Acaba de recibir el premio de la Peña Primera Plana, un reconocimiento más en una carrera que no necesita adornos. María José Cantudo es una mujer inmensa. No solo por su legado como actriz –referente del teatro, el musical y el cine–, sino por su firme rechazo a los oropeles de la fama. Antidiva por convicción, trabajadora incansable, ha sido empresaria de sus propias producciones, defensora del oficio y del buen gusto. Es, además, miembro honorífico de la UNESCO y del Patronato del Museo del Prado, y una reconocida experta en arte del siglo XVIII.
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PREGUNTA.- Felicidades por el premio de la Peña Primera Plana.
RESPUESTA.- Me hizo muchísima ilusión. No pude estar por un tema familiar, pero lo llevo en el corazón. Fue un reconocimiento muy bonito. La prensa ha sido muy importante en mi vida. Siempre he creído que es fundamental para la carrera, aunque algunos no lo valoren.
Trabajar y trabajar
P.- Le han dado muchos premios últimamente…
R.- Sí, también el del ‘Diario de Jaén’, el de Fantaterror… Es como si de pronto miraran hacia atrás y dijeran: “¿Y esta quién es?”. Quizá porque no he tenido mucha publicidad, ni amigos influyentes. Solo he trabajado, trabajado y trabajado.
P.- ¿Cree que ahora una nueva generación le está redescubriendo?
R.- Totalmente. Cada vez más cronistas jóvenes nos están reivindicando a artistas como yo. Eso me emociona mucho.
P.- Comenzó muy joven, ¿verdad?
R.- Con 15 años. Mi marido tuvo que firmar el contrato de ‘La trastienda’ porque yo era menor. Hice fotonovelas, publicidad, televisión… y trabajaba sin parar. Por la noche, teatro y, por la mañana, rodaje. (…)
El respeto del público
P.- ¿Nunca le ha importado la fama?
R.- No. Soy una mujer trabajadora. Solo me interesa que el público me quiera y me respete. No he luchado por ser una estrella, sino por hacer bien mi trabajo.
P.- Es miembro honorífico de la UNESCO…
R.- Sí, y del Patronato del Museo del Prado. Pero lo más importante fue que el papa Juan Pablo II quiso conocerme.
Con el papa Wojtyla
P.- ¿Cómo fue ese encuentro?
R.- Inolvidable. Paloma Gómez Borrero me lo dijo como quien te da una noticia que no puedes ni creer: “El Papa quiere conocerte”. Pensé que era una broma. Me recibió en el Vaticano, me cogió las manos con una ternura impresionante, me hizo la señal de la cruz en la frente, me acarició la cabeza como si fuera una niña pequeña. La forma en que me miró, cómo me trató… todos se quedaron impactados. Es algo que marcó mi vida para siempre. (…)