“Pido perdón, pero con este fuerte resfriado me es difícil hablar”, dijo el papa esta mañana nada más comenzar la audiencia general. Acto seguido pidió a un colaborador, el sacerdote Pierluigi Giroli, funcionario de la Secretaría de Estado, que leyese su catequesis. En su alocución, explicó que la visitación a Santa Isabel muestra que “María se levanta y emprende su camino, siguiendo la tradición bíblica de quienes responden al llamado de Dios con disponibilidad absoluta. Lejos de replegarse en sí misma, María sale al encuentro de los demás sin temor a los peligros o los juicios ajenos“.
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El obispo de Roma indicó que ese hecho, en realidad significa que “es sobre todo Jesús, en el seno de su madre, quien visita a su pueblo, como expresa Zacarías en su himno de alabanza“.
Francisco destacó que, cuando nos sentimos amados, experimentamos una fuerza que pone en movimiento el amor. Para explicarlo, mencionó a San Pablo, recordando que “el amor de Cristo nos apremia”. Movida por este impulso, espetó, “María acude a Isabel no solo para ayudar a su anciana pariente en su inesperado embarazo, sino también para compartir su fe en el Dios de lo imposible y su esperanza en el cumplimiento de sus promesas”.
Ante el reconocimiento de la identidad mesiánica de su hijo, María, continuó el pontífice, “no habla de sí misma, sino que eleva una alabanza a Dios llena de fe, esperanza y alegría“. Desde este punto, Bergoglio explicó las características de dicho canto, el Magníficat, que resuena cada día en la Iglesia durante la oración de Víspera.
Memoria, misericordia y promesa
“Es un himno pascual , recordando la liberación de Israel de Egipto y la fidelidad de Dios a su promesa. María canta la gracia del pasado, vive la fe en el presente y lleva en su seno el futuro. La primera parte del himno glorifica la acción de Dios en María, y la segunda expone su obra en la historia de la salvación a través de tres palabras clave: memoria, misericordia y promesa. Desde Abraham hasta Jesucristo, la Pascua se convierte en la clave interpretativa de la redención”, concretó.
Finalmente, el papa exhortó a los fieles a pedir la gracia de esperar con confianza el cumplimiento de las promesas divinas y acoger la presencia de María en sus vidas. Siguiendo su ejemplo, concluyó su exhortación incidiendo en que “toda alma que cree y espera concibe y engendra la palabra de Dios”.
Tras su intervención, Francisco tuvo tiempo para recordar a las víctimas de los conflictos en Ucrania, Palestina y República Democrática del Congo.”Os animo a rezar por los sacerdotes y consagrados que desempeñan su ministerio en países pobres y devastados por la guerra, especialmente en Ucrania, Oriente Medio y la República Democrática del Congo. Para muchos, esta presencia es la prueba de que Dios siempre se acuerda de ellos”, leyó el Papa durante su saludo a los fieles de lengua polaca.