El derecho a una vivienda, otra cruzada de la Iglesia

Protestas por el precio de la vivienda

“Se ha acabado, bajemos los alquileres”. “Por una vivienda digna para todos”. “Ya no toleramos más desahucios”. “Ni especuladores ni bancos ni fondos buitre”. “La vivienda, gratuita y universal”. Entre pancartas y proclamas, miles de personas salieron a la calle el 23 de noviembre en Barcelona para denunciar la creciente crisis habitacional. Esta protesta callejera es solo una de las múltiples movilizaciones que se vienen sucediendo en estos últimos meses para reclamar una bajada de los alquileres, ayudas para la compra de una vivienda, limitaciones para la creación de pisos turísticos, la puesta en marcha de inmuebles sociales y una regulación en un mercado que parece desatado.



Thomas Ubrich, sociólogo del equipo de Estudios de Cáritas Española y de la Fundación FOESSA, explica que “estamos en una tendencia hacia un empeoramiento de las condiciones de acceso y mantenimiento en la vivienda”. Así lo certificará el informe que tienen previsto publicar en breve y que desvela que las familias con menos renta están destinando hasta un 50% de los recursos de su ya escaso presupuesto solamente a cubrir el alquiler. En total, se calcula que los gastos vinculados a la casa asfixian a tres millones de hogares en nuestro país.

A su juicio, “este problema afecta en mayor medida a las personas que dependen de un alquiler para vivir y que no tienen capacidad para ser propietarios o hipotecarse. Así, se enfrentan a los altos precios y a un incremento constante, mientras que sus ingresos no crecen y no consiguen cubrir de ninguna manera estos gastos”. Este escenario lleva a que resulte prácticamente imposible contar con recursos para disponer de una entrada o solicitar una hipoteca para tener una vivienda en propiedad. “Eso no quita que también haya vulnerabilidad en propietarios que acaban endeudados por diferentes motivos”, apostilla.

Exclusión social

Sebastián Mora, profesor de Ética en la Universidad Pontificia Comillas, argumenta por su parte que “la vivienda es en la actualidad, junto con el empleo (y el acceso a una renta), un factor determinante en los procesos de exclusión social”. El que fuera secretario general de Cáritas Española constata que, “en los últimos años, esto se ha intensificado de una manera notable”. “No es simplemente que las personas tengan dificultades para el acceso a la vivienda, es que se ha convertido en absolutamente imposible para muchas de ellas entrar a vivir en un hogar digno”, añade.

Al radiografiar el contexto actual, Mora ratifica que “la exclusión residencial rompe el proyecto vital de las personas jóvenes y migrantes, daña las relaciones familiares por convivir en espacios compartidos con un alto hacinamiento y deteriora la salud de las personas vulnerables por vivir en espacios insalubres”, al moverse entre humedades o por las carencias estructurales que llevan a la pobreza energética… A esto se une, además, “la concentración en espacios urbanos de viviendas en mal estado o de infravivienda, lo que está intensificando la segregación residencial de las personas más vulnerables, alejándolas de una inclusión plena”.

Protestas por el precio de la vivienda

El docente de Comillas alerta de que, además de ser “claramente” un factor de exclusión social, la vivienda también es un determinante de “riqueza”: “El negocio inmobiliario, la concentración de viviendas en empresas y en multipropietarios o la explotación de los apartamentos turísticos hace de la vivienda un negocio rentable”. Su diagnóstico no deja lugar a dudas: “En la actualidad, la situación de la vivienda en España es un auténtico escándalo ético y político”.

Pero, ¿cuál sería el retrato robot de los empobrecidos por la crisis de la vivienda? “Son personas que no tienen ingresos, pero también otras que están empleadas en trabajos precarios, en situación de paro o con un empleo que no permite tener ingresos suficientes; estos son los llamados ‘trabajadores pobres’, que ascienden ya a un 15% de la población activa”, responde Ubrich. Y especifica todavía más: “También hay un fuerte componente de clase y género. Vemos cómo los hogares monoparentales, encabezados por una mujer trabajadora, son especialmente vulnerables. De la misma manera, los niños en el seno del hogar también se acaban conviertiendo en un factor determinante”.

Las tres ‘T’ del Papa

Con este panorama, la Iglesia, lejos de mirar para otro lado cuenta con su propio magisterio, que reconoce el derecho a una vivienda digna y que en este pontificado se ha visibilizado especialmente con esas tres ‘T’ que verbaliza Francisco: “Techo, trabajo y tierra”.

El investigador de Comillas se remite a la constitución pastoral del Vaticano II, la Gaudium et spes, para argumentar que la Doctrina Social “ha abordado el tema de la vivienda como elemento necesario del derecho a vivir una vida humanamente digna”. “Entre los derechos esenciales para poder desplegar un pleno desarrollo personal, familiar y comunitario, la vivienda es esencial”, comparte Mora, que considera especialmente “interesante” que la Iglesia haya enmarcado esta cuestión “dentro del principio del destino universal de los bienes”.

Así, se remite a la encíclica Fratelli tutti, de Jorge Mario Bergoglio, para suscribir que, “junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio, el de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”. Con el texto papal como punto de partida, el ex secretario general de Cáritas Española lanza una pregunta para la reflexión comunitaria: “Si la vivienda es un derecho fundamental no cubierto en millones de seres humanos, ¿cómo reflexionamos los cristianos sobre el derecho al uso de las personas excluidas de un techo digno? ¿Permanece subordinada la propiedad privada frente al escándalo de las personas sin vivienda?”.

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