El Papa se une a la celebración de los 500 años de la llegada de san Ignacio de Loyola a Barcelona

Francisco ha enviado una carta al cardenal Juan José Omella ante el evento que ha tenido lugar este 14 de noviembre en la Generalitat de Cataluña

Ignacio de Loyola Barcelona

“El 14 de noviembre se celebra en Barcelona un evento singular, los 500 años de la llegada de un pobre soldado a un lugar recóndito de la geografía de España, cuando iba de camino a Tierra Santa“. Así comienza el papa Francisco una carta enviada al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, con motivo del acto institucional celebrado este lunes el quinto centenario de la conversión del fundador de la Compañía de Jesús y en el que han participado autoridades civiles y religiosas españolas, entre las que se encuentra el superior general de la congregación, Arturo Sosa.



El acto, que forma parte de la celebración oficial del Año de San Ignacio, y que fue aprobado por el Govern con el objetivo de destacar, recuperar y divulgar la figura de Ignacio de Loyola y su influencia mundial, ha tenido lugar esta tarde en el salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat de Cataluña, encabezado por el presidente de la institución, Pere Aragonès, y con la participación del director espiritual de la Cueva de Manresa, Xavier Melloni.

“Nuestro protagonista, después de haber servido al rey y a sus convicciones hasta derramar su sangre, iba herido en el cuerpo y en el espíritu, se había despojado de todo y tenía el propósito de seguir a Cristo en pobreza y humildad”, señala el Papa en su carta. “A él en ese momento poco le importaba hospedarse en albergues para pobres o tener que retirarse en una cueva para orar”, continua, “y, sin embargo, paradojas del destino, cinco siglos después las autoridades civiles y religiosas de esa región, junto al Prepósito general del instituto religioso que él fundó, la Compañía de Jesús, se reúnen de forma institucional para celebrar este acontecimiento”.

Diseño de amor

Francisco ruega en su escrito a Omella que haga llegar su saludo a las autoridades presentes, así como al “pueblo fiel de Dios, que recuerda a san Ignacio de Loyola con devoción y cariño, y a los hombres de buena voluntad que lo respetan por ser un hombre íntegro y coherente en sus convicciones. Del mismo modo, a los miembros de la Compañía de Jesús, que como yo lo veneran como fundador”.

Para el Papa, resulta “significativo” que para llevar a san Ignacio hasta allí, “Dios se sirviese de una guerra y de una peste”, haciendo referencia a la guerra que lo sacó del sitio de Pamplona y fue el detonante de su conversión, y la peste que le impidió llegar a Barcelona y lo retuvo en la cueva de Manresa. “Es una gran lección para nosotros, pues guerras y pestes no nos faltan para que lleguemos a convertirnos”, añade.

“Podemos, por tanto”, continua el Papa, “asumirlas como una oportunidad para revertir el rumbo seguido hasta ahora e invertir en lo que verdaderamente importa, sea cual sea el ámbito en que nos movamos”. “Y es que, por medio de las crisis, Dios nos dice que no somos nosotros los señores de la Historia, con mayúsculas, ni siquiera de nuestras propias historias, y por más que somos libres de corresponder o no a las llamadas de su gracia, es siempre su diseño de amor el que dirige el mundo”, ha aseverado.

En aquella circunstancia, “Ignacio se mostró dócil a esa llamada, pero lo más importante es que no retuvo esta gracia para sí, sino que la consideró desde el principio como un don para los demás, como un camino, un método que podía ayudar a otras personas a encontrarse con Dios, a abrir su corazón y dejarse interpelar por Él”.

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