Jesús Sanz despide a Gabino Díaz Merchán, “el hermano mayor que nunca tuve”

El arzobispo de Oviedo siente que se va “alguien grande, cuya cercanía nos ha hecho a todos un poco más buenos y mejores”

Tras fallecer este pasado martes 14 de junio a los 96 años, Gabino Díaz Merchán ha sido enterrado este viernes 17 en Oviedo, archidiócesis que pastoreó entre 1969 y 2002, siendo también presidente de la Conferencia Episcopal Española entre 1981 y 1987.



La ceremonia de su funeral ha tenido lugar en la catedral ovetense y ha sido presidida por el arzobispo local, Jesús Sanz Montes, concelebrando también otra decena de prelados; entre ellos, el cardenal Carlos Osoro, hoy arzobispo de Madrid y quien en su día también pastoreara Oviedo., sucediendo precisamente al ahora fallecido.

La catedral, abarrotada

El templo ha sido abarrotado por numerosos fieles (entre los que se contaban el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y el alcalde ovetense, Alfredo Canteli) y por un centenar de sacerdotes diocesanos.

En su sentida homilía, Jesús Sanz ha destacado que, aunque luego “se hizo asturiano”, la esencia de don Gabino la marcaban en buena parte sus orígenes manchegos, naciendo en la localidad toledana de Mora: “No tiene mar La Mancha, ni aguas bravas que rompan su envite en acantilados. No goza de cumbres altivas que desafían desde sus cimas nevadas. No hay bosques milenarios como una alfombra bajo la que guardar misterios y vanidades. La Mancha es otra cosa. Con su denominación de origen en caldos de la uva, en quesos sabrosos y en la nobleza de su gente. El horizonte se hace diáfano, como un mar en la Castilla ancha que no tuviera finisterres, en donde no es posible el recoveco en sus dimes, ni la trastienda en sus diretes”.

Tras el rastro de Don Quijote

Un prefacio poético para recalcar que “La Mancha tiene a gala regalarnos a los manchegos, esa síntesis de audacia ilusionada y realismo prudente que el gran Miguel de Cervantes inmortalizó en Sancho y Don Quijote”.

En su caso, la primera vez que Sanz tuvo conciencia de quién era Díaz Merchán fue en febrero de 1981, cuando, siendo estudiante precisamente en su Toledo, sus formadores franciscanos le dijeron que había sido elegido presidente de la Conferencia Episcopal un “moracho sin costuras, amable y cordial, cabal y prudente, alguien bueno y sabio. Era el primer esbozo de quien conocería providencialmente más adelante: y aquel manchego de entonces sería para mí un regalo andando el tiempo”.

Acudió a las fuentes

Hasta el 10 de diciembre de 2009, cuando se conocieron al fin, él como nuevo arzobispo ovetense, sucediendo a un Osoro que se iba como arzobispo a Valencia, y don Gabino, que le recibía como emérito: “Tras hacerse público mi nombramiento, aquí me vine una mañana de otoño tardío para beber en las fuentes. Don Gabino me recibió en su casa con un abrazo de hermano entrañable que no olvidaré. Hablamos un rato largo, sin ponernos solemnes y sin perder el tiempo, pero descubrí en un solo golpe que estaba delante de un gran hombre, un cristiano cabal y un obispo de quien aprender tantas cosas. Era ese hermano mayor que yo nunca tuve”.

En todos estos años, en los que han compartido innumerables encuentros “sin más fin que el gozo de vernos para hablar del cielo y de la tierra”. Sin duda fue especial “una vez me dijo: ‘Jesús, ¿cómo es eso de morirse? Muchas veces me lo pregunto y no tengo respuesta. Solo sé que en la otra orilla me espera el Buen Pastor al que siempre quise seguir con mi pueblo. Y la Santina, a la que he amado entrañablemente’. Quedé sin saber qué decir. Balbucí aquello de que nacemos sin saber y morimos sin aprenderlo. La vida está en las manos de quien nos acompaña y nos hace: solo Dios”.

Eclosión de afecto

Ante tal alud de vida fraterna, Sanz ha calificado de “conmovedora” la “eclosión de afecto y reconocimiento” hacia la figura de don Gabino. Y es que ha sido palpable como, en la hora del adiós, el homenaje desde el corazón de toda la sociedad local ha sido unánime, no habiendo distinciones entre “las proveniencias ideológicas”, sino elevándose “el respetuoso agradecimiento ante alguien grande, cuya cercanía nos ha hecho a todos un poco más buenos y mejores”.

En este punto, el franciscano ha contado otra anécdota personal que muestra a las claras la categoría espiritual y humana de su predecesor: “Yo le destaqué alguna vez precisamente eso: el cariño de tanta gente que le pintaban con sus mejores trazos. Y él, con sorna inteligente, me decía: ‘Sin duda que hay gente que lo hace de corazón, pero otros, queriéndome pintar, solo dibujan su autorretrato’. Toda una perla de sabiduría sensata y perspicaz que sabe distinguir la lisonja engañosa y el sincero aplauso, sin proyectar sobre la persona admirada tus enojos y fracasos”.

Con la Santina

La emotiva homilía del arzobispo de Oviedo se ha cerrado así: “Que la Santina, nuestra Madre, a la que tan tiernamente amó, le acompañe en este su último viaje hasta que volvamos a encontrarnos con él en el paraíso eterno de los santos. Las campanas suenan tristes hoy, pero la esperanza cristiana las voltea con la pascua. Descanse en paz Don Gabino. Que nos veamos en el cielo. Amén”.

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