Omella destaca que Martínez Somalo sirvió a “la Iglesia con una gran entrega y disponibilidad”

La localidad riojana de Baños de Río Tobía acoge el funeral y el entierro del camarlengo tras la muerte de Juan Pablo II

La localidad riojana de Baños de Río Tobía, en la tarde de este 20 de agosto, ha acogido el último adiós del cardenal Eduardo Martínez Somalo. La celebración ha estado presidida por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Con él han concelebrado en la iglesia de san Pelayo el cardenal Carlos Amigo y los obispos de Pamplona, Francisco Pérez; Soria, Abilio Martínez; Tarazona, Eusebio Hernández; y Mérida, Celso Morga; además del de Atajuela en Costa Rica, Ángel San Casimiro.



Fallecido en el Vaticano el pasado 10 de agosto, la localidad natal del que fuera el camarlengo a la muerte de Juan Pablo II ha acogido la capilla ardiente en la ermita de la Virgen de los Parrales. Tras el funeral se ha desarrollado el entierro del purpurado que ha formado parte de la Curia Romana.

Gran entrega y disponibilidad

En sus homilía, el arzobispo de Barcelona ha destacado que Martínez Somalo ha seguido “con gozo y con paz” la última llamada del Señor. Omella ha recordado que fue seminarista en Logroño y que fue “ordenado sacerdote estuvo en Calahorra, posteriormente se preparó para servir a la Iglesia en la carrera diplomática, y ejerció diversos ministerios de gran responsabilidad en la Iglesia siempre con una gran entrega y disponibilidad. Nosotros, los que nos quedamos en la tierra, sentimos el desgarrón de la separación, pero el que se va tras el Señor siente el gozo y la paz

“Está en paz, rezamos con él, se ha ido con mucha paz”, son las palabras que repitió Omella del sobrino de Martínez Somalo, el sacerdote Fernando Loza. Desveló el arzobispo que “cuando llamaba por teléfono a don Eduardo para felicitarle por su santo, por su cumpleaños, o por otra circunstancia, siempre me repetía que había que dar muchas gracias a Dios por lo que nos ha concedido”. “Retomando esta idea de ser agradecidos, quisiera que en esta Eucaristía diésemos gracias a Dios por su persona, por los consejos que daba, por su buen hacer, por todo lo que ha aportado de bien a la Iglesia desde los diferentes encargos que recibió de parte de los Obispos y del Papa”, añadió.

La fuerza de la esperanza

Omalla agradeció “el regalo de las personas que tenemos a nuestro lado y por la persona de don Eduardo”. “En esta Eucaristía pedimos a Dios que tenga misericordia con nuestro hermano Eduardo, que le perdone todas sus faltas e infidelidades. Que le conceda poder contemplar su rostro, cantar sus alabanzas vivir eternamente en su presencia”, imploró el presidente de la celebración.

“Don Eduardo sabía que el esfuerzo, las dificultades, las pruebas no acaban nunca en la vida, más bien habría que decir que aumentan con el paso del tiempo y que llegamos a experimentar que la vida es combate, es lucha”, destacó. No obstante, reclamó Omella, “podemos mirar el futuro con esperanza. Y esa es la clave de la vida cristiana: la esperanza. Que es como una semilla muy pequeña, como decía el escritor Ch. Peguy, pero que tiene una fuerza increíble ya que nos sostiene en los momentos más difíciles y duros de la vida”.

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