Bernard Ardura: “Carlos de Foucauld es el paradigma de ‘Fratelli tutti’”

Carlos de Foucauld podría ser “el patrón de los que tienen un segundo inicio a la fe”. Lo piensa alguien que conoce bien su trayectoria: Bernard Ardura, presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y postulador de su causa de canonización.



PREGUNTA.- ¿Qué aporta hoy a la Iglesia el nuevo santo

RESPUESTA.- La experiencia de Carlos de Foucauld resulta siempre actual, partiendo de su conversión. Aunque fue educado cristianamente, su fe de niño no creció junto a él cuando llegó a la adolescencia, por lo que ya no respondía a sus preguntas. Poco a poco, se fue alejando de ella, al no suponer ya un punto de referencia en su vida.

Es algo que le ocurre a muchas personas a las que, como le pasó a Carlos de Foucauld, tras unos años sin práctica religiosa y sin oración personal, redescubren esta dimensión fundamental de la vida. Redescubren así lo que significa creer en Dios, una realidad que inspira la vida. Ser cristiano es, al menos, intentar ser coherente entre la fe que se profesa y la propia vida. Carlos de Foucauld podría ser el patrón de los que tienen un segundo inicio a la fe.

P.- ¿Cuál es el milagro que impulsa su canonización?

R.- Se trata de un milagro poco corriente y que forma parte de ese 10% en el que no se trata de curaciones. En italiano se conoce como scampato pericolo (peligro evitado). En este caso, ocurrió el 1 de diciembre de 2016, centenario de su muerte. En la la ciudad francesa de Saumur, donde él vivió durante dos años cuando frecuentaba la escuela militar, hay un gran colegio católico en el que ese día se realizaban unos trabajos de restauración en el techo de la capilla.

Estaban trabajando un obrero con su aprendiz, llamado Charles. Cuando el albañil le pidió que le pasara una herramienta, el joven caminó imprudentemente por la cúpula, que se rompió, cayendo al vacío desde una altura de 15,79 metros. Cuando llegó al suelo, impactó con un banco de madera a unos 60 kilómetros por hora. Son datos científicos.

Por el impacto, una de las partes del banco le atravesó el cuerpo. El albañil que estaba en el techo vio lo que había pasado y fue a pedir ayuda. Increíblemente, una semana después y tras ser operado, el joven salió del hospital si ningún miembro miembro roto ni ningún órgano vital lesionado. Esto sucedió en la tarde del 30 de noviembre de 2016, en la vigilia del centenario de la muerte de Carlos de Foucauld.

Día de oraciones

P.- Ocurrió además en la ciudad donde vivió…

R.- Así es, y donde se estaba rezando por su canonización. Durante todo ese año, los más de 20 grupos, institutos religiosos y asociaciones ligadas a la familia espiritual de Carlos de Foucauld rezaron por su canonización. Y ese día se estaba haciendo especialmente. Además, el empresario de la construcción encargado de la obra, cuando se enteró del accidente, solicitó a sus amigos y a los miembros de la parroquia que le pidieran a Carlos de Foucauld por la salvación del aprendiz.

Los médicos han examinado lo sucedido y afirman que no se puede explicar científicamente que tras esa caída no haya tenido miembros rotos ni órganos vitales dañados. Por eso se ha reconocido que se trata de un milagro de Dios por la intercesión del beato Carlos de Foucauld.

P.- ¿Qué pueden aprender hoy los católicos de su ejemplo?

R.- Cuando vivía en el desierto del Sahara, alimentó la fe en dos fuentes: la Eucaristía y la Sagrada Escritura. Dedicaba mucho tiempo a la meditación de la Palabra de Dios y a la adoración del Santísimo. Son las dos fuentes de la vida cristiana. Hemos aprendido por qué él mismo se definía como misionero aunque no bautizó prácticamente a nadie. Fue un misionero no con la predicación, sino con el testimonio de la caridad.

La fe cristiana no se impone, sino que se llega a ella por atracción. Gracias a él, los musulmanes aprendieron lo que es un cristiano. Nada sustituye ese testimonio. Años después, Pablo VI ya recordaría en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi que el mundo está necesitado de testigos, no de maestros. También decía que la tragedia de nuestro tiempo es la separación entre el Evangelio y la cultura, un problema que seguimos viendo todavía hoy.

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