Oswaldo Aguilar: “Los obispos de El Salvador no podemos callar ante la falta de respeto al Estado de derecho”

Obispo de Chalatenango (El Salvador)

“En El Salvador, como en otros países de América Latina, todo lo que significaba de renovación el Concilio Vaticano II fue tildado de comunismo por las élites económicas y gubernamentales”. El carmelita descalzo Oswaldo Escobar Aguilar, obispo de Chalatenango, ofrece esta clave para entender el asesinato de tantos católicos comprometidos con los más desfavorecidos en el país centroamericano, como san Óscar A. Romero o Rutilio Grande, que será beatificado en enero junto a otros tres mártires. Escobar ha publicado recientemente el libro ‘Romereando por Chalate’, en el que rememora el paso por su diócesis del venerado arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980.



PREGUNTA.- ¿Cómo recibe la Iglesia salvadoreña la beatificación en enero de Rutilio Grande, Cosme Spessotto y los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, asesinados por escuadrones de la muerte?

RESPUESTA.- Es un hito significativo que nos hace recordar el salmo 125: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”. Recuerdo bien la persecución vivida en El Salvador, cómo se les difamaba y lo feo que se hablaba también en la Iglesia de quienes se habían comprometido con los pobres. Significa mucho que vayan a ser beatificados y que entre ellos estén estos campesinos que eran catequistas. En la guerra perdimos a miles de catequistas.

P.- ¿Por qué la Iglesia salvadoreña no reconoció antes las figuras de Rutilio Grande o de Romero?

R.- En El Salvador, como en otros países de América Latina, todo lo que significaba de renovación el Concilio Vaticano II fue tildado de comunismo por las élites económicas y gubernamentales. Rutilio se comprometió con la defensa de un salario justo para los campesinos, y eso hizo que lo consideraran comunista y candidato para la vida eterna. A Rutilio y a Romero no se les entiende sin los cambios que supuso el Concilio Vaticano II. A Rutilio lo mataron en 1977, cuando solo habían pasado 12 años de la asamblea conciliar y se estaban aterrizando sus cambios.

La oligarquía salvadoreña, incluso, pagó a sacerdotes para que escribieran en contra de las reformas que planteaba el Concilio, porque para ellos todo iba muy bien. Ese es el telón de fondo del ambiente en el que asesinaron a Romero y a Rutilio. Por otro lado, empezaron a surgir movimientos revolucionarios armados que pretendían transformaciones, pero que, tras la muerte de Romero, se volcaron ya de lleno en una guerra. De fondo teníamos un sistema injusto y opresor, en el que se violaban los derechos humanos y solo 14 familias manejaban la economía.

Memoria viva

P.- ¿Qué le parece que la beatificación la presida el cardenal Gregorio Rosa Chávez, antiguo secretario personal de Romero?

R.- Gracias a Rosa Chávez, se entiende mucho más a Romero. El cardenal ha realizado una gran labor para mantener viva su memoria. Lleva años regalando estampitas de Romero en cualquier reunión a la que iba. Gracias a él, las figuras de Romero y de Rutilio se enriquecen mutuamente.

P.- ¿Cómo valora el Gobierno de Nayib Bukele?

R.- Quisiéramos saber hacia dónde va El Salvador. El cardenal Rosa Chávez decía meses atrás que no entendía hacia dónde iba. Nos hablan de un plan de seguridad, pero no se sabe en qué consiste. A veces, parece que se improvisa mientras se persigue a quienes no piensan igual. Además, el sistema judicial ha sido desmantelado y ya no ofrece garantías al pueblo.

P.- ¿Cuál debe ser la posición de la Iglesia ante esta situación?

R.- Como Episcopado, tratamos de discernir mucho lo que decimos. Estamos ante una realidad muy desafiante. Nuestra posición se basa en seguir las enseñanzas de Romero y la Doctrina Social de la Iglesia. Nos interesa que el Gobierno lo haga bien, porque así le irá bien a la población, pero no podemos callar ante la falta de respeto al Estado de derecho.

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