Entre 2011 y 2024, Siria vivió una atroz guerra civil que provocó que hasta 13 millones de sus ciudadanos tuvieran que abandonar su hogar, entre exiliados y desplazados internos. El conflicto acabó abruptamente cuando, a finales del pasado año, la organización islaimista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que aglutinaba a distintos grupos opositores al régimen de Bashar al-Assad, se hicieran en unos días con Alepo y Damasco, provocando la huida del presidente a Rusia y la formación de un Gobierno interino liderado por Ahmed al-Sharaa.
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Durante tres meses hubo una relativa paz tras reiterar este su compromiso de no perseguir a ninguna minoría étnica o religiosa, lo que fue saludado con esperanza por los principales líderes cristianos. Pero, entre el 6 y el 9 de marzo, el horror volvió al país. Todo después de que un grupo de militares próximos a Al-Assad iniciaran una serie de emboscadas contra las fuerzas del nuevo régimen en las provincias costeras de Latakia y Tartús
Brutales represalias
El Gobierno de Al-Sharaa respondió con una ofensiva contra las localidades de Baniyas y Qardaha (ciudad natal de al-Assad), principales bastiones de la comunidad alauita, minoría islámica de raíz chií. La crisis fue a más por la actuación descontrolada de numerosos grupos, produciéndose graves matanzas. Hasta el punto de que, en solo unos días, se superó el millar de muertos y el Ejecutivo debió comprometerse a “investigar” lo ocurrido.
En ese tenso contexto, los tres principales patriarcas cristianos de Siria, el greco-ortodoxo Yohanna X, el greco-católico melquita Youssef I Absi y el sirio-ortodoxo Mar Ignatius Aphrem II, publicaron una declaración conjunta en la que clamaron contra esta “peligrosa escalada de violencia, brutalidad y asesinatos, que se han traducido en ataques contra civiles inocentes, entre ellos mujeres y niños”. Como se deploraba, los hogares fueron “violados” y se produjeron auténticas “masacres”.
En igualdad de condiciones
Ante esta grave amenaza a “la paz civil”, las Iglesias cristianas exigieron “el fin inmediato de estos actos horrendos” y llamaron a impulsar “las condiciones propicias para lograr la reconciliación nacional del pueblo sirio”. Lo que pasa por acometer “esfuerzos para establecer un entorno que facilite la transición hacia un Estado que respete a todos sus ciudadanos y siente las bases de una sociedad basada en la igualdad de la ciudadanía y en una auténtica colaboración, libre de la lógica de la venganza y la exclusión”.
Tras difundirse esos días en muchos ámbitos eclesiales occidentales que estábamos ante una oleada anticristiana (ignorando que en realidad se masacraba a los alauitas), esta versión ha sido rechazada por el misionero argentino Hugo Alaniz, religioso del Instituto del Verbo Encarnado en Alepo. En este sentido, aclara a Vida Nueva que “no hay persecución contra los cristianos. Hay que desmentirlo y recalcar que ni la hubo antes con el Gobierno de Al-Assad ni ahora con este de transición”.
El supuesto sacerdote asesinado no existe
Hasta el punto de calificar como un “bulo” las noticias que “hablaban de un sacerdote ortodoxo que fue asesinado; no existe”. Sí fue real “la muerte de dos cristianos armenios, a los que les pilló un tiroteo en medio del camino por no seguir las instrucciones de no salir de casa esos días”.
Con todo, el religioso advierte del peligro, “pues esta tensión ya viene de antes y en el país hay muchas venganzas pendientes, que algunas personas pueden sufrir más allá de la religión que profesen. Aunque, lamentablemente, hacía tiempo que no se daba algo así a un nivel tan grande y generalizado, como ha ocurrido con estos disturbios y las represalias tan terribles contra los alauitas”.
Hasta el punto de que, “aunque en Alepo hemos estado bien, ya han empezado los primeros choques alrededor nuestro. Hay muchas facciones dentro del país y, pese a que ha habido encuentros para buscar acuerdos, parece que no todos están en esta línea o no todos han sido invitados a estas reuniones”. Pese a la “tristeza”, Alaniz no pierde la esperanza: “El Señor de la paz es el único que puede darnos una duradera y definitiva”.