Llegó al sur de Madrid desde uno de los lugares más emblemáticos de Colombia: el eje cafetero. Valeria cumple en unos días nueve meses de su llegada a España. Vive cada día con la esperanza de que los políticos españoles se pongan de acuerdo y aprueben la Iniciativa Legislativa Popular impulsada por la Iglesia que regularizaría a medio millón de personas y así su vida cambie.
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El barrio de Zarzaquemada de Leganés es su nuevo su hogar. “Vine a España a buscar un mejor futuro para mi hijo, y unas mejores oportunidades”, explica a ‘Vida Nueva’. Llegó con cinco meses de embarazo y tras los pasos de su madre, quien ya se encontraba en nuestro país. “Al principio sí se me hizo muy difícil, más que todo en el tema de los controles de embarazo ya que solo me atendieron como transeúnte, pero ahora mi hijo tiene su documentación, su DNI y voy a entrar en un proceso por arraigo familiar”, afirma.
Como en muchos otros casos, Valeria intentaba ganarse la vida en Colombia como podía. Era auxiliar de enfermería y trabajaba de paramédico en ambulancias, pero no era suficiente para sacar adelante a su hijo y vivir dignamente, sin la presencia de su madre. A todo esto, se le sumó otro problema: la relación con el padre de su hijo y su familia. Una ‘bola’ que se fue haciendo más grande y se convirtió en un infierno: “Tenía una buena vida laboral, pero vivía muchos inconvenientes con la familia del padre mi hijo, quienes me humillaban y me lo querían quitar a al nacer”.
Como madre coraje que es, tuvo a su hijo, Juan Salvador, quien ahora tiene cuatro meses. “Sigo encontrándome muchas dificultades, tanto como para mí como para mi madre” y muchas “son diarias y están relacionadas con el tema de la vivienda y el empadronamiento”. “Pocas personas tienen lo suficiente para poder alquiler una habitación”, asegura.
Estabilidad
Ahora mismo no tiene trabajo, aunque en este tiempo viviendo aquí ha recibido alguna llamada. “He podido trabajar en una empresa de limpieza, limpiando por horas en varias casas espontáneamente, sin nada fijo”. Quiere dejar claro que en todo este tiempo “me han tratado bien” y no se plantea por el momento volver a Colombia: “Sería una de mis últimas opciones; si salí de mi país fue para luchar y conseguir un mejor futuro”, recuerda.
De hecho, tiene claro que la regularización es el salvavidas que necesita su familia, y su aprobación sería volver a ver la luz al final el túnel: “Si saliera adelante podría tener un trabajo digno sin tantas dificultades en el camino; tener una mejor estabilidad económica, tanto para mí como para mi madre que padece problemas de vista por un glaucoma de grado dos en el ojo derecho”. Su día a día transcurre en una pequeña habitación alquilada en el barrio. En ella viven su madre, su hijo y ella misma. El resto del piso está habitado por otras personas. “Mi mamá no trabaja por el problema que tiene en el ojo. No se puede agachar mucho”, explica.
Con todo esto, la parroquia de Nuestra Señora de Zarzaquemada ha comenzado a prestarle ayuda. A través de una voluntaria, le están asesorando en todo el proceso para regularizar su situación. Valeria se encuentra en contacto con otras mujeres que, como ella, tienen hijos muy pequeños, nacidos en España, y tampoco tienen documentación.
Escucha
Como señala Aurelio Carrasquilla, párroco de esta parroquia y vicario para la Pastoral Caritativa y Social de la diócesis de Getafe, “lo primero es abrir una puerta, donde hay una persona o un equipo que les recibe y se hace cargo. Después, depende… se les ayuda con lo que podemos, pero su preocupación principal es cómo conseguir la documentación”.
En concreto se trata de “un acompañamiento personal y cercano”. “Primero se les escucha y después se les ayuda con productos básicos gracias a Cáritas diocesana. Pero para ellos es fundamental ser orientados para saber cómo actuar. Se sienten perdidos por encontrarse en un país distinto al suyo, con formas de vivir diferentes. Es un choque cultural grandísimo“, confiesa.
Mientras la ILP para la regularización no se apruebe se encuentran en un limbo y la única ayuda con la que cuentan en la mayoría de los casos es la de la Iglesia. El vicario y párroco reconoce que “vienen a la parroquia porque es la puerta más cercana, y donde se sienten acogidos”.