluntaria de Cáritas Jerusalén en Gaza
El conflicto entre Israel y Gaza, calificado por muchos como de genocidio y masacre, ha dejado ya al menos 66.000 muertos por los ataques del Ejercito israelí desde el brutal atentado de Hamás en territorio israelí el pasado 7 de octubre de 2023. Cada semana, en su boletín diario, el ministerio gazatí de Sanidad –controlado por Hamás– ofrece nuevas cifras que elevan el número de víctimas, muchas de ellas niños. Mientras, en la única parroquia católica de Gaza, la Sagrada Familia, se refugian de las bombas e imploran a Dios el cese de los ataques. El pasado julio, uno de esos ataques acabó con la vida de tres personas y varias resultaron heridas. Su párroco, Gabriel Romanelli, con quien el papa Francisco hablaba todos los días y con el que León XIV está en permanente comunicación, resultó herido en una pierna.
El templo católico no ha sido el único espacio cristiano atacado en estos dos años. Tel Aviv ha bombardeado la iglesia ortodoxa griega de San Porfirio, además de obras asistenciales como el hospital árabe Al-Ahli y el centro cultural y social Árabe Ortodoxo. Eso, sin contar con las propias viviendas de los cristianos. De hecho, en total se han contabilizado 44 cristianos gazatíes fallecidos, directamente por los ataques de las fuerzas israelíes o indirectamente debido a las graves condiciones humanitarias, incluyendo la hambruna y las escasez medicinas.
Lo cierto es que, si en la propia Israel, a lo largo de las últimas décadas, la presencia cristiana ha ido mermando, en Gaza no ha sido menos. En la actualidad, apenas queda una pequeña comunidad de unas 500 personas. Antes del ataque del 7 de octubre, según el informe ‘¿Dónde viven los cristianos de Tierra Santa?’ publicado por la Alianza por la Paz de los Cristianos Palestinos, había unos 1.200 en Gaza. Otras fuentes señalan que eran alrededor de 1.100 y que allá por el año 2007, cuando Hamás asumió el control total de la zona, los cristianos estaban en torno a 3.000. El padre Romanelli cifra el número de cristianos antes del fatídico 7 de octubre de 2023 en 1.017.
Sea como fuere, la realidad es que apenas quedan cristianos en la Franja. Y los pocos que hay viven permanentemente con miedo y mirando al cielo, esperando que Dios haga un milagro, pero también que no caiga ninguna bomba sobre sus cabezas.
Hanna Khoury, es un cristiano greco-ortodoxo y reside en Jerusalén. Recién llegado a Tierra Santa tras un viaje a España, a pesar de las tensiones, valora para ‘Vida Nueva’ estos dos años de sufrimiento en primera persona. Hanna, a quien sus amigos llaman ‘Juan’, es guía turístico y diácono de la Iglesia Ortodoxa Siríaca de Antioquía.
“Nací aquí y sigo viviendo en Tierra Santa. Lo que vivimos hoy no es algo nuevo, sino una continuación de una realidad muy antigua”, afirma en conversación con esta revista. Confiesa tener miedo, sobre todo “miedo al futuro”, pero también “tenemos esperanza”. “La presencia cristiana en Jerusalén y en toda Tierra Santa está en una situación muy frágil, y no solo por lo que pasa ahora, sino desde hace mucho tiempo. Los cristianos no queremos guerras, queremos vivir en paz, con justicia y respeto a las leyes. Pero, como dijo Cristo, esta tierra verá muchos sufrimientos, y eso es lo que vivimos hoy”, subraya.
Asimismo, reconoce que “apenas tenemos contactos con los cristianos de Gaza” y recuerda que los núcleos cristianos en Tierra Santa están principalmente en Nazaret, Haifa y Jerusalén. Sin olvidar Taybeh, un pueblo íntegramente cristiano en Cisjordania con unos 1.500 habitantes. Belén y otros lugares vecinos como Beit Sahour o Beit Jala también cuentan con una importante comunidad cristiana.
“Lo primordial es mantener lo que tenemos, no solo para los cristianos que vivimos aquí, sino también para los peregrinos que vienen a visitar el país. El futuro… nadie sabe cómo será. Es difícil de predecir, pero, con la oración, tenemos la esperanza de que llegue la paz, una paz verdadera para todos los que vivimos en la Tierra Santa”, dice Khoury.