“Los recientes datos del Censo 2024, extraídos desde la pregunta ‘¿Cuál es su religión o credo?’, junto a diversos estudios nacionales e internacionales, nos sitúan frente a una realidad ineludible: ha disminuido la afiliación formal a la Iglesia católica, mientras crece la adhesión a hermanos evangélicos; pero, sobre todo, aumenta significativamente la población que declara no tener religión o credo”. Así comienza su mensaje el arzobispo de La Serena y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, René Rebolledo.
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La publicación de los primeros resultados del Censo nacional de población y vivienda realizado en 2024 muestra que continúa el declive del catolicismo en Chile: mientras en 1992 el 76,9% de la población se identificaba como católica, ese porcentaje cayó a 54% en 2024, aún así la religión católica sigue siendo la más profesada. Le sigue la religión evangélica o protestante, que ha ido en aumento, pasando de 13,2% en 1992 y 15,1% en 2002 a 16,3% en 2024.
A su vez, el 25,8% de la población de 15 años o más declara no tener religión o credo, cifra que era 8,3% en 2002, lo que muestra una importante transformación en el ámbito espiritual que está generando un nuevo paisaje religioso del país.
Pequeñas comunidades
“En este contexto -continúa el arzobispo-, se vuelve cada vez más claro que la fe cristiana hoy no se vive por herencia u ósmosis, sino por convicción. No basta haber crecido en una familia creyente, tampoco con el bautismo recibido en la infancia”. Y, luego de recordar la Carta a los Hebreos 11,1, afirma: “Creer es un don de Dios que exige una opción personal, reflexionada, razonada y libre: ¡Es adhesión a Cristo el Señor, a su Evangelio de vida, que abre a un presente y porvenir de esperanza!”.
Continúa el mensaje: “En una época marcada por el individualismo, la primacía del beneficio personal sobre el colectivo, además del temor y la desesperanza, la fe cristiana se presenta como un don que madura en el silencio, pero que se vive en fraternidad, en comunidades tal vez más pequeñas, pero vivas y creativas”.
El arzobispo recuerda un texto “de un joven Joseph Ratzinger (futuro papa Benedicto XVI) que anticipó a fines de la década de 1960” que este proceso de cambios sociales y culturales “la hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños […] Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte”.
Diálogo, escucha y sinodalidad
Con esta visión, Rebolledo llama a que “este ‘nuevo’ modo de ser Iglesia, presencia esperanzada, se vive desde el diálogo, la escucha y la sinodalidad, como nos llamó a vivir el papa Francisco y nos lo repite el papa León XIV”.
Para el arzobispo esta manera de ser Iglesia y vivir la fe, en comunidades pequeñas de relaciones interpersonales, testimonios y acompañamiento, será también “hospital de campaña, llamada a atender las heridas del mundo actual, incluidas aquellas provocadas por algunos de sus propios miembros a hermanas y hermanos de camino”.
Agrega que “la unidad de los cristianos, en este nuevo escenario, se convierte en un testimonio esencial” y “el diálogo interreligioso se presenta como un camino necesario para reconocer la dignidad de quienes buscan a Dios desde otras tradiciones de fe”.
Rebolledo concluye su mensaje proponiendo “reforzar el discernimiento pastoral y eclesial en Chile, a partir de las siguientes claves”:
- “Aceptar con realismo y esperanza que estamos en un tiempo de minorías creativas desde la fe”.
- “Promover una pastoral de iniciación y acompañamiento personal, centrado en Jesucristo y su Evangelio, en la que los sacramentos constituyan el lugar natural y necesario de encuentro comunitario con el Señor, y en el que la vida fraterna sea instancias de comunión y sentido, así como un camino de sanación y fraternidad”.
- “Fomentar comunidades pequeñas pero significativas, donde la fe se viva como experiencia vital compartida y no como mera identidad cultural”.
Lucidez y valentía
Las otras claves que indica son: acoger a migrantes valorando su cultura; cuidar y fortalecer la familia, cultivando en ella los valores evangélicos; evangelizar a los jóvenes; apreciar y promover la Piedad Popular; y, dialogar con las nuevas espiritualidades.
“Hoy, como ayer, creer es un acto de libertad y amor. ¡Es un sí silencioso, cotidiano y esperanzado! Que tengamos la lucidez y la valentía para acompañar esa fe pequeña, pero auténtica. ¡Junto al Señor, podamos ofrecer al mundo -incluso en la incertidumbre- el horizonte de la esperanza cristiana!”, finaliza el arzobispo Rebolledo.