João Chagas: “Las JMJ son gasolina para la pastoral juvenil”

Joao Chagas

El sacerdote brasileño João Chagas es, desde 2013, el responsable de la Oficina de Jóvenes del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Desde ahí, se ha convertido en algo así como el ‘arquitecto’ de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), pues se trata del departamento desde el que se articula la organización del macro evento por antonomasia de la pastoral juvenil. Chagas es miembro de la Comunidad Shalom, asociación de fieles con la que ha trabajado en varios países de América Latina, África, Europa y Asia.



Llamado a Roma para ayudar a tejer la JMJ de Río, la primera de Francisco como papa, el buen papel realizado le ha servido para que el Vaticano confíe en él para estar al frente de los jóvenes del mundo. A dos años de la celebración de la JMJ de Lisboa, se muestra esperanzado de que el evento se celebre con normalidad. “La previsión de números es complicada, pero yo tengo esperanza y fe en que será una jornada muy participativa”, afirma en entrevista con Vida Nueva.

PREGUNTA.- ¿Cómo valora el recorrido de las JMJ desde su inicio? ¿Son indispensables en la evangelización de la Iglesia?

RESPUESTA.- Las JMJ tienen un rol importante, pero no solo estas. Las Jornadas son la gasolina, ayuda mucho a animar, a dar fuerza, pero todo vehículo debe tener dirección, frenos; debemos combinarlo todo para que sea un proceso y no un evento. La JMJ es un camino: un antes, un durante y un después. Y debe estar muy conectada con la pastoral juvenil ordinaria. Es como en una relación de pareja: tienes que celebrar el aniversario y el resto del año también demostrar amor hacia la otra persona. Los jóvenes tienen que sentirse amados y protagonistas durante todo el tiempo. El evento es el momento celebrativo de un camino que te da fuerza para seguir caminando. Conjuguemos la dimensión celebrativa y la ordinaria. No hay que contraponerlas. El Dicasterio está haciendo un trabajo importante en el antes y el después del evento junto a las conferencias episcopales y los movimientos. Por eso hemos publicado el documento ‘Orientaciones pastorales para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en las Iglesias particulares’.

P.- ¿Vamos hacia JMJ locales y no mundiales por la pandemia?

R.- Después del atentado contra las Torres Gemelas en 2001, muchos pensaban que Toronto iba a ser diferente, pero luego lo vivimos con una gran participación. No podemos anticipar lo que va a pasar. Faltan dos años para Lisboa y esperamos que sea una celebración normal. No obstante, creo que debemos crecer en que los jóvenes que no puedan ir a la JMJ tengan una participación digital. Pero esto no entra en contraposición. Ya hay conferencias episcopales y diócesis que organizaban catequesis para jóvenes que no podían viajar. El Dicasterio no tiene en mente cambiar el modo de organizar la JMJ, no hay intención de dejar de celebrar las jornadas como hasta ahora. Normalmente existen problemas en algunos países con los visados, pero si no fuera por eso, estoy seguro de que vendría gente de más países que los reconocidos por la propia ONU. Puede ser que ahora la crisis sobrevenida pueda evitar que algunos jóvenes puedan venir, pero sí es verdad que existe un fondo de solidaridad para dar esa oportunidad a algunos jóvenes sin tantos recursos.

Destino Lisboa

P.- ¿Podemos hacer predicciones sobre la cantidad de jóvenes que estarán en Lisboa? ¿Cómo van los preparativos?

R.- La previsión de números es complicada, pero yo tengo esperanza y fe en que será una jornada muy participativa. Para nosotros lo más importante es que cada joven que esté allí presente viva una experiencia de fe. El comité organizador está trabajando muy bien y lo tienen todo para que tengamos una JMJ estupenda.

P.- ¿Existe temor a que, tras la pandemia, haya países que no quieran acoger estos eventos debido a la situación de crisis económica que se espera?

R.- Siempre hay países dispuestos. Pero lo más importante no es hacer un evento con grandes estructuras; creo que si un día tuviéramos que hacer una JMJ en una diócesis más pobre, sin grandes estructuras, no habría problema. Es un deseo del Santo Padre hacer las cosas con el mínimo coste posible. De hecho, hay eventos seculares, incluso de menor asistencia, con costes mil veces más altos que una JMJ. Al final, la Iglesia también colabora con la economía del país.

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