José Antonio Cano: “Jesús evangeliza a los adultos y bendice a los niños, y nosotros hemos invertido el proceso”

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Convencido de que “es necesario gestar espacios y momentos que posibiliten el encuentro con Jesucristo”, José Antonio Cano, consiliario de Acción Católica General, cree que urge un itinerario catequético con adultos “que no dé por supuesta” la fe y, en busca de un encuentro real con Dios, evidencie que “continuamente hemos de actualizar el primer anuncio”.



PREGUNTA.- Por su experiencia acompañando a una comunidad como Acción Católica, tan presente en medio de nuestro día a día en todo tipo de experiencias, ¿cree que es significativa la voz de los cristianos en nuestro caminar como sociedad?

RESPUESTA.- Es verdad que hay muchos laicos comprometidos en la vida de la Iglesia y la sociedad, pero para nada es significativa la presencia de los cristianos en la vida pública. Durante mucho tiempo hemos descuidado la formación de adultos en auténticos procesos catequéticos que pudiesen ayudar a profundizar en la fe y, desde ahí, ser respuesta en nuestra sociedad con una presencia realmente evangelizadora y transformadora. Actualmente, la Acción Católica General está siendo acogida en muchísimas diócesis y parroquias como respuesta al mandato de Jesús de “hacer discípulos” y siguiendo las indicaciones de la Iglesia que nos invita a ser una Iglesia en salida.

De ahí que haga suyas las propuestas que nos señaló el Congreso de Laicos de febrero de 2020. Ofrecemos a todas las parroquias una experiencia de primer anuncio llamada ‘Encuentros 4-40’ para posibilitar que la gente se encuentre con Jesucristo y, posteriormente, todo un itinerario de formación en línea catecumenal, que es un proceso para llevar a cabo un auténtico discipulado, posibilitando un acompañamiento personal y grupal. Todo en clave vocacional, para discernir personal y comunitariamente lo que Dios quiere de cada uno de nosotros y posibilitar una presencia personal y asociada en el mundo del trabajo, la sanidad, la familia, la política, la cultura… Podemos llegar a ser, realmente, agentes de transformación social, llenando cada espacio con la presencia de Jesucristo, caminando, sinodalmente, pastores y laicos.

Una Iglesia de testigos

P.- ¿Cómo conseguir ser una Iglesia más de testigos que de oradores?

R.- Solamente puede ser testigo aquel que ha presenciado un acontecimiento; por tanto, solo se puede ser testigo de Jesucristo en la medida en que alguien se ha encontrado con Él. Seguimos dando por supuesto que la gente se ha encontrado con Jesucristo y por eso no hacemos un anuncio kerigmático. Damos por supuesto que la gente ha hecho una opción por ser discípulo de Jesucristo, pero vivimos en un momento en el que no podemos presuponer nada.

Por eso es necesario gestar espacios y momentos que posibiliten ese encuentro con Jesucristo; continuamente, hemos de actualizar el primer anuncio, la base de toda nuestra acción evangelizadora. Y, tras esa experiencia fundante que lleve realmente a la conversión, iniciar un proceso de discipulado que nos llevará a ser testigos, porque anunciaremos “lo que hemos visto y oído”. No comunicaremos ideas o normas morales, sino la vida que trae Cristo, muerto y resucitado por todos y cada uno de nosotros. Ya nos recordaba san Pablo VI que el mundo de hoy escucha más a los testigos que a los maestros, y si escucha a los maestros es porque son testigos.

P.- ¿Cuál es el mejor modo de acoger y acompañar a un adulto que atraviesa un momento de su vida de apertura hacia la trascendencia y que desconoce todo o casi todo de la experiencia cristiana?

R.- El primer paso que hemos de dar es ponernos a su lado y caminar con él, como hizo Jesús con los discípulos de Emaús. La persona necesita ser acogida y escuchada antes que escuchar; por eso es muy importante que estemos bien preparados en el “arte del acompañamiento”. Es necesario saber caminar con el otro, participar de su historia, de sus preocupaciones, de sus inquietudes… Y, llegado el momento, hacerles el anuncio de Jesucristo, que puedan conocer y experimentar que Dios les ama, que Jesucristo ha muerto y ha resucitado por ellos, que está presente en su camino, en su historia y que el deseo de Jesús es que vivan en plenitud.

Pero también podemos hacer una invitación a participar en alguna experiencia comunitaria de primer anuncio, como ‘Los encuentros 4-40’, que son una experiencia de encuentro personal con Jesucristo teniendo como base la Palabra de Dios, con su fuerza vivificante y transformadora, y, desde ahí, acompañarles en todo el proceso de descubrimiento y maduración de la fe. Luego hay que ayudarles a integrarse en un Equipo de Vida donde seguir conociendo la fe, orando y celebrando, y, por supuesto ayudarles a vivir esa fe en el día a día.

Cambios estructurales

P.- ¿Son necesarios cambios estructurales para encarnar hoy mejor en nuestro presente la comunidad cristiana que soñó Jesús de Nazaret? ¿Hasta qué punto estamos cerca o lejos de ese anhelo de Dios?

R.- Ciertamente, la Iglesia siempre está necesitada de la conversión de sus miembros y de reforma en sus estructuras. Creo que una de las grandes reformas que hay que acometer es la de la iniciación cristiana. Seguimos, muchas veces, dando catequesis a personas que no han sido evangelizadas, no han hecho un proceso de conversión personal y adhesión a Jesucristo; nos hemos saltado ese primer paso. Y, entonces, nuestra catequesis fracasa, porque se convierte en catequesis finalista, para recibir los sacramentos.

Por otro lado, hemos desgastado y seguimos desgastando excesivas fuerzas en la evangelización de los niños y hemos descuidado a los adultos. Jesús evangeliza a los adultos y bendice a los niños, y nosotros hemos invertido el proceso, pretendiendo evangelizar a los niños y bendiciendo a los adultos. Así mismo, los jóvenes también necesitan de una acogida y acompañamiento significativo.

En todo este camino de conversión pastoral vamos dando pasos. Sabemos que en la Iglesia el cambio se da lentamente, y entiendo que no es lo mismo dar la vuelta a una pequeña lancha de motor que a un transatlántico. Pero en ello estamos. La gracia del Espíritu Santo nunca nos va a faltar y nuestro ardor evangelizador hará posible que llenemos cada rincón de nuestro mundo con la luz de Jesucristo.

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