Los versos sueltos de Ernesto Cardenal

Se fue. No se dejó ir. Al menos, por los versos sueltos que dejó caer como algo más que una propina final. Mucho más. Ernesto Cardenal expiró el 1 de marzo de 2020, no sin antes dejar como herencia algo más que un compromiso social y político en rima asonante. O consonante, si se mira con los ojos del sacerdote reconciliado con una Roma que le reprendió en público bajo la inherente sospecha vaticana a la Teología de la liberación y que acabó bendiciéndole en su penúltimo ingreso hospitalario.



Al sacerdote metido otrora a político se le sancionó y se le perdonó, pero al trovador nunca nadie pudo suspenderle a divinis ni frenarle en su métrica. Ni arrebatarle su descanso en paz. Ni tan siquiera las turbas que intentaron aguar su funeral en la catedral de Managua.

Le tuvieron que despedir de tapadillo, para escapar, una vez más, de la censura que huyó y reposar en el archipiélago de Solentiname, donde fundó una comunidad contemplativa de laicos que buscaba hacer realidad ese discipulado comprometido con los últimos y más pequeños, donde encarnar la Misa Campesina de Carlos Mejía Godoy.

Respuestas certeras

Su fue con una herencia inesperada. Cinco poemas inéditos que ahora ven la luz a través de ‘En el camino de Emaús’ (Ediciones Abad), título que habla del discípulo que se deja encontrar en la encrucijada de la pesadumbre en búsqueda de respuestas certeras, que se deja sorprender en el diálogo con el Maestro que le escucha, que no camina solo, sino con otros.

“Esta obra solo puede tener sentido como el final de un mosaico literario que parte de su Telescopio en la noche oscura, el Cantico Cósmico y su tan amada Vida en el amor”,  expone Óscar de Baltodano, vicepresidente de la Ernesto Cardenal Foundation y editor de la obra. Si bien estas piezas están cargadas de “novedades poéticas”, sumergirse en una primera o segunda lectura pausada –según el propio editor de la obra– permite toparse de inmediato con la experiencia mística de aquel trapense que bebió de la interioridad a través de Thomas Merton y que rumiaría a golpe de Doctrina Social de la Iglesia en un mano a mano con Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y Jon Sobrino.

Evolución, no caos

“Cardenal nos conmina al vértigo colocando la figura de Jesús e incluso la evolución de las especies en un novedoso contexto sideral”, asegura el editor en relación a una obra que salpica las preguntas filosóficas que siempre ocuparon y preocuparon al sacerdote y trapense, amén de “problemas sociales y el vacío espiritual que experimenta hoy en día el hombre”, que “se hacen eco en cada una de estas páginas”.

Su hondo sentido de la justicia con la confianza en un Dios que acoge y acompaña desde el amor es lo que le permite mostrar que “la vida de los mundos se encuentra en perenne evolución y encuentra formas cada vez más adecuadas para mantenerse en el orden de los eternos círculos evolutivos y no desembocar en el caos”, explica Óscar de Baltodano.

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