Francisco se sitúa con “las víctimas de la injusticia climática” y pide frenar “esta insensata guerra contra la creación”

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Si bien la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, cuyo lema este año es ‘Que la justicia y la paz fluyan’, se celebra el 1 de septiembre, la Santa Sede ya ha difundido en la mañana de este 25 de mayo el mensaje del papa Francisco sobre uno de los ejes de su pontificado, como es la defensa a ultranza de la casa común.



En su reflexión, Bergoglio se inspira en el profeta Amós (“que el derecho corra como el agua y la justicia como un torrente inagotable”) para asegurar que “Dios quiere que reine la justicia”, que es tan “esencial para nuestra vida” como “el agua lo es para nuestra supervivencia física”.

No esconderse en lo profundo

Para el Pontífice, “esta justicia debe surgir allí donde sea necesaria y no esconderse demasiado en lo profundo o desaparecer como el agua que se evapora, antes de podernos sostener”. Y es que “Dios quiere que cada uno busque ser justo en cada situación; se esfuerce siempre en vivir según sus leyes y, por tanto, en hacer posible que la vida florezca en plenitud”.

En este sentido, la apuesta papal por la armonía y por la vivencia natural y hondamente humana es rotunda: “Cuando buscamos ante todo el reino, manteniendo una justa relación con Dios, la humanidad y la naturaleza, entonces la justicia y la paz pueden fluir, como una corriente inagotable de agua pura, nutriendo a la humanidad y a todas las criaturas”.

Así, si permanecemos “sumergidos en la creación”, aflora “otro latido que podemos escuchar, el latido materno de la tierra. Como el latido de los niños, desde el seno materno, está en armonía con el de sus madres, del mismo modo para crecer como seres humanos necesitamos acompasar los ritmos de la vida con los de la creación que nos da la vida”.

Latir en armonía

“En este Tiempo de la Creación”, el llamado del Papa es claro: “Detengámonos en estos latidos del corazón: el nuestro, el de nuestras madres y abuelas, el latido del corazón creado y del corazón de Dios. Hoy no están en armonía, no laten juntos en la justicia y en la paz. A muchos se les impide de beber en este río vigoroso. Escuchemos entonces la llamada a estar al lado de las víctimas de la injusticia ambiental y climática, y a poner fin a esta insensata guerra contra la creación”.

Con gran pesar, Francisco advierte que “vemos los efectos de esta guerra en los muchos ríos que se están secando. ‘Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores’, afirmó una vez Benedicto XVI. El consumismo rapaz, alimentado por corazones egoístas, está perturbando el ciclo del agua en el planeta. El uso desenfrenado de combustibles fósiles y la tala de los bosques están produciendo un aumento de las temperaturas y provocando graves sequías. Horribles carestías de agua afligen cada vez más a nuestras casas, desde las pequeñas comunidades rurales hasta las grandes metrópolis”.

Además, “industrias depredadoras están consumiendo y contaminado nuestras fuentes de agua potable con prácticas extremas como la fracturación hidráulica, para la extracción de petróleo y gas, los proyectos de mega-extracción descontrolada y la cría intensiva de animales”.

Saqueada y trasformada en mercancía

Un panorama devastador que aflige al corazón humano. De ahí que el Santo Padre rescate este impactante pasaje de Laudato si’, su encíclica verde: “La ‘Hermana agua’, como la llama san Francisco, es saqueada y trasformada en ‘mercancía que se regula por las leyes del mercado’”.

Pero aún hay tiempo… “Podemos, debemos evitar que se verifiquen las consecuencias peores. ¡Es tanto lo que sí se puede hacer!”. Para ello, “como muchos arroyos y torrentes”, al final debemos “confluir juntos en un río potente para irrigar la vida de nuestro maravilloso planeta y de nuestra familia humana para las generaciones futuras. Unamos nuestras manos y demos pasos valientes para que la justicia y la paz fluyan en toda la Tierra”.

Para concretar la acción, Bergoglio apela a tres actitudes básicas: “Debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad”.

Conversión ecológica

La primera remite a “la ‘conversión ecológica’ que san Juan Pablo II nos instó a realizar: la renovación de nuestra relación con la creación, de modo que no la consideremos ya como un objeto del que aprovecharnos, sino por el contrario, la custodiemos como un don sagrado del Creador”.

Un “enfoque integral” que “requiere poner en práctica el respeto ecológico en cuatro direcciones: hacia Dios, hacia nuestros semejantes de hoy y de mañana, hacia toda la naturaleza y hacia nosotros mismos”.

Aquí, el Papa recuerda a otro predecesor, Benedicto XVI, que “señaló la urgente necesidad de comprender que creación y redención son inseparables: ‘El Redentor es el Creador y, si nosotros no anunciamos a Dios en toda su grandeza, de Creador y de Redentor, quitamos valor también a la Redención’”.

Con el Gran Artista

Una clara llamada a vivir de un modo espiritual el reto de custodiar toda vida en el planeta que habitamos: “La creación se refiere al misterioso y magnífico ‘acto’ de Dios, que crea de la nada este majestuoso y bellísimo planeta, así como este universo, y también al resultado de esta acción, todavía en marcha, que experimentamos como un ‘don’ inagotable. Durante la liturgia y la oración personal en la ‘gran catedral de la creación’, recordemos al Gran Artista que crea tanta belleza y reflexionemos sobre el misterio de la amorosa decisión de crear el cosmos”.

De cara a reivindicar nuevos “estilos de vida”, el Pontífice cita al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, que nos llama a arrepentirnos de nuestros “pecados ecológicos”, pues estos “dañan el mundo natural y también a nuestros hermanos y a nuestras hermanas”.

En este sentido, debemos adoptar “estilos de vida que impliquen menos desperdicio y menos consumo innecesario, sobre todo allí donde los procesos de producción son tóxicos e insostenibles”. Además, “colaboremos en la continua creación de Dios a través de decisiones positivas, haciendo un uso lo más moderado posible de los recursos, practicando una gozosa sobriedad, eliminando y reciclando los desechos y recurriendo a los productos y a los servicios, cada vez más disponibles que son ecológicamente y socialmente responsables”.

Deuda ecológica

Más allá de cada uno de nosotros, “políticas económicas que favorecen riquezas escandalosas para unos pocos y condiciones de degradación para muchos determinan el final de la paz y la justicia”. Así, “es obvio que las naciones más ricas han acumulado una ‘deuda ecológica’”.

Los dirigentes “deben escuchar la ciencia e iniciar una transición rápida y equitativa para poner fin a la era de los combustibles fósiles”. Y, “para frenar el riesgo de calentamiento global, es una contradicción consentir la continua explotación y expansión de las infraestructuras para los combustibles fósiles. Levantamos la voz para detener esta injusticia hacia los pobres y hacia nuestros hijos, que sufrirán las peores consecuencias del cambio climático”.

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