La homilía del obispo emérito de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla el pasado 10 de mayo, en la basílica que custodia los restos de santa Teresa de Ávila en Alba de Tormes (Salamanca), en la que señalaba que “también para los niños que nacen con discapacidad física o intelectual o psíquica, esto ya es herencia del pecado y del desorden de la naturaleza, pero han sido llamados por Dios”, sigue suscitando reacciones.
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Tras la queja del Gobierno y las asociaciones del sector, así como de la publicación de una explicación por parte de Reig Pla; ahora el Área para las personas con discapacidad de la Conferencia Episcopal Española ha publicado una declaración con el título: ‘Personas con discapacidad, reconocidas, protegidas, acompañadas y promovidas’.
Especialmente vulnerables
En poco más de una página, sin citar la polémica con el obispo emérito, reiteran que “la Iglesia, a la luz de la Revelación cristiana, reafirma y confirma absolutamente la dignidad ontológica de cada hombre y de cada mujer, creados a imagen y semejanza de Dios y redimidos en Cristo Jesús”.
Esta y otras afirmaciones se fundamentan en el documento ‘Dignitas infinita’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Por ello, reiteran que “todo ser humano posee un valor único, que ha de ser reconocido, respetado, protegido y promovido en cualquier circunstancia en la que pueda encontrarse”.
Unos principios que piden aplicar a “los más débiles”, a los “frágiles y los que experimentan una discapacidad que los hace especialmente vulnerables, pues reconocemos que, en nuestra realidad existencial, todos somos discapacitados y tenemos necesidad de los demás”.
Por ello, recurriendo a la Biblia señalan que ante el mal, “la respuesta teológica es el ‘pecado original’, por el que la naturaleza humana quedó debilitada, sometida a la ignorancia, al sufrimiento, dominada por la muerte e inclinada al mal”, elemento del catecismo citado por Reig Pla –a quien no se le cita expresamente–.
En esta teología del Antiguo Testamento, prosigue el texto, aparece Jesús quien “como signo de la presencia del Reino de Dios entre nosotros, curara toda dolencia al tiempo que perdonaba los pecados, ofreciendo una salvación integral capaz de restaurar a la humanidad herida por el pecado y sus consecuencias”.
Así, sentencian desde el episcopado, “solo desde esta perspectiva puede vincularse la enfermedad al pecado, en tanto que este afecta existencialmente a todo ser humano y abre nuestra vida al amor de Jesucristo, en quien somos sanados y salvados”.
Ahora bien, en la Iglesia, destacan, se ensalza la dignidad humana “antes incluso de que fuera reconocida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos” o citado al papa Francisco. Por eso la misión eclesial, concluyen, es “dar voz a quienes son discriminados por su discapacidad” en muchas de sus actividades.