“Para los que siguen a Jesús no es tiempo de dormir, de dejarse narcotizar el alma”, advierte Francisco

  • El pontífice ha participado en el Gesù de Roma en la misa por el 4º centenario de la canonización de san Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y san Felipe Neri
  • El superior general de los jesuitas, Arturo Sosa, ha presidido la eucaristía y el Papa ha pronunciado la homilía

El papa Francisco ha vuelto a la iglesia del Gesù de Roma para participar en la misa por la celebración del 4º centenario de la canonización de san Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y san Felipe Neri. En uno de los templos más reconocibles de la Compañía, que custodia los restos de san Ignacio y una importante reliquia de san Francisco Javier, relacionó la vida de los santos con el evangelio de la Transfiguración, el propio del segundo domingo de Cuaresma. La celebración de la eucaristía ha estado presidida por el superior general de los jesuitas, Arturo Sosa, y el papa Francisco ha pronunciado la homilía. Esto puede ser debido a la reducción de actos públicos por la inflamación de rodilla del pontífice.



Como a los discípulos, Jesús, destacó el Papa, “nos llamó por nuestro nombre y nos tomó con él” y “cuando experimentemos amargura y decepción, cuando nos sintamos menospreciados o incomprendidos, no caigamos en quejas y nostalgias. Son tentaciones que paralizan el camino, senderos que no llevan a ninguna parte. En cambio, a partir de la gracia, tomemos nuestra vida en nuestras manos. Y acojamos el regalo de vivir cada día como un tramo de camino hacia la meta”.

Creadores de comunión

Para Francisco “necesitamos revivir la gracia de haber sido acogidos en la Iglesia, nuestra santa Madre jerárquica, y por la Iglesia, nuestra esposa. Pertenecemos a Jesús, y le pertenecemos como Compañía. No nos cansemos de pedir la fuerza para construir y conservar la comunión, para ser fermento de fraternidad para la Iglesia y para el mundo”. “No somos solistas que buscan ser escuchados, sino hermanos que forman un coro. Sintamos con la Iglesia, rechacemos la tentación de buscar éxitos personales y formar facciones”, reivindicó el pontífice.

Francisco pidió: “No nos dejemos arrastrar por el clericalismo que nos vuelve rígidos ni por las ideologías que dividen. Los santos que hoy recordamos han sido columnas de comunión. Nos recuerdan que, en el cielo, a pesar de nuestras diferencias de carácter y de perspectiva, estamos llamados a estar juntos”. También advirtió que “la tentación mundana es buscar la gloria sin pasar por la cruz. A nosotros nos gustarían caminos conocidos, rectos y llanos, pero para encontrar la luz de Jesús es necesario que salgamos continuamente de nosotros mismos y vayamos detrás de Él”. “Para nosotros, los jesuitas, la salida y la subida siguen un camino específico, que la montaña simboliza bien”, confesó.

Dar la espalda a la realidad

El Papa invitó a ir “al confín entre la tierra y el cielo, donde el hombre se ‘enfrenta’ a Dios con dificultad; a compartir su búsqueda incómoda y su duda religiosa. Es allí donde debemos estar, y para ello debemos salir y subir”, apuntando a la labor de san Francisco Javier.

También advirtió contra el “riesgo” de “considerarse ‘buenos’ discípulos, pero que en realidad no siguen a Jesús, sino que permanecen inmóviles, pasivos y, como los tres del Evangelio, sin darse cuenta, les da sueño y se quedan dormidos”. “Para los que siguen a Jesús no es tiempo de dormir, de dejarse narcotizar el alma, de dejarse anestesiar por el clima consumista e individualista de hoy”, reclamó. “Uno de los dramas de nuestro tiempo es cerrar los ojos a la realidad y darle la espalda. Que santa Teresa nos ayude a salir de nosotros mismos y a subir a la montaña con Jesús, para darnos cuenta de que Él se revela también a través de las heridas de nuestros hermanos, de las dificultades de la humanidad, de los signos de los tiempos”, imploró.

Orar es transformar la realidad. Es una misión activa, una intercesión continua. No es un alejamiento del mundo, sino un cambio del mundo. Orar es llevar la pulsación de la actualidad a Dios para que su mirada se abra de par en par sobre la historia”, reivindicó finalmente Bergoglio. “Pensemos en la oración de san Felipe Neri, que le ensanchaba el corazón y le hacía abrir las puertas a los niños de la calle. O en la de san Isidro, que rezaba en los campos y llevaba el trabajo agrícola a la oración”, propuso. Por ello, pidió a san Ignacio que “nos ayude a custodiar el discernimiento, nuestra preciosa herencia, tesoro siempre válido para difundir en la Iglesia y en el mundo”. Un discernimiento que lleva a separar lo esencial de los accesorio.

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