Hambre, desbordamiento, niñas embarazadas… “Pero no te olvides de Palabek”

  • Los salesianos se vuelcan en un campamento de refugiados que huyen de Sudán del Sur y se instalan en la vecina Uganda
  • Ya son 67.000 quienes viven allí, siendo “el 83% mujeres y niños”, llevándose las chicas la peor parte

Ubaldino Andrade, misionero salesiano en Palabek

En octubre de 2019, coproducido por Misiones Salesianas y por la fundación salesiana Jóvenes y Desarrollo, se estrenó el documental ‘Palabek, refugio de esperanza’, dirigido por Raúl de la Fuente, ganador de dos Goya, y donde se narra la vida de los entonces más de 50.000 refugiados de Sudán del Sur que sobrevivían como podían en este asentamiento en Uganda, a 30 kilómetros de la frontera.



En la cinta, entre otros, emergía el testimonio de uno de los misioneros salesianos presentes en Palabek, el venezolano Ubaldino Andrade, a quien se podía ver organizando partidos de fútbol, charlando con las familias frente a sus tiendas o presidiendo misas preñadas de alegría.

Situación actual

Tres años después, en conversación con Vida Nueva, este religioso, con una experiencia misionera previa en el Amazonas venezolano, en Sierra Leona y en Ghana (casi siempre con niños sin hogar), lamenta que “hoy Palabek ya no es noticia. Como tampoco lo son ya Ucrania, Irak, Venezuela o tantos otros países con conflicto. Las ‘modas’ van cambiando y hoy la gente no se acuerda de Palabek. Pero ahí estamos. Y es que siguen llegando refugiados de Sudán del Sur; unos 450-470 cada semana. Hasta el punto de que ya tenemos 67.000 inscritos. Unos 17.000 más que en 2019”.

Ahora, explica, “ya no llegan por la guerra, sino por el hambre, pues en su país hay una dificultad muy fuerte para las tribus que se ganan la vida como pastores. Los grupos más grandes se hacen con sus zonas de pasto y obligan a otras tribus a tener que huir. Es complicado y se parece a la guerra, pues son conflictos internos que provocan el desplazamiento de mucha gente”.

Campamento de refugiados en Palabek

Desbordados

Siendo Palabek “el único campo de refugiados abierto en Uganda, todos quieren venir aquí. Lo cual no deja de ser un problema, pues no estamos acondicionados para recibir a tal cantidad de gente cada semana. Se desbordan los baños, la gente duerme en las calles, carreteras o bajo los árboles, faltan agua potable y comida… Los problemas logísticos son muy fuertes”.

Aunque la paz va ganando peso en Sudán del Sur, tras muchos años de guerra civil, “la gente aún no se ve preparada para volver, pues dicen que no es un lugar seguro y hay muchas regiones desabastecidas por la Administración, derivando, a veces, en problemas de convivencia entre miembros de mismas tribus. Falta confianza, pese a lo que muestre un tratado de paz”.

Campamento de refugiados en Palabek

La posibilidad de estudiar

Además, observa Ubaldino, “muchos siguen en el campo de refugiados por la posibilidad de que sus hijos vayan aquí a la escuela. Y es que, aunque tenemos dificultades educativas y no llegamos a todos los niños, seguimos estando ahí. Eso sí, tras la pandemia todo empeoró y vinieron muchos más niños, por lo que tuvimos que crear dos grupos, uno de mañana y otro nuevo de tarde. Estuvimos parados, como todo el país, durante dos años, pero ahora, al reabrir las aulas, son muchísimos los que vienen a inscribirse”.

A nivel educativo, los hijos de Don Bosco cuentan “con cuatro capillas de Preescolar en las que atendemos a 750 niños, de entre cinco y nueve años, a los que también damos de comer. Varios de ellos sufren discapacidades y, con la ayuda de otros niños, salen poco a poco adelante”. Además, está “la Escuela Técnica, donde enseñamos a los más jóvenes un oficio para que puedan contribuir con sus familias y sentirse ellos mismos más dignos. Muchos de ellos regresan a Sudán del Sur y, con lo que han aprendido en mecánica, herrería, carpintería, costura, peluquería o energía solar, aportan para mejorar su propio país”.

Campamento de refugiados en Palabek

También, 11.000 ugandeses

Otra realidad del asentamiento es que “el 83% son mujeres y niños, siendo más de la mitad de los habitantes aquí menores. También hay 11.000 ugandeses que en su día fueron a distintas ciudades del país, huyendo de conflictos, y ahora han regresado”. Por su parte, “los salesianos tenemos 16 capillas. Salvo cuatro, de distintos tamaños, el resto son árboles donde ponemos mantas y estas sirven de altar, reuniéndose mucha gente en las ceremonias. Como solo somos cuatro sacerdotes, tenemos un equipo de 35 catequistas que nos asisten en la liturgia y en la animación de las actividades pastorales”.

De cara al futuro, “el sueño es levantar una Escuela Secundaria en el campo. Con la ayuda de mucha gente, hemos podido dar becas de estudio a unos 180 jóvenes, pero queremos más. En el asentamiento hay una única Escuela Secundaria, con 2.000 estudiantes y solo seis aulas. Muchos tienen que caminar 20 kilómetros, ida y vuelta, para ir hasta allí, pero los chicos están dispuestos a hacerlo. Por eso queremos llegar a mucha más gente, especialmente a las chicas, que son las que lo tienen más difícil. Muchas de ellas se quedan embarazadas a los 13 años y, una vez que esto sucede, no pueden estudiar. De hecho, durante el primer encierro por la pandemia, se quedaron embarazadas más de 1.000 niñas… Ese es nuestro gran reto, pues solo uno 20% de las que se forman son chicas. Hay que ofrecerlas una oportunidad”.

Ubaldino Andrade, misionero salesiano en Palabek

Cambio climático

Con una mirada global, Ubaldino apunta otro gran tema que les condiciona: “es el cambio climático. La ONU da a los refugiados, por persona y al mes, seis kilos de maíz, tres de alubias y dos cucharadas de sal. Por eso, a través de la creación de grupos de agricultura, hemos conseguido sembrar 92 hectáreas y estamos produciendo mucho. Pero, con el cambio climático, la temporada de lluvias casi ha desaparecido y eso nos afecta muchísimo. Sembramos con mucha ilusión, pero, sin agua, todo se seca y se pierde. Eso crea un problema enorme. Ocurre lo mismo en Sudán, Sudán del Sur, Congo… Y esa es una luz roja, pues puede haber una hambruna en la zona que generaría una crisis humana muy grande”.

Si Forges viviera, además de sus viñetas con el mítico mensaje de “pero no te olvides de Haití”, clamaría enérgico: “Pero no te olvides de Palabek”.

Noticias relacionadas
Compartir