Solo una diócesis pidió a los católicos LGTBI+ participar en la consulta sinodal

  • El colectivo ha enviado a la Secretaría General del Sínodo una propuesta de “plena integración” con cambios en el Catecismo y acceso al sacerdocio y al matrimonio
  • “El rechazo nos ha llevado a vivir una falsa doble vida con el abandono de la Iglesia e incluso en la apostasía de muchos”, denuncian estas comunidades cristianas

La acogida a la que invitamos a la Iglesia lleva parejo el reconocimiento de años de rechazo y discriminación, con terribles consecuencias de dolor y ruptura interior”. Así se formula una de las principales demandas que las comunidades cristianas LGTBI+ de España lanzan a la Secretaría General del Sínodo con la vista puesta en el Sínodo de la Sinodalidad.



A través de un documento respaldado por hasta doce asociaciones de todo el país, esta red solicita una “plena integración” en la Iglesia, que pasaría, entre otras iniciativas, por el acceso al orden sacerdotal y al matrimonio, así como “algunos cambios necesarios de actitud y de doctrina ya iniciados”.

Creación de un grupo de reflexión

Para ello, sugieren la creación de un grupo universal de reflexión de género en el ámbito vaticano para promover el diálogo, en tanto que consideran que “la Iglesia se encuentra en deuda de escucha”. En esta misma línea, expresan sentirse “orillados en los márgenes de la pastoral”, tal y como refleja el hecho de que echen en falta espacios específicos, por ejemplo, en las parroquias.

Reflejo de lo que denominan como “rechazo de nuestra propia comunidad eclesial” es el hecho de que expresen en el texto que “durante este proceso sinodal solo una de las diócesis españolas de las cuales somos miembros ha pedido hablar con nosotros, y en otras tres se han mantenido contactos informales”. Es más, exponen que “otras no han respondido cuando les propusimos reunirnos con sus representantes para dialogar”.

“No existimos”

Así, comparten su percepción de sentirse “invisibles” y “al margen: “Da la impresión de que no existimos ni en las homilías ni en ninguna manifestación pastoral, salvo en contados casos que no suelen ser precisamente positivos”. De hecho, plantean que “experimentamos una doble vara de medir que depende mucho de quién sea el ministro de turno que nos atienda, y esto no es aceptable”. A partir de esta denuncia, relatan que “hemos vivido presiones de diverso tipo: pastoral, laboral, familiar, para abandonar un encargo, un trabajo, e incluso una misión pastoral por causa de nuestra condición”.

Esta “experiencia de rechazo”, expone la síntesis de estos doce grupos, los ha llevado a “vivir una falsa doble vida, negándonos a nosotros mismos para poder sentirnos aceptados dentro de la Iglesia y sus estructuras”. En algunos casos, lamentan, que esto haya propiciado “el abandono de la Iglesia e incluso en la apostasía de muchos”.

La ideología de género

“Las personas con orientación sexual o identidad de género diversas no son fruto de una caprichosa ‘ideología de género’”, sentencian en el texto, cuestionando a quienes “se apropiaron” de “la doctrina y la tradición” que “orillaron a los diversos senderos paralelos por los que discurre el resto del pueblo de Dios, sin apenas ocasión para sentirse parte de la Iglesia”.

Es por ello, que reclaman una mayor “denuncia profética” en el seno eclesial y se exponen abiertamente “el planteamiento intransigente” de algunos puntos del Catecismo (2357, 2358 y 2359) que hablan de “inclinación objetivamente desordenada”. “Esta debería ser revisada y eliminada a la luz de los conocimientos científicos actuales y a la realidad social actual; ya que provocan su alejamiento de la Iglesia y generan la discriminación de estas personas”, sentencian.

Tender puentes

Lejos de enrocarse ante este contexto, aseguran expresar estas inquietudes desde “una actitud serena y respetuosa”, convenidos de “lo que nos une y enriquece en la diversidad” para “caminar juntos”. “Estamos dispuestos a seguir dialogando y tendiendo puentes con las distintas instancias eclesiales: parroquias, diócesis, congregaciones religiosas, movimientos”, plantean apelando a una Iglesia sinodal “formada por hombres y mujeres de corazón abierto”.

En este sentido, lamentan “la incomprensión y las situaciones de rechazo”, no solo de gais, lesbianas y transexuales, sino también de las mujeres y los divorciados. En su caso, aprecian “los intentos de diálogo institucional”, pero aprecian que “salvo en algunas excepciones, han sido al final invisibles, pidiéndonos discreción, teniendo escasa o nula incidencia en la iglesia local”. Por eso, proponer establecer “claros criterios comunes en el ámbito pastoral, que eviten la arbitrariedad de la persona responsable de turno”.

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