“La esperanza no defrauda”. Este es el lema elegido en el marco de la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará, como cada año, el próximo 11 de febrero, en la memoria litúrgica de la Virgen María de Lourdes, el Papa ha dirigido un mensaje a quienes sufren la enfermedad y a sus acompañantes.
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“La esperanza no defrauda; es más, nos hace fuertes en la tribulación”, escribe el Papa. Sin embargo, es consciente de que estas palabras pueden generar interrogantes, sobre todo en quienes enfrentan enfermedades graves o tratamientos inaccesibles. Por ello, el Pontífice invita a meditar sobre tres aspectos fundamentales que manifiestan la presencia de Dios junto a los que sufren: el encuentro, el don y el compartir.
En lo relativo al encuentro, Francisco recuerda que Jesús envió a sus discípulos a anunciar a los efermos que “el Reino de Dios está cerca de ustedes”. Así, Francisco subraya que incluso la enfermedad, a pesar del dolor, puede convertirse en una oportunidad para encontrar al Señor.
“El tiempo de la enfermedad nos confronta con nuestra fragilidad –física, psicológica y espiritual–, pero también nos hace experimentar la cercanía y la compasión de Dios”, asegura el Santo Padre. En Jesús, que compartió nuestros sufrimientos, encontramos una compañía constante. “Él no nos abandona, y muchas veces nos sorprende con el don de una fortaleza que no creíamos tener”.
“Una experiencia que nos vuelve fuertes”
La enfermedad, explica Francisco, es una experiencia que nos transforma al hacernos más conscientes de que no estamos solos. “Es el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida. Una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes”.
Por otro lado, en cuanto al don, Francisco enfatiza que la esperanza es un regalo que proviene de Dios: “Nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene de Dios. Por eso, debemos acogerla y cultivarla, permaneciendo fieles a la fidelidad de Dios”.
El Pontífice señala que la resurrección de Cristo es la clave para entender este don. “Solo en su Pascua encontramos la certeza de que nada podrá separarnos jamás del amor de Dios”. Además, esta esperanza es también una invitación a la fidelidad: “La esperanza nos enseña a confiar, no en nuestras propias fuerzas, sino en la fidelidad de Dios, que nunca nos abandona”.
El tercer aspecto del mensaje papal es el compartir. Para Francisco, los lugares de sufrimiento son, paradójicamente, lugares donde se revela el amor. “Los hospitales, las residencias de ancianos, los hogares donde se cuida a los enfermos se convierten en lugares de intercambio y enriquecimiento mutuo”.
Ángeles de esperanza
El Papa señala cómo, acompañando al enfermo, se pueden aprender lecciones fundamentales. “¡Cuántas veces, junto al que sufre, aprendemos a esperar! ¡Cuántas veces, inclinándonos ante un necesitado, descubrimos el amor!”. En este contexto, cada persona involucrada –familiares, médicos, enfermeros, voluntarios, religiosos– se convierte en un “ángel de esperanza, un mensajero de Dios”.
Finalmente, en el contexto del Jubileo, Francisco subraya el papel especial de los enfermos y quienes los acompañan. “Su caminar juntos es un signo para todos. Es una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor donde más se necesita”.
El Papa anima a toda la comunidad cristiana a abrazar esta misión de esperanza. “En este Jubileo, los enfermos y sus cuidadores tienen una tarea única: recordarnos que la verdadera fortaleza no se encuentra en el éxito o la salud perfecta, sino en la capacidad de compartir el amor de Dios incluso en medio del sufrimiento”.