Al finalizar las exequias en Roma, en la Catedral de Buenos Aires, la Iglesia porteña despidió a quien fuera su Pastor durante 15 años, al papa Francisco, ante una comunidad que se acercó a la Plaza de Mayo a participar de este adiós.
El titular de la arquidiócesis de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió la celebración junto al nuncio apostólico en Argentina, Miroslaw Adamczyk, el cardenal Mario Poli, sus obispos auxiliares, obispos de distintas jurisdicciones, el clero, religiosos y fieles de la comunidad eclesial. Estuvieron presentes, la vicepresidente de la Nación, Victoria Villarreal; el jefe del gobierno porteño, Jorge Macri; el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y funcionarios y representantes de la política.
Asimismo, participaron miembros de organizaciones y movimientos sociales que iniciarán la caravana para recorrer los lugares del dolor que Bergoglio supo acompañar durante su camino pastoral como arzobispo.
En la homilía, el arzobispo García Cuerva afirmó que no se termina de comprender y dimensionar el liderazgo mundial de Francisco, y pidió no tener miedo de llorar porque ciertas realidades de la vida se ven solamente con los ojos limpios por las lágrimas (Francisco en Manila, 2015). Y afianzó esta idea, recordando sus palabras cuando decía que al mundo de hoy le hace llorar: “lloran los marginados, aquellos que son dejados de lado, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar”.
Sostuvo que desenmascaró proféticamente a varios demonios que hacen sufrir mucho a la humanidad: el demonio de la guerra, y manifestaba que como hombre de fe creía que la paz era el sueño de Dios para la humanidad. Agregó que ese sueño se convirtió en una pesadilla porque la guerra favorece la ganancia de unos pocos en detrimento de poblaciones enteras.
Recordó también su histórica asunción en el Vaticano: “Nos costó creer cuando lo vimos salir vestido de blanco… nos costó creer cuando empezamos a tomar conciencia de lo que significaba un Papa argentino y porteño. Nos costó creer cuando lo vimos reunido con los líderes más importantes del mundo y al mismo tiempo abrazando y dedicando tiempo a los más pobres, a los presos, a los enfermos”.
García Cuerva destacó parte de su legado, poniendo los ojos en los más frágiles, destacando como eje de su Pontificado ser una Iglesia en salida. Estimó que la Iglesia no necesita burócratas, sino misioneros apasionados. Por eso, pidió a la comunidad a seguir su ejemplo, a evangelizar desde la periferia, el dolor y la esperanza compartida.
Pidió mirar la fachada de la Catedral donde está representado el abrazo entre Jacob y su hijo José, imagen elegida para simbolizar la reconciliación nacional: “Hoy volvamos allí nuestra mirada e imaginemos el abrazo que nos debemos los argentinos”.
Para concluir, el arzobispo exhortó: “hagámosle el mejor de los regalos al Papa, el padre de todos, el papa argentino y porteño, comprometiéndonos a hacer un pacto como iglesia y sociedad. Y así darnos el abrazo que necesitamos y vivir la tan anhelada fraternidad entre los argentinos”.