El claretiano Luis Ángel de las Heras ha visitado en estos días los lugares más castigados de la región por los fuegos de agosto, de la mano de Cáritas Española
En un mano a mano, el obispo de León, Luis Ángel de las Heras, y el presidente de Cáritas Española, Manuel Bretón, han liderado estos días una delegación de Cáritas para acompañar a los vecinos más afectados por los incendios forestales en las Diócesis de Astorga y de León. Después de la ayuda ofrecida en plena emergencia durante el mes de agosto, ahora la Iglesia analiza como apoyar a las comunidades castigadas por los fuegos en los próximos meses. El pastor claretiano analiza para ‘Vida Nueva’ los desafíos que deja por delante el verano más aciago para la España rural.
PREGUNTA.- ¿Se imaginaba un verano tan aciago como este?
RESPUESTA.- No, de ninguna manera. Es verdad que el hecho de que en julio hiciera bastante frío no me gustó nada, porque me llevó a pensar que agosto vendría con demasiado calor. Efectivamente, así fue, pero no imaginábamos desembocaría en unos incendios de tal magnitud, fuera de control, por esas altísimas temperaturas y los cambios de dirección del viento. Ha sido catastrófico ver cómo se quemaba el patrimonio natural y cómo ardían las casas de los pueblos, y, por supuesto, que el fuego se haya cobrado la vida de varias personas. Eso sí, a pesar de que se nombra a León constantemente, el territorio eclesiástico más castigado ha sido y es el de la Diócesis hermana de Astorga. Nosotros hemos sufrido desalojos y montes quemados. Ha sido sobrecogedor.
P.- ¿La Iglesia ha salido al quite?
R.- Por supuesto, tanto desde lo institucional, como a pie de calle los propios sacerdotes, los ciudadanos… Hemos puesto a disposición todo lo que ha estado en nuestra mano desde la Diócesis de León, con Cáritas canalizando toda la ayuda. Hemos ofrecido a los alcaldes todos los recursos disponibles, desde alojamiento a bienes de primera necesidad, pero lo cierto es que, en este ámbito, las administraciones públicas han respondido frente a los desalojados.
P.- ¿Cuál es el papel de un obispo ante una emergencia como esta?
R.- Estar al servicio de todos y de cada uno. Me he concentrado en dar ánimo a los párrocos, porque son los primeros que se han visto desconcertados al ver en peligro a sus comunidades y a parajes extraordinarios. Frente a la impotencia que a todos nos consume, hay que dar esperanza y ánimo. En los peores momentos, uno llega a pensar que esto no tiene fin… Ahí también la oración es clave, para acompañar y consolar. En paralelo, he estado en contacto permanente con Cáritas para coordinar la ayuda que sea necesaria.
P.- ¿Saca algo en claro de todo lo sucedido?
R.- En estos días me brota una reflexión constante. Esta desgracia nos tiene que hacer más corresponsables del cuidado de la Casa común, de la naturaleza, de esos espacios que hemos perdido de un día para otro, que son un pulmón, pero también una forma de vida. Ahí los cristianos tenemos que implicarnos especialmente, máxime después de las líneas marcadas por Francisco en Laudato si’.
P.- ¿Cómo se hace para no avivar el incendio político permanente?
R.- No entrando en discusión o en valoraciones que puedan incendiar más la crisis abierta. Ante una catástrofe siempre hay que buscar responsabilidades, pero hay que situarlas en su contexto y, sobre todo, mirar al futuro para que no vuelva a ocurrir una cosa así, en la medida de las posibilidades. Hay elementos que son imprevisibles, pero otros, como la limpieza de los montes, que deben formar parte de los planes de prevención. Está claro que hace falta más inversión en un medio rural que ha cambiado, porque ya no cuenta con tantos habitantes, donde falta el ganado que ayudaba a rebajar los riesgos en el campo… En esta y otras tantas materias hay que contar con los vecinos, que se han portado extraordinariamente y han colaborado en todo. En algunos sitios no han querido dejar sus pueblos para luchar contra el fuego y lo han logrado. Por otro lado, hay que dejar que los profesionales actúen con los medios que tienen y las condiciones adversas a las que se enfrentan. Es tiempo de ponerse a trabajar juntos. Nunca he entendido que porque una administración sea de un partido y otra administración, de otro, se generen diferencias y no se pueda ir de la mano en un momento especialmente complicado como este. Ante una pruebas así, hay que olvidarse de cualquier color político y caminar juntos, dejando a un lado batallas y disputas.