Cardenal Chibly Langlois (Haití)
Haití, el país más pobre de América y uno de los más devastados a nivel mundial, soporta sobre los hombros de sus hijos una historia atroz. Desde que la isla de Santo Domingo fuera ‘descubierta’ por Cristóbal Colón, el enclave colonial se convirtió en un núcleo esclavista, con ‘mano de obra’ humana traída directamente de África. Tras la Revolución Francesa, la llama de la libertad prendió en la parte occidental de la isla y lograron su independencia, constituyéndose como una “república negra”.
Pero su debilidad la abocó a padecer el colonialismo francés y luego el estadounidense, rapiñando ambos sus riquezas naturales. Tras unas últimas décadas marcadas por gobiernos dictatoriales o absolutamente inoperantes, el 12 de enero de 2010, un brutal terremoto echó literalmente el país abajo. Un caos que ha sido aprovechado por las mafias y las bandas para imponer su ‘ley’ y hacerse con el control de buena parte del territorio. Puerto Príncipe está en manos de los violentos, que controlan el 70% de la capital. Crisis global, por cierto, que lleva a la vecina de isla, República Dominicana, no solo a cerrar a cal y canto la migración de haitianos a su territorio, sino a expulsar a muchos de sus ciudadanos que son originarios de allí, vulnerando las elementales convenciones de derechos humanos.
En medio de este infierno, hay una voz que clama con desesperación por la protección de los más expuestos y la llamada a ‘resetear’ el país. Un grito en medio del desierto, pues cada poco tiempo conocemos matanzas, como la que en octubre dejó 70 muertos en la localidad de Pont-Sondé. Hablamos de Chibly Langlois, que, junto al arzobispo de Puerto Príncipe y presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana, Max Leroy Mésidor, es el gran referente eclesial en el país caribeño.
En el caso de Langlois, nacido en la región rural de Jacmel en 1958, estamos, ni más ni menos, que ante el primer cardenal en la historia de Haití. Francisco lo anunció precisamente el 12 de enero de 2014, en el cuarto aniversario del terremoto, en un guiño claro a una tierra crucificada. En 1985 se había ordenado sacerdote en su Jacmel natal y, en 2004, Juan Pablo II le nombró obispo de Fort Liberté. En 2011, Benedicto XVI le convirtió en prelado de Les Cayes. Ese mismo año, sus hermanos pastores le eligieron presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana.
Ayer, 7 de mayo, se convirtió en el primer cardenal de Haití en entrar a un cónclave para elegir al sucesor de Pedro. ¿Qué mensaje daría al mundo que el principal representante de la Iglesia católica, el patriarca de Occidente y padre espiritual de 1.400 millones de personas, fuera un representante doliente de una “república negra” que lleva cinco siglos crucificada y que hoy es incapaz de levantarse? ¿Ha habido en la bimilenaria historia de la Iglesia un hombre vestido de blanco que provenga de un pueblo más abajado y pisoteado?