Siguiendo la tradición, el octavo día de los novendiales en sufragio del Papa difunto –este sábado 3 de mayo– es el dedicado a la vida consagrada. Así, el hasta hace unos días proprefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el cardenal español Ángel Fernández Artime, ha sido el encargado de presidir la celebración de la eucaristía por el eterno descanso del papa Francisco. El salesiano ha recordado que rezar por los difuntos es una de las “obras de misericordia”.
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A partir de las lecturas de este domingo de pascua, el cardenal invitó a transformar el entusiasmo de los apóstoles a los que se apareció Jesús Resucitado en un “programa de vida”. Un “asombro”, que contrasta con el “desconcierto” que se convierte en ejemplo para quienes tienen una “gran necesidad de encontrar al Señor”, como son los consagrados.
Testigos del Señor
El ex proprefecto acudió a una de las catequesis de Francisco para destacar que en el caso de los discípulos que se encuentran con el Resucitado “su fe estaba basada en una experiencia tan fuerte y personal de Cristo, muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada ni de nadie. Hoy como ayer, los hombres y mujeres de la generación actual tienen una gran necesidad de encontrar al Señor y su mensaje gratuito de salvación”. Por eso, recalcó que “todos los bautizados están llamados a ser testigos del Señor, y la vocación al discipulado es un impulso a vivir radicalmente el primado de Dios”.
Cuando se siente la “ausencia de Dios”, el cardenal invitó a acudir a la máxima de san Benito de “no anteponer nada al amor de Cristo”. Ya que los religiosos, apuntó citando a Benedicto XVI, están llamados a ser los “centinelas que perciben y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia”; “un signo creíble y luminoso del Evangelio y de sus paradojas”. Ya que, insistió, Jesús Resucitado lo transforma todo.
Por ello, el cardenal concluyó su homilía invitando a los consagrados a “despertar el mundo”, con un corazón y un espíritu puros, capaces de reconocer a las mujeres y a los hombres de hoy –especialmente a los más pobres, los últimos, los descartados– “porque en ellos está el Señor”.