Alberto Bochatey: “Francisco va adelante, no se frena y abre el panorama”

El auxiliar de la arquidiócesis de La Plata, en conversación con Vida Nueva, manifestó su intención de servir a la Iglesia, desde la secretaría general de la Conferencia Episcopal Argentina, con dinamismo y eficiencia

En noviembre del año pasado, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) celebró su Asamblea Plenaria eleccionaria. El obispo auxiliar de La Plata, Alberto Bochatey, fue elegido para ocupar la secretaría general de la Conferencia Episcopal Argentina, durante el trienio 2021-2024.
Nació hace 66 años en Buenos Aires. Fue ordenado sacerdote agustino en el año 1981. Ocupó distintos cargos dentro de la Orden. Licenciado en Teología Moral y Máster en Bioética. Fue director del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), entre los años 2001-2010. Actualmente, es miembro ordinario de la Pontificia Academia para la Vida.
En diciembre del 2012, el papa Benedicto XVI, lo nombra obispo titular de Monte de Mauritania y auxiliar de la Plata. Fue consagrado obispo el 9 de marzo de 2013. Acompañó pastoralmente a Héctor Aguer, y ahora hace lo propio con Víctor Manuel Fernández, en la arquidiócesis platense.  
En diálogo con Vida Nueva, el secretario general de la CEA, planteó los desafíos que la Iglesia tiene a partir del Magisterio del papa Francisco.

PREGUNTA.- ¿Qué reflexión le generó la confianza de sus hermanos obispo para nombrarlo en esta tarea tan especial de gestión?

RESPUESTA.- La verdad que fue una gran sorpresa. Yo no tenía internalizado que podía ser candidato. Así que fue muy agradable ver que muchos hermanos confiaron esta tarea tan importante de servicio a la Iglesia a través del episcopado. Me sorprendió, me costó caer, pero le agradezco a Dios a y los hermanos este servicio que me piden. Siempre, cuando la Iglesia te pide algo, está la mano de Dios detrás por algún motivo que desconocemos. En estos primeros meses estoy interiorizándome de la tarea para comenzar la función de la mejor manera.

En La Plata se asustaron. Decían: “se va a ir”, pero es un cargo que es compatible con mi rol de obispo auxiliar. Anteriormente, hubo secretarios titulares de las diócesis, con más responsabilidad. Haré como se venía haciendo. Estaré tres días en la secretaría, y cuatro en la diócesis, donde reorganicé las tareas con el arzobispo y el otro obispo auxiliar. Seguramente vamos a poder trabajar bien.

P.- Desde esta gestión deberá acompañar a una Iglesia en proceso sinodal. ¿Qué expectativas le genera esta apertura?

R.- Muchas y con gran sentido de la responsabilidad para colaborar. Si bien la secretaría no organiza este proceso, deberemos estar al paso, ayudando allí donde sea necesario. Justamente, el Sínodo -como nos recuerda el papa Francisco- es un momento especial de escucha, escuchar con los oídos del corazón. Por lo tanto, será poner la secretaría general de la CEA en escucha: saber escuchar y ayudar a que se escuche bien; tratar de aportar de la mejor manera posible el Evangelio de Jesucristo para que le llegue a todos, y que lo que salga del corazón sean las palabras que uno ha escuchado. Es el gran misterio: el anuncio de la Palabra para poder con la Palabra seguir anunciando.

P.- ¿Habló con el Papa después de su nombramiento? ¿Qué le dijo?

R.- No. Estuve con el Santo Padre los primeros días de octubre del año pasado. Estaba en Roma y tuve el privilegio de que me concediera una audiencia. Charlamos de diversos temas. Pero en ese momento yo ni soñaba con ser secretario, pero desde la elección no he hablado con él.

Iglesia en salida

P.- Usted está acostumbrado a dialogar con muchos dirigentes nacionales por temas bastante sensibles. ¿Cómo evalúa la situación actual?

R.- Lo primero que diría justamente es que la bioética me llevó por caminos impensados. Tuve diálogo con la cultura, con el mundo no eclesiástico: de la medicina, la salud, las políticas sanitarias, de la ecología, del diálogo con otras religiones, con no creyentes, en los que se toca el tema de la ética de la vida, me llevó a circular por muchos caminos no estrictamente eclesiales. Me ayudó y me admiró vincularme con gente que no está en el círculo interno de la Iglesia.

Con el papa Francisco aprendí que era una forma de la iglesia en salida, de salir en concreto. Y a partir de ahora, pienso que esto se mantendrá con un rol más institucional, pero seguro con las puertas abiertas para todas la fuerzas vivas de nuestra sociedad que lo necesitan. Estamos haciendo esta nota y tenemos la sombra del posible tratamiento de eutanasia en el parlamento, con diferentes proyectos presentados. Evidentemente, tenemos que decir una palabra en favor de la vida. Es uno de los grandes desafíos que tenemos.

P.- Estamos viviendo en una sociedad fragmentada, con la presencia de temas que no son nuevos, pero que exigen nuevas respuestas como el tema del aborto. ¿Cómo se posiciona la Iglesia frente a estas temáticas?

R.- San Juan Pablo II lo vio claro que el gran desafío del nuevo milenio era el tema de la vida. Por eso hace Evangelium Vitae y se dedica tanto a los temas de la vida. El papa Benedicto XVI habló de la conversión y la evangelización de Europa porque vió claramente que la cultura centro europea o con una matriz de género europeo había cambiado radicalmente. Francisco lleva todo esto a una acción directa: iglesia en salida, hospital de campaña, la ecología, Fratelli Tutti.

En la década del 70 los temas que preocupaban eran la escuela, el trabajo, la economía, las políticas laborales, los sindicatos, o sea, los temas de la Doctrina Social de la Iglesia. Después, eso se fue derivando al tema de la vida y la evangelización. Hoy, la alarma que nos presenta Francisco con Laudato Si’ es qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, a los que nos siguen. Si bien es preocupante, es muy desafiante, rico y desafiante; no tenemos tiempo para perder.

“El va adelante”

A veces digo, en plan de bromas, que ser católico muy divertido; no tenés tiempo para aburrirte. Siempre hay algo más que hacer; siempre una llamada nueva, un desafío nuevo. Ahí nos tenemos que poner en campaña para llegar con una nueva evangelización, una nueva propuesta del gozo del Evangelio, como destaca Francisco, a todos los rincones.

P.- ¿Cuáles son los puntos más fuertes que tiene la Iglesia para responder a estos desafíos?

R.- Partimos de la mano de Jesús que nos dice que nosotros tenemos que dominar la tierra. Dominar es una palabra fea para mucha gente que toma este término como autoritario o de invasión. Sin embargo, dominar viene de “domine”, de señor. Ustedes tienen que señorear, ser los señores de la tierra, del aire, del trabajo, de la justicia, de la vida, del equilibrio humano. Tenemos muchísimos elementos ya concentrados especialmente en las Escrituras, en la tradición de la Iglesia, en el Magisterio. Y en el Magisterio del papa Francisco de una forma muy impresionante.

Con Francisco va a pasar lo mismo que con San Pablo VI. Lo vamos a terminar de entender dentro de veinte años, porque él va adelante, no se frena y abre el panorama constantemente. Nos llama a nuevos campos de evangelización. Puede ser que a veces no sea muy bien entendido, pero es un hombre que desde la oración, desde el evangelio, la meditación y desde la calle -porque recorrió su diócesis caminando más que ningún obispo, con el evangelio en la mano, por otro lado, con los pies en la tierra, nos está diciendo: hay que llevar el Evangelio a otras dimensiones.

Entre paréntesis cuando fue elegido Francisco, estando yo en Roma a los pocos días, me preguntaban: ¿es cierto que no tenía auto, que tomaba el tren o el colectivo? No podrían comprender que un cardenal se manejara en subte.

P.- Proyectando dentro de unos años ¿cómo espera que sea analizada y vista su gestión a cargo de la secretaría general del episcopado?

R.- Que sea un buen servicio. Estamos apenas comenzando y mi preocupación es que cada carta que llega, cada mensaje de un hermano obispo, tratar de responder cuanto antes de la mejor manera, y brindar el mejor servicio que se pueda. La realidad de las conferencias episcopales es una realidad posconciliar, es algo nuevo. Hacer una conferencia episcopal que sea dinámica, realmente práctica, eficiente y que ayude a los obispos en sus diócesis, a los laicos en su vida cotidiana, llegar al último rincón de la parroquia, es importante.

Creo que en la Argentina tenemos un privilegio, que va más allá de los pareceres distintos, los obispos estamos muy unidos. No hay grandes corrientes diferentes, sí opiniones distintas, por supuesto. Pero como obispos, como pastores, hay una gran unidad y un gran consenso hacia donde tenemos que ir, un gran amor al Papa. Así que entiendo que tenemos la oportunidad de hacer un trabajo como conferencia episcopal muy rico y muy pleno que es lo que Jesús nos pide: ser santos y unidos “como el Padre y yo somos unidos”, dice el Evangelio. Entonces, podemos caminar en ese rumbo; no es imposible.

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