Álvaro Chordi, obispo auxiliar de Santiago de Chile: “No se trata de reconquistar espacios de poder, sino de ser Evangelio vivo”

Álvaro Chordi, obispo auxiliar de Santiago de Chile. Foto: Nibaldo Pérez Ramírez

Pamplonica, ordenado sacerdote en la Diócesis de Vitoria y ligado a las Comunidades Adsis, de cuya espiritualidad bebe desde hace más de 30 años, el misionero español Álvaro Chordi llegó a Chile en 2015. Desde este pasado 10 de octubre, es el nuevo obispo auxiliar de Santiago.



PREGUNTA.- Estos años ha volcado su pastoral en los más vulnerables de la sociedad. Hasta el punto de que, cuando se conoció su nombramiento episcopal, en julio, sus fieles de la Parroquia de San Saturnino le hicieron una petición: “Que no cambie, que no deje de ser yo mismo, que no pierda la libertad, que no me olvide de los jóvenes y los pobres”. ¿Hasta qué punto pone en el centro de su nueva misión pastoral esta llamada desde la base?

RESPUESTA.- En las semanas previas de la ordenación, tras el nombramiento, muchas personas me han dicho cosas como esta: “gracias por ser quién eres”, “el Señor te eligió por quién eres hoy”, “no te olvides de los pobres”, “no cambies”, “sigue siendo así”, “si te alejas, nosotros estaremos ahí para ayudarte”… Aducen que es frecuente que quien ha sido elegido para el orden de los obispos sufre una cierta metamorfosis y se pierde. Quisiera pensar que todos acogemos la vida que nos llega, que eso nos proporciona muchas experiencias que van llenando de rostros nuestro corazón y van configurando nuestra vida, hasta el punto de que la enriquecen y la transforman.

Parte del pueblo

P.- En su primera misa dominical tras su nombramiento, se vio un gesto cargado de hondura espiritual: desde el altar, con la cabeza gacha, recibió la bendición de los parroquianos, que elevaban sus manos desde la bancada. ¿Siente que no está solo, sino acompañado realmente por el Pueblo de Dios?

R.- Nunca me he sentido solo, porque el Señor está conmigo. He sentido la fuerza de la oración de muchas personas y comunidades, conocidas y desconocidas, que ha sido clave para el consentimiento a este llamado. Por mis solas fuerzas no hubiera podido, el Señor me capacita con la oración de todos. He recibido multitud de muestras de cariño y reconocimiento a mi persona, que me han sorprendido e incluso abrumado.

En la ordenación fui examinado ante la asamblea de Dios y, postrado en el suelo, sentí con mucha intensidad la oración de intercesión del Pueblo de Dios con las letanías de los santos y beatos… Me siento parte de un pueblo de Dios que peregrina en Chile, que está recorriendo caminos sinodales, proféticos y llenos de esperanza. Recién hemos concluido la III Asamblea Eclesial Nacional, en un ambiente muy fraterno, dialogante, respetuoso y oracional, que contiene los alicientes para provocar un antes y un después en la vida de la Iglesia de Chile.

P.- La Iglesia chilena carga en los últimos años con la pesada cruz de los abusos sexuales y de poder cometidos contra los más vulnerables en su seno. ¿Percibe que desde la jerarquía eclesial se están dando los pasos adecuados para sanar su relación con la sociedad y recuperar el respeto perdido?

R.- Queda mucho camino por delante. Sin embargo, se ha avanzado mucho. Hay gestos de perdón a víctimas y sobrevivientes de abuso eclesial y nos estamos comprometiendo para acabar con ese dolor. Somos conscientes de que la llama se apagó y no lo vimos, no lo escuchamos, no lo denunciamos y la vida de muchas persona, familias y comunidades, quedó quebrada. Por diversos motivos, se resintió el cordón umbilical de la Iglesia con la sociedad, y necesitamos iniciar procesos que permitan vivir más el Evangelio, desde la centralidad de Jesucristo, dar testimonio de nuestra fe, aliviar el sufrimiento de nuestros vecinos y vecinas, recuperar los territorios organizando la esperanza y ofreciendo fe y espiritualidad para todos. No se trata de reconquistar espacios de poder e influencia social, sino más bien de ser Evangelio vivo en medio de un mundo en cambio.

El mundo ha cambiado

P.- Personalmente, ¿cómo piensa contribuir a ese proceso de sanación desde una posición en la que lo que diga y haga ya tendrá una resonancia nacional y hasta internacional?

R.- El mundo cambió y hemos de dejar espacio a la duda y a la incertidumbre, a la búsqueda común, al diálogo que respeta, consensúa y busca la verdad, a recorrer caminos de reencuentro, con la humildad de quien sabe que pisa tierra sagrada. La coherencia de vida es esencial para cualquier persona, y más si cabe para un pastor. Restaurar confianzas, asumir corresponsabilidades, reparar los múltiples daños ocasionados o levantar el ánimo son caminos que hemos de recorrer todos juntos.

P.- Estando en España, se volcó especialmente con los jóvenes y el impulso de la pastoral con ellos. ¿Cuál es el mejor camino para ofrecer un mensaje que, desde la fe, contagie a la juventud? ¿El caminar sinodal puede ser una oportunidad histórica para ello?

R.- El mejor camino siempre es Jesucristo. Contar a Jesús es nuestro mejor método pastoral. Nunca falla. También se trata de promover las condiciones necesarias que permitan acceder a Jesús y construir el Reino de Dios. Los jóvenes hace tiempo que llevan interpelando el rostro de la Iglesia en su conjunto, especialmente en la calidad de la vida comunitaria. Los jóvenes buscan una Iglesia más relacional y participativa, en la que hablamos y nos escuchamos, en la lógica del intercambio de dones y en la que todos escuchamos humildemente la voz del Espíritu. Los jóvenes claman fraternidad.

Ebullición social

P.- En los últimos años, en Chile hay una fuerte ebullición social. Los jóvenes, especialmente, son los que demandan con más fuerza cambios en todos los niveles. ¿Cómo se pueden acoger estas reclamaciones desde la Iglesia para caminar junto a ellos en torno al bien común?

R.- Las generaciones jóvenes no conciben un futuro en el que las profundas inequidades sociales que hoy existen se mantengan en el tiempo. Los y las jóvenes quieren construir una sociedad justa, equitativa y participativa, en la que se sientan verdaderamente representados. La Iglesia no puede estar ajena a ello; al contrario, ha de caminar con los jóvenes en la consecución de mejores condiciones de vida para las personas y los pueblos, abriendo senderos de vida y esperanza.

P.- El próximo año se cumplirá una década de Francisco como papa. ¿Hasta qué punto le tiene como modelo episcopal y qué poso cree que dejará su pontificado en la historia de la Iglesia?

R.- Mi modelo es Jesucristo, buen Pastor. El papa Francisco me ofrece referencias claves para el ejercicio de mi ministerio episcopal recién iniciado, tales como la cercanía, la compasión, la profundidad, la alegría, la humildad, la coherencia y la paciencia. Creo que este pontificado pasará a la historia por sus gestos de humildad, por abrir puertas, por su defensa del cuidado de la casa común, por su lucha contra el clericalismo, el establishment vaticano y los abusos, por su lenguaje sencillo y aterrizaje pastoral, por su preferencia por los pobres…

Fotos: Nibaldo Pérez Ramírez.

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