“En estas pocas semanas -aún no llevo un mes de servicio en este ministerio petrino-, es evidente que el Papa no puede avanzar solo y que es necesario, es muy necesario, contar con la colaboración de muchos en la Santa Sede, pero de manera especial, con todos ustedes, los de la Secretaría de Estado. Y les agradezco de todo corazón”. Con estas palabras improvisadas se ha dirigido León XIV a los superiores y oficiales de la sala de máquinas del Vaticano, a los que ha recibido esta mañana en audiencia en la Sala Clementina.
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Robert Francis Prevost ha celebrado que, actualmente, casi la mitad de los 246 empleados llegados de todo el mundo son laicos -181 pertenecen a la Sección de Asuntos Generales, 59 a la Sección de Relaciones con los Estados y 6 a la Sección de Representaciones Pontificias-. Así, ha puesto en valor que las mujeres, laicas y religiosas, son más de cincuenta.
Tras un largo aplauso y la renovación de la adhesión de todos expresada por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, el Pontífice ha señalado que le consuela “saber que no estoy solo y que comparto la responsabilidad de mi ministerio universal junto con ustedes”.
En el discurso preparado para la cita, León XIV se ha apoyado en la constitución apostólica ‘Regimini Ecclesiae universae’ de Pablo VI y la ‘Praedicate Evangelium’ de Francisco, destacando que “la historia de la Secretaría de Estado se remonta a finales del siglo XV. Con el tiempo, ha ido asumiendo un rostro cada vez más universal y se ha ampliado considerablemente, con una progresión que la ha llevado a asumir nuevas tareas, a causa de las nuevas exigencias tanto en el ámbito eclesial como en las relaciones con los Estados y las organizaciones internacionales”.

El Papa, en una imagen de archivo
Encarnación y catolicidad
“Este desarrollo -ha proseguido- ha hecho que hoy la Secretaría de Estado refleje en sí misma el rostro de la Iglesia. Se trata de una gran comunidad que trabaja junto con el Papa: juntos compartimos los interrogantes, las dificultades, los desafíos y las esperanzas del Pueblo de Dios, presentes en el mundo entero”. Y “lo hacemos expresando siempre dos dimensiones esenciales: la encarnación y la catolicidad”, ha aseverado.
Para Prevost, “estamos encarnados en el tiempo y en la historia, porque si Dios ha elegido el camino humano y el lenguaje de los hombres, también la Iglesia está llamada a seguir esta senda, de manera que la alegría del Evangelio pueda alcanzar a todos y sea transmitida a las culturas y a los lenguajes actuales. Y, al mismo tiempo, tratamos de mantener siempre una mirada católica, universal, que nos permita valorar las diversas culturas y sensibilidades. De este modo podremos ser un centro promotor, comprometido en la construcción de la comunión entre la Iglesia de Roma y las Iglesias locales, así como con las relaciones de amistad dentro de la comunidad internacional”.
En las últimas décadas, “estas dos dimensiones -estar encarnados en el tiempo y tener una mirada universal- se han vuelto más constitutivas del trabajo de la Curia. Hacia este camino nos ha llevado la reforma de la Curia llevada a cabo por san Pablo VI, quien, inspirándose en la visión del Concilio Vaticano II, percibió con fuerza la urgencia de que la Iglesia estuviera atenta a los desafíos de la historia”.
El Pontífice le ha mostrado su comprensión, tras reconocerles que sabe que rezan cada día por él: “Sé que sus tareas son muy exigentes y, algunas veces, pueden ser incomprendidas. Por ello, quisiera expresarles mi cercanía y, sobre todo, mi profunda gratitud. Gracias por las competencias que ponen a disposición de la Iglesia, por su trabajo casi siempre escondido y por el espíritu evangélico que lo inspira”.
Pero no se ha quedado solo aquí, porque León XIV, parafraseando a Pablo VI, les ha pedido que sus oficinas “no sean contaminadas por las ambiciones y antagonismos, al contrario, sean una verdadera comunidad de fe y de caridad, ‘de hermanos y de hijos del Papa’, que se desviven generosamente por el bien de la Iglesia”.