Tras 11 años de guerra civil, la historia en Siria parece haberse acelerado en los últimos meses. Todo después de que, en diciembre, cayera el régimen de Bashar al-Assad y se instalara en el poder un Gobierno de transición liderado por Ahmed al-Sharaa, líder de la organización islaimista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Entonces, el país parecía haber entrado en un tiempo de relativa estabilidad y paz, pues la nueva autoridad prometió respetar a todas las minorías, étnicas y religiosas.
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Lo que pareció desvanecerse entre el 6 y el 9 de marzo, cuando el Gobierno reaccionó a las emboscadas de un grupo de militares próximos a Al-Assad con una brutal represión en los principales bastiones de la comunidad alauita, minoría islámica de raíz chií a la que pertenece Al-Assad. La crisis degeneró en graves matanzas por parte de grupos descontrolados y hubo un millar de asesinados.
Nueva Constitución
Pese al horror, el Ejecutivo de Al-Sharaa cerró la crisis anunciando la investigación de los crímenes que se cometieron por elementos ajenos a la Administración. Además, llegó a un acuerdo con varias minorías para incorporarlas al ejército nacional y entró en vigor una Constitución de transición en la que se protegen los derechos de todos los ciudadanos, más allá de su condición étnica o religiosa.
Con todo, la incertidumbre es máxima, como ha reflejado el psicólogo y educador sirio Bahjat Azrie, responsable del programa de apoyo psicosocial de los maristas azules en Alepo. De paso por Madrid para visitar la sede central de Manos Unidas, que tiene a la congregación como uno de sus socios locales en este importante enclave nacional, este reiteró a los medios que “en Siria ya no ponemos nuestra esperanza en nadie. Solo en el propio pueblo sirio”.
Entristecido por la convulsión que marca la historia de su pueblo en los últimos años, se cuestionó en alto: “¿Cómo se va a poner la gente en pie si la están machacando con una crisis tras otra?”. Así, los sirios necesitan saber que no están solos, que sus vidas importan. Por ellos vamos plantando semillas. Puede ser que no estén dando sus frutos ahora, pero lo importante es seguir sembrando”.
Las sanciones de la Unión Europea
En este sentido, Azrie fue muy crítico con las sanciones que aplicó la Unión Europea al país en 2017, y que siguen en vigor hoy, caído Al-Assad. Para el psicólogo, queda claro que “nunca han sido contra el Gobierno, sino contra el pueblo. El pueblo es el que paga la factura”.
En cuanto a la nueva era que se abre con Al-Sharaa, el representante de los maristas azules se muestra escéptico: “Fue un cambio rápido, inesperado y bastante inquietante porque, todavía hoy, no sabemos quién está detrás ni quiénes son, aunque se han producido algunas señales de islamización”. En ese sentido, “por ahora, seguimos viviendo con la misma pobreza impuesta, aunque esta sea ahora de distinto color”.
Eso sí, “hay que trabajar la esperanza y levantarse cada día para hacer algo mejor, aunque las circunstancias sean complejas”. Porque “podemos vivir sin pan y sin luz, pero no sin esperanza”.
En el país desde 2012
Algo que no se limita a soñar, sino que su congregación lucha con ahínco cada día. De hecho, los maristas azules, que llevan en el país desde 2012, impulsan tres tipos de respuestas: ayuda humanitaria y asistencial; educación, especialmente para niños y jóvenes; y desarrollo, que son “los que permiten a las personas ponerse en pie para salir adelante”.
En todo ello cuentan con el apoyo clave de Manos Unidas, como explicó África Marcitllach, responsable de Proyectos de la entidad católica en Oriente Medio. Así, estos años, sobre todo a partir de 2019, se han aprobado 42 proyectos por valor de 2.200.000 euros.
Un trabajo con este pueblo que ha ido más allá de sus fronteras nacionales, pues, por la guerra civil, hasta dos millones de sirios de sirios huyeron como refugiados a Líbano. Ahí, como recalcó Marcitllach, estos han sido destinatarios de 32 proyectos financiados por Manos Unidas. Un alud de fraternidad que “se han centrado, fundamentalmente, en proporcionar educación, acceso a la asistencia sanitaria y a la atención psicológica y prevención de la violencia intrafamiliar entre los refugiados”.
Con los kurdos
Dentro de Siria, Manos Unidas ha apoyado 14 proyectos, “entre ellos destacan los destinados al sostenimiento de un campamento de población kurda, situado a unos 30 kilómetros de Alepo, y dos proyectos de emergencia alimentaria en momentos como el terremoto de 2023”.
Además, Azrie valoró que la organización eclesial “nos apoya en el proyecto ‘Quiero aprender’, en el que se prepara a 120 niños musulmanes de tres a seis años, hijos de familias desplazadas por la guerra, que no van al colegio al no ser gratuita la educación infantil, para su integración en las escuelas públicas”.
Los maristas azules también son apoyados por Manos Unidas en el impulso de talleres en los que 520 jóvenes adultos reciben formación para mejorar sus habilidades personales, sociales y de comunicación, y así poder encontrar trabajo, además de aprender a emprender y montar un negocio. De ellos, 45 serán directamente subvencionados para crear un pequeño negocio.
Fotos: maristas azules.