Emigrar salvó la vida a Ayoub

Ayoub, inmigrante en Las Palmas. Foto: David Delfour

A sus 24 años, el joven marroquí Ayoub Joud se siente “totalmente realizado y feliz” en Las Palmas de Gran Canaria. Pero, como cuenta a Vida Nueva, “nada ha sido fácil”. Todo empezó en 2017, cuando decidió abandonar su país: “Vivía con mis padres y mis tres hermanos. Aunque no pasábamos necesidad, me planteé, como muchos otros en mi entorno, salir para buscar mejores oportunidades, viendo las pocas que tenemos los jóvenes en mi país”.



Lo dejó todo atrás. Primero probó “por Melilla, pero, después de intentarlo en varias ocasiones y ser devuelto a mi país, no me quedó otra alternativa que la patera. Aunque era muy cara y mucho más peligrosa, no tenía otras posibilidades”.

“Pasé mucho miedo”

La travesía en la barcaza, rodeado de muchos otros que, como él, se jugaban la vida en unas horas de máxima tensión, “fue muy dura y pasé mucho miedo”. Al final, consiguieron su objetivo de llegar a Las Palmas de Gran Canaria. Entonces, “era diciembre de 2016 y, una vez que resolvieron que tenía 17 años y era menor, pasé a un centro de menores”. Allí pasó un año entero, “hasta diciembre del 2017, cuando cumplí la mayoría de edad”.

Si de por sí esos meses fueron complicados, aún lo fueron más cuando le sobrevino una prueba inesperada: “Dentro de lo malo, aunque no podía hacer lo que soñaba (formarme, trabajar…) por no tener regularizada mi documentación, sentía que mi duro viaje había merecido la pena. Pero me detectaron un cáncer y fue un duro golpe, ya que pensé que mi proyecto había sido totalmente detenido porque, ahora, en lo único que había que pensar era en salir adelante con la enfermedad”.

Un rayo de luz

El momento era oscuro, pero se abrió ante él un rayo de luz. Y es que, al cumplir los 18 años, el centro de menores le derivó a la Fundación Canaria Main, impulsada por una comunidad de salesianas que, entre otros proyectos, tiene el Programa Valdocco, con recursos residenciales para chicos mayores de 18 años. Su directora, Ana María Cabrera, detalla que “contamos con siete casas para acoger a personas en contextos de vulnerabilidad, cinco en Las Palmas y dos en Fuerteventura. En total tenemos 56 plazas, pero solo en las cinco de Las Palmas la lista de espera es de más de 150 personas. Estamos abiertas a todos los jóvenes extutelados o en situación de calle, pero la realidad es que la inmensa mayoría de los que atendemos hoy son inmigrantes. En el caso de Ayoub, entró en la Casa Hogar Magone II, esa sí específica para jóvenes como él que acaban de salir de centros de menores”.

Con todo, a la salesiana le llama la atención “que él fuera derivado como un chico más, cuando no lo era… Su enfermedad requería una adaptación y para nosotras era evidente que había que hacer un esfuerzo. Y lo hacíamos encantadas, claro. Aunque Ayoub siempre se negó a ser tratado de un modo diferente a los demás, preparamos la casa lo mejor posible, ya que, debido a la quimioterapia, estaba algo más bajo de defensas y débil. Intentamos estar a su lado en todo momento, tanto en casa como en el hospital cuando tuvo que ingresar para el trasplante de médula. Yo acababa de pasar por algo parecido con mi sobrino y sabía cómo actuar”.

Más difícil en Marruecos

Una vez curado, Ayoub tiene claro que, al final, emigrar le salvó la vida: “Esta experiencia para mí fue dura, pero también un motivo de ver lo positivo de que me pasara en España, pues tenía la plena seguridad de que en mi país no hubiera sido fácil llegar a acceder a los medios suficientes para el tratamiento. Esto me hizo ver que, aunque pasen en la vida cosas duras, como padecer un cáncer, el momento en que me vino pudo ser el mejor. Hoy día puedo decir que lo tengo superado, gracias a Dios”.

Pero, más allá de las medicinas o los tratamientos, el joven también siente que hubo otro factor clave en su recuperación: “Recuerdo perfectamente que llegué a la Casa Hogar Magone II un 2 de diciembre de 2017, en pleno tratamiento de mi enfermedad. Gracias a las salesianas, encontré lo que más necesitaba en ese momento: calor de hogar, cuidados maternales, solidaridad y apoyo… Fue todo un regalo”.

Incorporación laboral

Como relata Ana María, “una vez que se fue recuperando, pudo ir estudiando en nuestro centro y consiguió un certificado de profesionalidad. Homologó los estudios realizados en Marruecos y ese certificado fue clave para él”. Y es que el siguiente paso fue su incorporación laboral: “Hablé con el dueño de una empresa de logística que es conocido mío y le dije esto sobre Ayoub: ‘Para mí es como un hijo’. Y él me respondió esto: ‘Pues, entonces, para mí también será como un hijo’. Y así es… Realmente, está muy contento con él, pues es muy trabajador, cualificado y responsable. No exagero si digo que es oro molido”.

El último paso, como se congratula Ayoub, ha sido la culminación de su emancipación: “Gracias a este acompañamiento para formarme y conseguir empleo con perspectivas de futuro, he ido ahorrando un poco de dinero. Así, tras el paso por el hogar de autonomía, también de la Fundación Main, en el que estuve un tiempo, ahora, junto a otro compañero, hemos alquilado una casa y podemos seguir viviendo aquí, en Las Palmas”.

“Mi segunda madre”

Algo que a él le llena de felicidad, pues “mi relación con la fundación sigue siendo muy cercana y familiar y Ana María es como mi segunda madre. Siempre ha estado conmigo en los malos y en los buenos momentos. A ella se lo cuento todo y es mi gran apoyo”.

Entre otras cosas, como destaca él, también le ha enriquecido espiritualmente: “Como musulmán, ella siempre me ha ofrecido su absoluto respeto y me ha transmitido unos valores comunes de amor y confianza”. Algo que a la salesiana le hace feliz: “El trabajo con Ayoub y con los otros chicos me nutre espiritualmente. Me siento plena al poder vivir lo más genuino de nuestro carisma. Don Bosco también creaba hogares para jóvenes y fomentaba con ellos la educación y su independencia. Seguir este camino, además del cariño que me ofrecen estas personas, es mi felicidad”.

Foto: David Delfour.

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