“La educación no es tarea de héroes solitarios, sino de comunidades comprometidas, de redes vivas”. Con este desafío por delante, Miguel Ángel Dieste, como director del Congreso Marianista de Educación y director ejecutivo de la Red de Colegios Marianistas, dio el pistoletazo de salida al encuentro de formación y reflexión que reúne desde ayer y hasta mañana a cerca de setecientos educadores que trabajan tanto en los centros de esta familia carismática como en la editorial SM.
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El religioso marianista describió que “somos educadores, con acentos diversos, pero con una misma pasión, la educación marianista, una misión educativa a través de los colegios y de SM”. “Cuidar el futuro es un compromiso con la sociedad, es mirar la realidad con ojos de fe y corazón esperanzado”, añadió.
Razón de ser
Dieste cerró el turno de intervenciones en la fase inaugural de este congreso de la mano de Mayte Ortiz, directora de la Fundación SM, y subdirectora del congreso. Ortiz aplaudió “el coraje y la valentía” de los educadores para poner en el centro a los niños, la razón de ser de cada una de las presencias marianistas.
Antes que Diete y Ortiz, intervinieron en la apertura del congreso otras autoridades del ámbito educativo y eclesial. La consejera de Educación de Aragón, Tomasa Hernández, elogió a los docentes por ser “el pilar del sistema educativo” y su “capacidad transformadora” para “enseñar a los niños a pensar, a ser libres”. El arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, se adentró en las raíces marianistas para subrayar “el horizonte humanizador y evangelizador” legado por el beato Chaminade.
Acompañar
En su intervención, el secretario general de Escuelas Católicas, Pedro Huerta, se detuvo en el lema del encuentro para enfatizar que “el futuro no se improvisa ni se delega, sino que se cuida, se acompaña, se educa”.
El religioso trinitario hizo hincapié en cómo “en un mundo que tiende a fragmentar, a competir, a medirlo todo en resultados inmediatos, la escuela marianista se presenta como una alternativa”. Así, se configura como “espacio donde se aprende desde la vida, para la vida y con una orientación clara hacia lo trascendente”.
Remitiéndose al marianista Domingo Lázaro, se sumó a su pedagogía “del respeto, de la confianza, del acompañamiento que no invade, sino que ilumina”. “En tiempos en los que muchas propuestas educativas tienden a uniformar, a reducir, a colonizar el interior de los jóvenes con discursos cerrados… la propuesta Lázaro sigue siendo profundamente subversiva”, compartió con el auditorio.
Pilar firme
Desde la familia marianista internacional, tomaron la palabra Dennis Bautista, asistente General de Educación de la Compañía de María, y Clotilde Fernández del Pozo, asistente General de Educación de las Hijas de María Inmaculada. “Si el beato Chaminade viviera hoy, creo que se asombraría”, apuntó, al recordar que 115.000 alumnos se forman los colegios marianistas distribuidos en 20 países. Fernández del Pozo señaló, con la mirada puesta en la beata a Adela de Batz de Trenquelléon, aplaudió cómo el futuro “se cuida cada día asociándonos con nuestra Madre, somos sus colaboradores, ella es el pilar firme”.
Tras el acto inaugural, dos ponentes iluminaron a los presentes en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza: Gregorio Luri y Fernando Reimers. El filósofo Gregorio Luri planteó la necesidad de que la escuela cristiana sea un espacio en el que “la persona nunca es evidente” y donde se promueve “la relación entre lo posible y lo real”. A la par, puso sobre la mesa el valor moral del reconocimiento y el valor de la cultura común.
Reto digital
De la misma manera, no dudó en abordar la que presentó la llamada “guerra de las pantallas”. “Hace cuatro días las pantallas nos iban a solucionar todo, hoy se han convertido en un elemento pernicioso”, dejó caer, intentando trascender esta batalla: “¿Por qué no hacemos de las buenas prácticas el criterio?”.
Durante su conferencia, Fernando Reimers subrayó como la educación es un reto político, ético y vital. En un momento en que “la humanidad atraviesa por una crisis de la democracia”, el pensador hizo un llamamiento para que la aulas sean un lugar en que se eduque a ciudadanos críticos y comprometidos con su entorno, donde se fomente la vocación política en su acepción más sana: “el servicio al bien común”.