Los 6 consejos del Vaticano para la celebración de las JMJ en las diócesis

  • El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha presentado hoy sus orientaciones pastorales
  • La Santa Sede invita a las Iglesias particulares a no dejar pasar la oportunidad de compartir con los jóvenes

El cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha presentado hoy las ‘Orientaciones pastorales para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en las Iglesias particulares’. El Vaticano invita a las Iglesias particulares a no dejar pasar la oportunidad de compartir con los jóvenes una vez al año –en la solemnidad de Cristo Rey– y no esperar a los eventos juveniles internacionales celebrados cada tres años.



“Algunos jóvenes, a causa de objetivas dificultades de estudio, trabajo o económicas, no tienen la posibilidad de participar en las celebraciones internacionales de estas Jornadas, por lo que es bueno que cada Iglesia particular les ofrezca la posibilidad de vivir en primera persona, aunque sea a nivel local, una ‘fiesta de la fe’, un fuerte acontecimiento de testimonio, comunión y oración”, recoge el documento, que ofrece 6 consejos para celebrar las JMJ en las diócesis.

1. “Fiesta de la fe”

“En el corazón de la vida de fe está el encuentro con la persona de Jesucristo, por lo que es bueno que en cada JMJ resuene la invitación a cada joven a encontrarse con Cristo y a iniciar un diálogo personal con Él”, señalan.

En este sentido, “el programa de la JMJ internacional (dimensión kerigmática, formativa, testimonial, sacramental, artística, etc.) puede inspirar a las realidades locales, que podrán adaptarlo creativamente. Hay que prestar especial atención a los momentos de adoración silenciosa de la Eucaristía, como acto de fe por excelencia, y a las liturgias penitenciales, como lugar privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios”, recalcan.

Además, añaden: “Hay que tener en cuenta que, en cada JMJ, el entusiasmo natural que tienen los jóvenes, el entusiasmo con el que abrazan las cosas que les implican y que caracteriza también el modo de vivir la fe, todo ello estimula y revigoriza la fe de todo el pueblo de Dios. Convencidos por el Evangelio e invitados a una experiencia con el Señor, los jóvenes se convierten a menudo en valientes testigos de la fe y esto hace que el evento de la JMJ sea siempre algo sorprendente y único”.

2. “Experiencia de Iglesia”

“Es importante que la celebración se convierta en una ocasión en la que los jóvenes puedan experimentar la comunión eclesial y crecer en su conciencia de ser parte integrante de la Iglesia. La primera forma de participación debe ser la escucha. En la preparación es necesario encontrar los momentos y las formas adecuadas para que la voz de los jóvenes sea escuchada dentro de las estructuras existentes de la comunión. No olvidemos que son el rostro joven de la Iglesia”, afirman.

“Junto a los jóvenes, los diversos carismas presentes en la circunscripción deben encontrar espacio. Es fundamental que la organización de la celebración diocesana/eparquial de la JMJ sea concorde, implicando a los distintos estados de vida, en una propuesta de trabajo sinodal. De este modo, será posible reunir y coordinar todas las fuerzas vivas de la Iglesia particular, así como despertar a las que están ‘dormidas’”, continúan.

En este contexto, “la presencia del obispo local y su disposición a estar entre los jóvenes es, para los mismos jóvenes, un gran signo de amor y cercanía. No pocas veces, para varios jóvenes la celebración diocesana/eparquial de la JMJ se convierte en una oportunidad de encuentro y diálogo con su párroco”, subrayan.

3. “Experiencia misionera”

“La JMJ a nivel internacional ha demostrado ser una excelente oportunidad para que los jóvenes tengan una experiencia misionera. Este debería ser también el caso de la JMJ diocesana/eparquial”, reconoce.

Y agregan: “Aprovechando su entusiasmo, los jóvenes –siempre que sea posible– pueden ser también protagonistas de momentos de evangelización pública, con cantos, oración y testimonios, en aquellas calles y plazas de la ciudad donde se reúnen sus coetáneos, porque los jóvenes son los mejores evangelizadores de los jóvenes. Su sola presencia y su fe alegre constituyen ya un ‘anuncio vivo’ de la Buena Nueva que atrae a otros jóvenes”.

También “hay que fomentar las actividades en las que los jóvenes experimentan el voluntariado, el servicio gratuito y la autogestión. No hay que olvidar que el domingo anterior a la solemnidad de Cristo Rey, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres. Qué mejor ocasión para promover iniciativas en las que los jóvenes donen su tiempo, su fuerza a los más pobres, a los marginados, a los descartados por la sociedad”, apuntan.

4. Una “ocasión de discernimiento vocacional” y una “llamada a la santidad”

Dentro de una fuerte experiencia eclesial y misionera de la fe, se debe dar prioridad a la dimensión vocacional. Es un enfoque gradual que, en primer lugar, hace que los jóvenes comprendan que toda su vida está puesta ante Dios, que los ama y los llama. Dios los ha llamado ante todo a la vida, los llama continuamente a la felicidad, los llama a conocerlo y a escuchar su voz y, sobre todo, a aceptar a su Hijo Jesús como su maestro, su amigo, su Salvador”, explican.

Y añaden: “Dentro de este ‘horizonte vocacional’ más amplio, tampoco hay que tener miedo de proponer a los jóvenes la elección ineludible de aquel estado de vida que está de acuerdo con la llamada que Dios dirige a cada uno de ellos individualmente, ya sea el sacerdocio o la vida consagrada, incluso en forma monástica, o el matrimonio y la familia”.

“En la base de toda elección vocacional debe estar la llamada aún más fundamental a la santidad –continúan–. Una santidad acorde con la historia y el carácter personal de cada joven, sin poner límites a los misteriosos caminos que Dios tiene reservados para cada uno y que pueden llevar a historias heroicas de santidad –como ha ocurrido y ocurre con muchos jóvenes– o a esa ‘santidad de al lado’ de la que nadie está excluido”. 

5. “Experiencia de peregrinación”

“Los jóvenes de la JMJ son un pueblo de peregrinos. No se trata de caminantes sin rumbo, sino de un pueblo unido, de peregrinos que ‘caminan juntos’ hacia una meta, hacia el encuentro con Alguien, con Aquel que es capaz de dar sentido a su existencia, con el Dios hecho hombre que llama a cada joven a convertirse en su discípulo, a dejarlo todo y a ‘caminar tras él’”, sostienen.

“La celebración diocesana/eparquial de la JMJ, por lo tanto, puede proponer formas concretas para que los jóvenes tengan experiencias reales de peregrinación, es decir, experiencias que animen a los jóvenes a salir de sus casas y ponerse en camino, durante las cuales aprendan a conocer el sudor y el trabajo del viaje, la fatiga del cuerpo y la alegría del espíritu”, subrayan.

6. “Experiencia de fraternidad universal”

La JMJ debe ser una ocasión de encuentro para los jóvenes, no solo para los jóvenes católicos. En este sentido, la celebración diocesana/eparquial de la JMJ puede ser un momento oportuno para que todos los jóvenes que viven en una zona determinada se reúnan y hablen entre sí, más allá de sus creencias, su visión de la vida y sus convicciones. Cada joven debe sentirse invitado a participar y acogido como hermano”, concluyen.

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