Francisco, fallecido hoy, siempre demostró su profundo amor y admiración por la vida religiosa. Durante su pontificado, han sido numerosas las ocasiones en las que manifestó la importancia de los religiosos y religiosas en la Iglesia y en el mundo, resaltando su papel fundamental como testigos del Evangelio y agentes de transformación social.
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Desde el principio el Papa se mostró cercano a la vida religiosa, con una invitación a vivir el Evangelio como una manera radical de entrega a Dios. En este contexto, Francisco afirmó la vigencia de los religiosos en la sociedad como “una respuesta moderna a los desafíos del mundo actual”. En sus encuentros con los religiosos de distintas partes del mundo y con realidades muy variadas, destacó que el desafío más grande es vivir con autenticidad el carisma recibido.
Reflexiones sobre la vida religiosa
Las reflexiones de Francisco sobre la vida religiosa fueron una constante en su pontificado. Para él, la vida de los religiosos debe estar dispuesta a caminar con los marginados, los pobres, los inmigrantes, los jóvenes y todos aquellos que la sociedad tiende a abandonar. “Se trata de encontrar a Dios en la vida cotidiana”. Esto debe manifestarse a través de la oración diaria, la misa, la confesión, una caridad verdadera y la Palabra de Dios de cada día. Lo dijo el pontífice en la celebración de la Santa Misa con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada de 2019.
Uno de sus discursos más recientes fue el pasado 2024, con un llamamiento a ser vigilantes en la sociedad en la que los religiosos desempeñan su vocación. En este contexto, Francisco les recordó que cada día “el Señor visita, habla, se revela de maneras inesperadas y, al final de la vida y de los tiempos, vendrá”. Por ello animó a los religiosos a permanecer despiertos, vigilantes, perseverantes en la espera. Saltar los obstáculos del descuido de la vida interior y adaptarse al estilo del mundo.
Encuentros cercanos y sinceros
A lo largo de los países que ha visitado el Santo Padre ha dejado mensajes dirigidos a la vida religiosa. En su viaje apostólico a los Países Bálticos, en concreto en Lituania, les exhortó a ser padres y madres de la Iglesia y a tener misericordia con los hermanos, sobre todo en el confesiorario, “haciendo sentir a la otra persona el calor del Padre que perdona todo”.
En su visita a Chile, en 2018, el Papa se reunió con religiosos, consagrados, sacerdotes y seminaristas. En el país latinoamericano les pidió enfrentar los desafíos de la realidad necesitada de sus testimonios. “Las redes —dicen los discípulos— están vacías, y podemos comprender los sentimientos que esto genera. Vuelven a casa sin grandes aventuras que contar, vuelven a casa con las manos vacías, vuelven a casa abatidos”, les dijo.
En este “estar presentes” cabe recordar el discurso que el Santo Padre pronunció a los líderes religiosos de Tailandia en 2019. Un país que, como otros muchos, afronta una realidad marcada por la pobreza y la violencia. “Todos nosotros estamos llamados, no solo a prestar atención a la voz de los pobres en nuestro entorno: los marginados, los oprimidos, los pueblos indígenas y las minorías religiosas, sino también a no tener miedo de generar instancias, como ya tímidamente se vienen desarrollando, donde poder unirnos y trabajar mancomunadamente”. Este fue su llamamiento en el país asiático.
En su visita a Lisboa, en 2023, para la última Jornada Mundial de la Juventud, Francisco alentó a los jóvenes a seguir el ejemplo de los religiosos y religiosas que han dado su vida por la misión y el servicio a los demás: “Todos, si miramos hacia atrás, tenemos personas que fueron un rayo de luz para la vida, entre ellos los religiosos. Ellos son como las raíces de nuestra alegría”.
Antes de su fallecimiento el Papa tuvo varios encuentros con religiosos. En concreto asistió a uno promovido por la Congregación de las Monjas Canonesas del Espíritu Santo en Sassia donde reflexionó sobre el sentido de “vivir sin nada propio”, voto de pobreza expresado en la regla de la familia religiosa. Fue una invitación a los religiosos allí presentes para que hicieran “de sus corazones y comunidades templos de la Santísima Trinidad”.
El amor por la vida religiosa ignaciana
Como jesuita, su vida religiosa combinó la contemplación y la acción. La espiritualidad ignaciana permitió a Francisco ser un testimonio de lo que significa discernir la voluntad de Dios en la vida cotidiana. El Papa ha hablado en diversas ocasiones sobre cómo los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola lo han formado profundamente y sobre cómo los valores de la Compañía de Jesús han sido una guía en su pontificado.



