‘Semillas de paz y esperanza’ es, tal como ha recordado León XIV en su mensaje –hecho público este lunes por el Vaticano– el lema elegido por el papa Francisco para la próxima Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. “En el décimo aniversario de la institución de la Jornada, que coincidió con la publicación de la encíclica Laudato si’, nos encontramos en pleno Jubileo, como peregrinos de esperanza”, subraya el pontífice.
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Así, León XIV recuerda que, en múltiples ocasiones, Jesús, en su predicación, “utiliza la imagen de la semilla para hablar del Reino de Dios, y en la víspera de la Pasión la aplica a sí mismo, comparándose con el grano de trigo, que debe morir para dar fruto”. “Pensemos, por ejemplo, en las flores que crecen al borde de las carreteras: nadie las ha plantado, y sin embargo crecen gracias a semillas que han llegado allí casi por casualidad y logran adornar el gris del asfalto e incluso romper su dura superficie”, asevera el Papa. “Por lo tanto, en Cristo somos semillas. No sólo eso, sino semillas de paz y esperanza”.
“Estas palabras proféticas”, continua, “afirman con fuerza que, junto con la oración, son necesarias la voluntad y las acciones concretas que hacen perceptible esta ‘caricia de Dios’ sobre el mundo”. Y es que “la justicia y el derecho parecen arreglar la inhóspita naturaleza del desierto”.
De esta manera, el Papa señala que se trata de un anuncio de “extraordinaria actualidad”. “En diversas partes del mundo es ya evidente que nuestra tierra se está deteriorando. En todas partes, la injusticia, la violación del derecho internacional y de los derechos de los pueblos, las desigualdades y la codicia que de ellas se derivan producen deforestación, contaminación y pérdida de biodiversidad”, lamenta en su mensaje.
Justicia social
“Parece que aún no se tiene conciencia”, continúa, “de que destruir la naturaleza no perjudica a todos del mismo modo: pisotear la justicia y la paz significa afectar sobre todo a los más pobres, a los marginados, a los excluidos. En este contexto, es emblemático el sufrimiento de las comunidades indígenas”.
Asimismo, el Papa denuncia que, en este contexto, “la propia naturaleza se convierte a veces en un instrumento de intercambio, en un bien que se negocia para obtener ventajas económicas o políticas”, de tal modo que “los conflictos que se desatan en torno a las fuentes de agua, la distribución desigual de las materias primas, que penaliza a las poblaciones más débiles y socava su propia estabilidad social”.
“Estas diversas heridas son consecuencia del pecado”, advierte. “Sin duda, esto no es lo que Dios tenía en mente cuando confió la Tierra al hombre creado a su imagen”. Por ello, “la justicia ambiental —anunciada implícitamente por los profetas— ya no puede considerarse un concepto abstracto o un objetivo lejano”, sino que “representa una necesidad urgente que va más allá de la simple protección del medio ambiente”.
“En realidad, se trata de una cuestión de justicia social, económica y antropológica”, asegura el Papa. “Para los creyentes, además, es una exigencia teológica que, para los cristianos, tiene el rostro de Jesucristo, en quien todo ha sido creado y redimido. En un mundo en el que los más frágiles son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación, el cuidado de la creación se convierte en una cuestión de fe y de humanidad”. Por ello, “es hora de pasar de las palabras a los hechos”.