Tres píldoras de esperanza aquí y ahora para la Vida Religiosa

Blister pastillas con forma de corazón

El 2 de febrero de 2025, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este año, el lema, ‘Peregrinos y sembradores de esperanza’, resuena con fuerza, como una llamada a mirar al futuro con confianza desde el Jubileo ordinario convocado por Francisco.



Con motivo de esta jornada, desde la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, que preside el obispo de León, el claretiano Luis Ángel de las Heras, se apunta que “las personas consagradas no deben cansarse de sembrar relaciones nuevas, y menos aún de esparcir semillas de novedad en las relaciones que precisan del impulso que solo puede dar el amor de Cristo y la reconciliación con el Padre y con los hermanos”.

“La esperanza se fundamenta en Dios, no se basa en los números o en las obras”, apuntan los pastores en un tiempo de carestía vocacional en el que se cierran comunidades y se dejan algunas presencias. Desde estas coordenadas, animan a no “ceder a las tentaciones de la cantidad o la eficiencia, ni a las de confiar en las propias fuerzas o dejarse amedrentar por las debilidades”. De la misma manera, se muestran convencidos de que “las personas consagradas, fieles a su identidad profética, han de vivir despiertas, vigilantes, con actitud de centinelas que evitan todo adormilamiento y comodidad”.

Con estos desafíos por delante, tres religiosos comparten con ‘Somos Confer’ algunas pistas sobre cómo los consagrados pueden ser verdaderas semillas de esperanza en cada misión, en cada presencia, en cada etapa de la vida.

La mística de vivir juntos

Aurelio Cayón Díaz. Religioso de los Sagrados Corazones, Vicario Episcopal para la Vida Consagrada en Madrid

“En un mundo caracterizado por la desvinculación, en el que parece que la máxima aspiración humana es vivir para uno mismo, la vida consagrada será esperanza si ofrece un testimonio de vivir para los demás. También responde al desafío descrito por el Papa Francisco en ‘Evangelii gaudium’ y debe ser capaz de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarse, encontrarse, tomarse en brazos, apoyarse, haciendo realidad una verdadera fraternidad que se percibe en medio del pueblo como una caravana solidaria, con el convencimiento de que salir de sí mismo para unirse a otros hace siempre bien. Los consagrados somos peregrinos y sembradores de esperanza cuando vivimos la bienaventuranza de la sinodalidad en el interior de nuestras comunidades, en nuestras relaciones con otros miembros de la Iglesia y cuando tratamos con las personas a las que servimos. Somos testigos de esperanza porque creemos en un Dios que es comunión de amor y nos ha llamado para estar con él y para que, juntos, lo llevemos a los demás”.

Un corazón fresco y enamorado

María Luisa Berzosa. Hija de Jesús consultora de la Secretaría General del Sínodo

“La esperanza es lo primero que genera vida, porque desde que nacemos caminamos hacia el futuro con proyectos, deseos y sueños. Surge del encuentro con el otro, de un enamoramiento que nos lleva a construir realidades conjuntas, creando un tejido de proyección hacia adelante. En la vida religiosa, esta esperanza tiene un nombre: Jesús. Un encuentro profundo con Él nos invita a seguirlo, a descubrir un tesoro que vale la pena por el cual dejar todo lo demás. Elegirlo libremente y responder con un sí absoluto, sustentado en la fidelidad y confianza en Su palabra. Así, caminamos, a veces entre nubes y rayos de sol, pero siempre con la certeza de ser llamados por Él. Es nuestra ancla de salvación, un pilar firme que nos permite vivir en comunidad, en contraste con el individualismo de nuestro mundo. Vivir en esperanza es mantener el corazón fresco y enamorado. Incluso en tiempos difíciles, debemos esperar, mirando en profundidad y agradeciendo los pequeños detalles. Cuando las cosas parezcan ir en sentido contrario, ver el lado bueno de las cosas… Todo esto es la clave de esperanza”.

Apuesta valiente por el futuro intercultural

Antonio Bellella. Claretiano. Director del Instituto Teológico de Vida Religiosa

“La vida consagrada es la esperanza como ‘clave de arco’, la materia de conversación con Dios, que sostiene hoy la peregrinación vital de las personas consagradas. En las sociedades secularizadas, la vida consagrada manifiesta una gran lucidez, después de purificar como nunca sus motivaciones. Es crítica y a la vez propositiva, aceptando abiertamente la reducción de sus fuerzas y transitando, cada vez más ligera de equipaje, por caminos nuevos que no sabe dónde le conducirán. En otras latitudes, donde el cristianismo es minoritario pero la propuesta religiosa es aceptada serenamente, la esperanza de los consagrados se reviste de una fecundidad y una comunión nuevas. En diálogo creativo con las raíces carismáticas, en los nuevos ámbitos de la vida consagrada predomina la apuesta valiente por un futuro intercultural, interreligioso, intergeneracional e interrelacionado. La vida consagrada vive allí, en esperanza, apoyándose solo en la fuerza del Evangelio de Jesús”.

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