Migrantes y refugiados en la frontera de Estados Unidos. Foto: EFE
La Iglesia en América hizo un llamado al trabajo por los migrantes, tomando como base la ‘Carta Pastoral: Lo vio, se acercó y lo cuidó’ —Caminando con personas migrantes, refugiadas, desplazadas internas y sobrevivientes de trata—’.
El documento refleja la preocupación y acción de los obispos de Centroamérica, Latinoamérica y Norteamérica, y busca ser no solo un diagnóstico sino “una hoja de ruta para la acción pastoral de movilidad humana y desplazamiento forzado en la región”.
Este 15 de julio se reunieron de forma virtual para presentar la carta los representantes de la Iglesia en América que tuvieron un papel fundamental en la elaboración y difusión de este documento.
La directora de Derechos Humanos Integrales en Acción, Blanca Navarrete, moderó el conversatorio, en el que también participaron el secretario ejecutivo de la Red Clamor, Elvy Monzant; el presidente del Observatorio Socio Pastoral de Movilidad Humana de Mesoamérica y el Caribe (OSMECA), el obispo Daniel Blanco; el director del OSMECA, el padre Gustavo Meneses; el director del Instituto Fronterizo Esperanza en El Paso, Texas, Dylan Corbett y el coordinador de la Comisión de Reflexión y Formación de la Red Clamor, Gerardo Cruz.
De acuerdo con el tríptico difundido, en el que se resume el contenido de la carta -publicada el 11 de noviembre de 2024-, ésta se gesta “fruto de la reflexión realizada en ambiente sinodal por obispos, agentes de pastoral y población migrante, que por más de 10 años se han reunido periódicamente para lograr una mayor integración y coordinación en el acompañamiento de la población migrante, que se desplaza entre Norte, Centroamérica y el Caribe”.
En la carta se señala que las casas de migrantes, centros de acogida, comedores y refugios atendidos por consagrados, laicos y voluntarios, son “una luz de esperanza ante sociedades donde la globalización de la indiferencia ha anestesiado la conciencia y el corazón”.
En ese sentido, se exhorta a los creyentes y personas de buena voluntad a conformar “‘redes de solidaridad’, donde nadie sea excluido. Como Iglesia peregrina, estamos llamados a caminar junto a quienes hoy buscan un futuro digno, recordando que ‘en el rostro del migrante está el rostro de Cristo'”.